domingo, 8 de septiembre de 2013

Constantinos, el impulso profesional

Dr. Claudio Sepúlveda-Álvarez
Ámbar (Contra el olvido)

La vida sigue su curso.
Multifacética, enriquecedora, nostálgica o dolorida, desafiante a veces, Cuatro años desde la partida de Chile me han dotado de una profesionalización internacional que me permite enfrentar tareas diversas y responsabilidades crecientes, apoyadas en la formación y la experiencia adquirida en la tierra patria. Que parecen cada vez más sólidas, a medida que se conocen y compara con las realidades que me rodean. Abordo conjuntos de participantes –como el que ahora me rodea en esta pequeña sala de trabajo, venido de todos los rincones de Asia- con parsimonia, conocimiento local interdisciplinario, en inglés, como si ésta fuese predestinación desde mi lejana y provinciana educación Concepción-de-Chile. Allí, donde, desde el colegio primario, pasando por el Liceo y la Universidad, durante veinticuatro años, nunca saliera de un kilómetro cuadrado de terreno!

Hoy, 1978, me separan 25.000 kilómetros. Físicos. Los del intelecto son más.

Estoy en Bangkok, en el Instituto de Desarrollo para el Asia, lo más próximo del latinoamericano ILPES que uno pueda imaginar. Hasta Raúl Prebisch nos ha visitado hace algún tiempo, sorprendido de encontrar un latinoamericano en las antípodas. Hoy, dicto una conferencia sobre las repercusiones sociales de la urbanización, con especial referencia a la demanda, oferta y acceso a servicios sociales. Chile es precursor. Urbanizado como lo está desde hace varias décadas. Hasta sus experiencias en organización comunitaria suburbanas son relevantes, en una parte del mundo donde la solidaridad es un valor practicado con búdico convencimiento.


Desde hace algunos minutos una voz, vecina, proveniente de la sala colindante, interfiere con mis elucubraciones societales. La voz habla en inglés tan acentuado como el mío, aun si lo es de manera distinta. Timbre curiosamente familiar… dónde pude haberlo oído? No hay indicio alguno, pero mi atención se desdobla, iniciando una búsqueda acústica en alguna parte de mi cerebro.

El receso de media mañana nos hace salir hacia la pequeña cafetería que, al fondo del patio, nos cobija a todos en tales ocasiones. El ruido de sillas que nos alcanza, indica que no seremos los primeros en terminar labores, Encontraré al dueño de la tal voz, no hay duda. El recinto de la cafetería tiene unos treinta metros cuadrados, festoneados por cortinas azules en las ventanas, y manteles de batik también azulado, en las pequeñas mesas. Los dos aparatos de aire acondicionado  -marca Carrier- hacen un ruido inútil mientras las aspas de tres ventiladores giran, colgados del techo. Los aromas de la cocina thai –omnipresente a toda hora, cui-tio nam, cao-phat- invaden la atmósfera. Junto a una ventana distingo a Vinyu Vichit-Vadakan, el aristocrático Director de Instituto hijo de Luang (Conde) Vichit-Vadakan, protagonista de la constitucionalización de la monarquía tailandesa de los años `30, acompañando una figura, vagamente familiar –también ésta!- que me da la espalda. Vinyu me hace señas con una mano. Me aproximo.
-Quisiera presentarle...dice, dirigiéndose al extranjero, que se da la vuelta en ese instante...
-Costi/Claudio!!
Las interjecciones son simultáneas.
- ...ya veo que no necesitan presentación, termina Vinyu, con su sonrisa de Bhuda terrestre, acentuado la linearidad y el arco de párpados y labios.
Por cierto! Ahí estaba la familiaridad de timbre y figura.
 Retrocedo en el tiempo. Es todavía 1973.

Las olas de la bahía de Lima golpean la línea interminable del malecón –entonces llamado de los Franceses, hoy 28 de Julio-, encaje proximal de ese mar-sábana, infinito, que se extiende ante mí, sentado en el onceavo o doceavo piso, sin caso línea alguna de separación entre mar y cielo, plomos de igual matiz, convenciendo a cualquiera de que la bóveda terrestre no puede ser sino eso, una curva bóveda. La impresión de tristeza es física, imagen gemela de la reina en nuestros corazones. El golpe militar chileno ha tenido ya lugar, nuestros hijos no han llegado aún, no sabemos dónde ir, los compatriotas desembarcan cada día por cientos en una Lima que resiente tanto chileno, memorias de un pasado trágico, con igual ejército protagónico, despertándose con cada nuevo arribo. Lo sabrán ahora, no es la nacionalidad lo que pudo alguna vez separarnos…
 

Constaninos Vaitsos a la izq.
Suena el timbre. Estoy solo. Angélica, nuestra anfitriona, y Doris, mi esposa, han salido a alguna compra imprescindible. Cierro el amplio ventanal de cristal, las olas del mar acallándose en la transposición. Atravieso el amplio living, rodeado por todas partes de piezas de arte, especialmente pictórico, oscilando desde el colonial quiteño al contemporáneo menos ortodoxo, Matta incluído. Angélica es dueña de la galería de arte, razón única de su vida desde el término de su matrimonio. Hasta descubrir a Alexos. Alexos es el pequeñín de los vecinos del departamento homólogo, hijo de una pareja griega que trabaja para el Pacto Andino. Al abrir la puerta, es el joven economista –tendremos más o menos la misma edad- el que se apoya en el umbral, un manuscrito en mano.

-            Hola! Aquí está lo prometido.

 Al parecer tan solo como yo, nos sentamos a discutir la promesa. Que no es tal. Sino una gentil respuesta a mi muestra de interés por su trabajo. Vaitsos. Constantinos, que así se llamaba mi interlocutor, me había traído un borrador de su investigación sobre Transnacionales en la Industria Farmacéutica en América Latina. Más específicamente, Colombia. Tal vez el primer trabajo en su índole. Sí, Habíamos tropezado con tales transnacionales durante el Gobierno Popular.


-      Lo recuerda? digo ahora, haciendo alusión a aquel manuscrito de hace cinco años.
-         Fue una primera prueba de fuego, responde Costi. Probable parte responsable  de mi posterior  nominación al Ministerio de Economía, a la caída de los Coroneles.
-     Comprendo. El mundo es tan ancho… Pero, fíjate, he iniciado un estudio similar para los países de ASEAN – el Pacto Andino del Sudeste Asiático…
-      Pues es de la experiencia del Pacto para ASEAN de la que he venido a hablar. Pero, nunca me dijiste por qué te interesaba aquel trabajo. Medicamentos, se entiende, es médico. Pero, la industria farmacéutica como tal, por qué?
-       Es una larga historia. Fue tu concepción de la transferencia de precios la que desencadenó mi interés. Verás. En el Chile de Salvador Allende, una de las cuarenta medidas tenía que ver con el alto precio de los medicamentos. Con lo poco que sabíamos, imaginamos que tales precios se debían al fraccionamiento de la compra de principios activos. Al comprar en gran escala, las economías así obtenidas nos permitirían reducir los precios al consumidor.


-       Hm! Alguien debió advertirles que era entrar en la boca del lobo…No separar formulación de formas farmacéuticas, de producción de principios químicos activos, es la regla de oro para maximizar ganancias...
-        Efectivamente. Nadie nos advirtió. Las transferencias de las compañías formuladoras, esto es declarar altos precios de los pagos a las productoras de materia prima, sus casa matrices, permitía declarar utilidades mínimas. Chocamos con la fuente misma de las ganancias.
-        Y qué sucedió entonces?
-        Hacia fines de 1971, habíamos llamado a propuestas internacionales para los principales principios activos de ese entonces, algún tranquilizante, antibióticos…
-        Dónde?
-        Londres. Parecía el punto más adecuado. Con conexión indirecta a los USA, pero fuera de ellos. Vino el boicot, desaparecieron los remedios del mercado chileno. Las farmacias nunca tenían nada, Hasta recuerdo al Ministro de Hacienda llamándonos porque no encontraba su antiácido favorito. No entendíamos qué pasaba.
-        Y cómo lo resolvieron?
-        Tuvimos que llamar a consejo a la industria en pleno. Su respuesta, en apariencia, era simple. Las condiciones de inestabilidad dijeron, los hacían fabricar sólo para un mes en lugar de los habituales tres. Unido a ello, el efecto de un público que, al encontrar un medicamento escaso, compraba tres veces más, en previsión. Combinados estos efectos, el mercado era abastecido para diez día en lugar de noventa. En el escaparate eso se ve como que nunca hay nada.
Simple. La luz se hizo refulgente, Las apariencias lo eran todo. Pero esa no era la manera en que el Gobierno Popular enfrentaba su tarea de resolver las necesidades reales de la población. No las simples percepciones del mercado.
-        Pero lo podemos resolver en una semana, llegan las palabras del portavoz de la industria.
- Cómo?
La escueta pregunta del personero de gobierno traduce la perplejidad que nos embarga a todos.
-        Abasteciendo desde Argentina, y reanudando las escalas de producción normales para tres meses.
-        El precio?, pregunta el Ministro , en profunda desazón.
-        Que discontinúen su abastecimiento centralizado y nos permitan volver a la práctica por compañía, como hasta ahora.
Tuvimos que transar. Ahí murió la medida de medicamentos baratos.

-        Era obvio, dice Costis. Ellos perdían todo el mecanismo de transferencia de precios. Adiós ganancia. No podían permitirles hacer eso.
-        Así lo entendí al leer tu trabajo. Ahora, quisiera hacer un estudio similar para ASEAN. Pero aquí va más allá. Estos países son tan poblados –sólo Thailandia tiene cincuenta millones de habitantes- que los mercados locales son muy grandes. Podrían no sólo importar en gran escala, sino también fabricar materias primas localmente.  Mayor ahorro aún.
-        Te deseo suerte, dice Costis, Pero no es simple la tarea, 
-        Te daré el diseño para que me dés tu opinión

Quince años más tarde, hacia 1992, nos reencontramos una vez más.


En Antalya. La costa sur de Turquía es un paraíso turístico. Costis y Nikki, asisten, como Doris y yo, a una reunión mundial del PNUD. Al son de esas danzas masculinas que hacen imposible diferenciar un griego de un turco –son literalmente iguales- , le cuento el resultado de aquellas investigaciones, terminadas y publicadas a mediados de 1980, casi quince años antes. Se había hecho todo, en los cinco países que ASEAN tenía entonces. Los resultados eran bastante asombrosos, las diferencias de precios para un mismo producto final –la caja de remedios, el frasco, que se compra en la farmacia- podían ser de 1 a 10, dependiendo del origen, mes del año, demanda, tamaño del pedido, etc… Los gobiernos y las agencias participantes PNUD, ESCAP, UNTAD, UNIDO, UNICEF lo habían acogido con entusiasmo. OMS se había excluido del estudio. Pero habían heredado la segunda fase del financiamiento, diez veces más alta. No mi Instituto que, entretanto, había prácticamente desaparecido, conmigo y grupo yendo a parar a la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico.

La industria endógena nunca se había consolidado.
-        Ya me imaginaba algo así, dice Costis con una mueca.
-        El poder de las Transnacionales es inmenso.
-        Me pregunto cómo será aquí, contesto con una sobra de entusiasmo por reeditar correrías del pasado.
-        Llegarías a la misma conclusión, dice Costis.
Se llama Globalización de las economías.
Habla el técnico y el ex Ministro. Escucha otro ex técnico, de ojo político en desuso. Es verdad. Las conclusiones serían las mismas.
Y el resultado.
Sólo el subproducto ha sobrevivido.
Esta amistad, que dura décadas.




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