lunes, 24 de junio de 2013

De Allende, historias fragmentadas, legados familiares y otras yerbas.


Cecilia Suárez Indart

La Comandancia del Regimiento Rancagua Nº 4 de Arica pasó al mando del 4º de Líneas de Tacna. Entregó el cuartel del regimiento y la ciudad a las autoridades de Perú de acuerdo al tratado del año 1929. Ese era mi abuelo, el último Comandante de Infantería chileno en Tacna, Héctor Suárez. Las historias personales definitivamente no pueden ser producto de la casualidad. Las vidas a veces van en paralelo y llega un momento en que se entrelazan.

En el natalicio de Salvador Allende, Fidel Castro en sus palabras rememora: “Ingresa voluntario al servicio militar en el Regimiento Coraceros de Viña del Mar. Solicita traslado al Regimiento Lanceros de Tacna, un enclave chileno en el norte seco y semidesértico, posteriormente devuelto a Perú”. Y descubro – al menos para mí- algo absolutamente nuevo y sorprendente: Mi abuelo y Salvador Allende por los años 27 o 28 transitaron por los mismos caminos. Si se conocieron o no, eso ya es otro cuento.

Corría el verano del año 1952 y mi padre, Jaime Suárez, había viajado de Concepción a disfrutar de sus vacaciones universitarias en Osorno, y ahí registró una experiencia, que quizás entonces no valoró en su total dimensión. Conoció a Salvador Allende.

Entre sus tantos escritos, todos guardados y cuidados por mí, pensando que a lo mejor el destino me premie y pueda dedicarme a ordenarlos, sistematizarlos y publicarlos, encuentro una nota de puño y letra de Jaime con sus recuerdos:
 “Un pequeño grupo que avanzaba hacia el Hotel Burnier llamó particularmente mi atención. Santiago Rozas Angulo, dirigente socialista, Rigoberto Cossio dirigente radical, Enrique Zapata, dirigente comunista y otros acompañaban a políticos “afuerinos”. “Chachao” Rozas, al divisarme, me llamó con mucho afecto. Cruce la calle y fui a la puerta del Hotel. Santiago Rojas me presentó al Senador por Valdivia, Osorno, Llanquihue, Chiloé, Aysén y Magallanes, el Dr. Salvador Allende. Joven y desenvuelto, lentes sin marcos, elegante, me saludó como si yo hubiese sido importante…El era el candidato a Presidente de la República, por el Frente del Pueblo y se encontraba en la zona realizando su campaña. Posteriormente me preguntó si podía acompañarlos, esa misma tarde, al campo.”
“En la población de los trabajadores de Pilmaiquén se realizó la concentración. Sobre un cajón de azúcar vacío, con un simple megáfono, los oradores se dirigían a una reducida pero entusiasta concurrencia. Retuve, para el resto de mi vida, la imagen de la silueta de ese viejo líder comunista de verbo apasionado y vigoroso, Elías Lafferte.”

En el mes de abril de 1987, a su regreso a México DF de un viaje a La Habana, Jaime nos escribe una carta a Bernardo y a mí. Es enfático en aclarar que se encuentra bien de salud, para que no vayamos a caer –con ese particular sentido necrológico que nos caracteriza a los chilenos- en la sospecha de que sus opiniones son testamentarias. En ese texto señala categórico:

“Les he dicho y lo repito: mi mayor orgullo está en haber sido colaborador de Allende. Cualquiera de esos pobres diablos que sean retractores no pueden borrar las tres líneas de la historia de Chile”

Continúo revisando papeles, cartas, escritos, recortes de diarios en un afán de reconstruir nuestra historia familiar, fragmentada, con muy pocas fotos de la infancia y de pronto encuentro una foto mia. Fue captada en el Parque Matías Cousiño (actualmente Parque O”Higgins”). Año 1964, concentración del FRAP (Frente de Acción Popular), cierre de campaña de la candidatura del Dr. Salvador Allende. No falta la bandera de Viva Allende. Miro mi foto y me emociono. El ser regalona de mi padre en mi vida fue de dulce y agraz, pero puesto en una balanza siempre será más de dulce. Imposible no recordar las idas a Guardia Vieja, los encuentros en San Martín, en el Senado. Recordar la eterna broma diciendo mi lápida será: Aquí yace el futuro presidente de Chile. Luego vendría el Gobierno en la Intendencia de Valparaíso y al año siguiente en la Intendencia de Concepción.

El 26 de junio en la Plaza de la Constitución, todo estaba preparado para el acto de su centenario: un gran escenario, sillas dispuestas para los invitados especiales y también vallas de seguridad para contener al pueblo allendista. Veo rostros emocionados y tomo fotos; saludo a compañeros, converso con una señora con la que estamos apoyadas en la reja. Me encuentro con uno de los nietos de Carlos Prats y comentamos el acto. Hablando con mí hermano, Bernardo, le cuento mis impresiones sobre la selectividad del homenaje con un dejo de amargura y él desde Moscú me dice: ¿y qué esperabas?

Imaginé a Allende, 56 años atrás, sobre un cajón de azúcar vacío, megáfono en mano, hablando de la sociedad mejor que quería construir.

2 comentarios:

  1. De soñadores como ellos, se han hecho tantas cosas buenas en la vida,se ha construido la fe de un mundo mejor y la esperanza de ensanchar las grandes alamedas, por donde pase el hombre modificado.

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  2. Intimo relato que da cuenta de como ha cambiado la politica chilena.Felicitaciones Cecilia. (LU)

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