sábado, 1 de junio de 2013

Detenido no desaparecido

Jorge Seymour Mardones
Extracto de su Libro

Detenido

Alrededor de las 11 horas del  día 10 de Marzo de 1981  mi hogar es invadido por un grupo de  agentes que dicen ser de investigaciones  y que manifiestan tener una orden de arresto en mi contra, la cual  por supuesto no muestran, ya que es indudable se trata de agentes de la  CNI (Central Nacional de Inteligencia),  de doloroso recuerdo  para quienes pensábamos diferente al dictador Pinochet.

Tere  mi esposa,  denota estar visiblemente afectada, a pesar que nunca  habíamos descartado  la posibilidad que esto sucediera, pues en tiempos de democracia en el período inmediatamente anterior a la dictadura, yo había sido un militante socialista  que había llegado a ser dirigente  regional de organización de Santiago  del Partido Socialista, candidato a regidor por la misma ciudad y Delegado Provincial  de la Consejería Nacional de Desarrollo Social,  nombrado por el gobierno del Presidente Salvador Allende.

 No atino sino sólo a recomendarle a mi esposa que anote el número de la patente del vehículo en que seré trasladado, soy   introducido a él y conducido a San Eugenio, calle cercana al Estadio Nacional y que en aquel tiempo estaba rodeada de terrenos  casi  baldíos. Ponen grilletes en mis manos y venda en los ojos  y sobre ella un par de lentes oscuros, para que de esta manera  desde afuera, quienes nos vieran pasar sólo observaran  en el auto a algunas personas acompañadas de un señor de anteojos contra el sol, sin imaginarse que allí llevan a un preso político mas, en la larga lista que tenía acumulada la dictadura y que negaba  sistemáticamente.

El miedo se iba apoderando cada vez mas de mí y aunque trato de razonar con cordura no lo puedo conseguir, estoy paralizado física y mentalmente, el vehículo corre rápidamente durante varios minutos hasta detenerse en lo que juzgo un portón donde se identifican  y, respondiendo a una pregunta sólo alcanzo a escuchar la respuesta “se entregó mansito el huevón”. A empujones  y trastabillones ya que no veo el camino,  soy conducido a la celda en que permaneceré no sé por cuanto tiempo. Ya solo y entre las murallas de mi prisión, apartado contra mi voluntad, de mi familia, sumido en la incertidumbre, en la más cruel de las torturas  como es el no saber que me sucederá, si saldré vivo  o seré un detenido desaparecido más, nuevamente me hundo en la desesperanza.

Las dudas y preguntas sin respuesta que me hago me martirizan ¿Qué sucede con mi madre, mi esposa,  mis  hijos?  también ellos seguramente están sufriendo  igual o mas que yo, que terrorífico es sentirse a disposición de individuos  de mente criminal  y sin posibilidad de defensa alguna, me siento abandonado totalmente a mi suerte  y a la reacción animal de mis aprehensores ¿Qué hacer Jesús mío?  Brota de mis labios casi por instinto esta pregunta.

A  interrogatorio

Escucho pasos que se aproximan a mi celda para llevarme a” INTERROGATORIO “, por mi cuerpo  recorre un estremecimiento , siento frío y como animal conducido al matadero soy empujado hasta el lugar donde el inquisidor  me interroga sobre situaciones y hechos que desconozco, cada negativa mía va acompañada de “ malos tratos “ así los llamaré desde ahora, sin detalles morbosos. Se me consulta  y muestra  una serie de fotografías  de personas que nunca he visto y entre ellas algunas de quienes si fueron mis compañeros de partido político, el Partido Socialista o del trabajo en la Consejería a quienes pienso felizmente no he vuelto a ver y lo asevero, pero nada es verdad para ellos, su sadismo los incita a no creer y así volver  a castigar y siguen y siguen los “malos tratos “
 
Centran posteriormente su interrogatorio en un listado con nombres de personas y sus direcciones que dicen recogieron en mi casa cuando la allanaron, pero que no me muestran, con nombres extraños, diversas direcciones y  de diferentes ciudades,  al no darles una clara explicación y al insistirles que no se de que se trata reinician nuevamente las vejaciones. Tiempo después, ya en mi hogar, comprendí que las direcciones a las que ellos se referían correspondía al cuaderno en que yo tenía la lista de mis clientes de Santiago y de provincias y los nombres extraños que tanto les intrigaba no eran sino los nombres de fantasía de sus negocios.
                                                                        
Me llevan en vilo a mi celda  a la que ahora soy introducido por quien supongo hace el papel  de bueno de la película, me convida un cigarrillo  y me autoriza a sacarme la venda unos minutos, doy una rápida ojeada al lugar y opto por no  mirarlo a él. Se inicia un corto monólogo  en el que me invita  a decir la verdad ¿ cuál verdad ? así  podré liberarme de nuevos interrogatorios y, no usa tapujos para recordarme que  se les puede pasar la mano a mis interrogadores, con graves y conocidas  malas consecuencias para mí o  que afuera,  mi hogar podría ser allanado nuevamente y mi esposa también podría ser detenida  sino obtienen de mi lo que esperan,  y yo sé bien  como  podría ser tratada mi mujer , está fresco en mi memoria el recuerdo de  Carolina Wiff  mi compañera en la Consejería  que fuera asesinada después de ser sometida a crueles y degradantes torturas.

“El hombre bueno " se retira dejándome en la más profunda angustia, peor aún que  los malos tratos recién sufridos. ¿Qué hacer Jesús  mío? Se viene nuevamente a mis labios  su nombre, hace ya tanto tiempo que no recurría a Él, que no recuerdo claramente cuando fue la última vez , es cierto que durante ese tiempo  jamás dejé de tener fe de  creer en Dios, pero en lo más íntimo, relegándolo al baúl de los recuerdos ya que mi vida real  estaba dedicada a temas mundanos  y no siempre muy santos, trato de recordar y por mi mente, como la sinopsis de una película,  vienen a mi memoria  los hechos de mi infancia , cuando en el Oratorio Don Bosco  siendo muy niño, era  un fiel y entusiasta cristiano, alegre  y  participativo en cuanta actividad  hubiera en el colegio : teatro, coro, procesiones, banda de pitos y tambores  y, pretendiendo apoyarme  en mi fe de la niñez,  como un aval, pido a Dios  que olvide mi pasado  de los últimos  años y vea en mi aquel  niño que con lealtad le servía… y me ayude.

La respuesta a mi ruego siento que ya la he recibido como una inspiración, es la idea de escribir mis memorias  así sin lápiz ni papel,  sólo en mi mente y de esa manera evadirme del lugar en que me encuentro  mirando a mi interior  e ignorando en lo posible  mi situación,  que de no ser así  caeré en la desesperación  o la locura  y con ello perjudicaré  y causaré aún mas dolor a mis  seres queridos.

Extraño entusiasmo siento ante la idea y si El me la inspiró un lugar debe tener allí conmigo, corro un tanto la venda que aprisiona mis ojos y observo nuevamente el lugar  en que me encuentro hasta detener mi vista en el vértice donde se juntan las murallas con el techo, allí se produce uniendo estas tres líneas  una forma de cruz  extendidas los brazos hacia el cielo, hacia allá dirigiré mis oraciones, ya no estaré solo, tengo un compañero en mi celda con quien compartir mis angustias.           

Nuevamente a interrogatorio

Van pasando las horas y los días, no sé cuántos. Se pierde la noción del tiempo en la oscuridad y yo absorto en mis recuerdos  consigo casi olvidar el lugar en que me encuentro, pero vuelven una y otra vez a recordármelo aquellos que han hecho del odio y la tortura su tarea cotidiana, siento pena por ellos  ¿ odio, rencor ?  no, aún en estas condiciones sólo desprecio por lo que hacen , disfrutan de su crueldad y por eso,  ellos si  merecerían  el calificativo de " humanoides " como pretendió calificarnos a nosotros, sus víctimas, el principal y entusiasta   cómplice del dictador, el Almirante Merino. Ese individuo que permitió se ensuciara, manchando con sangre chilena, el buque insigne La Esmeralda, nuestra “Dama Blanca”

Siento ruidos en la puerta de mi celda, aprecio que soy observado por bastante tiempo, tal vez  curiosos de verme sin movimiento con la mirada dirigida al  rincón y hacia el techo, deben creer que estoy enloqueciendo ya que permanezco como una estatua, en la misma posición, clavado en el suelo, durante toda mi permanencia.   

El  crujir del cerrojo me advierte que nuevamente me llevarán a interrogatorio, ya se lo que me espera, pero curiosamente el temor que sentía las primeras veces ahora es menor, mi anhelo es que me traigan de vuelta ojalá  sin ser  demasiado prolongado el interrogatorio, íntimamente me encomiendo a mi compañero de celda y  me entrego a mi suerte. Esta rutina se repetirá constantemente mientras permanecí ¿Secuestrado? ¿Preso?  ¿Retenido?

Otra vez de vuelta a mi celda y nuevamente vuelvo a tomar mi lápiz y papel imaginarios y, reiniciar mis recuerdos.

Salvador Allende

Corría el año 1958 y me había integrado a la campaña presidencial de Salvador Allende, del Chicho, como gustaban llamarlo sus amigos y compañeros más cercanos, cuando tuve por primera vez contacto directo con él. Fue precisamente en el transcurso de una de las actividades conque realizábamos sus proclamaciones, que debimos trasladarnos a  Viña del Mar, pero previo a esta proclamación teníamos que detenernos en Llay Llay, en donde nos esperaban para celebrar un acto cívico.

Al salir de la Casa del Pueblo, nombre con que designábamos el lugar donde funcionaba el  Comando de Campaña, lo hicimos con retraso, por lo que iniciamos una loca carrera para llegar en forma oportuna y no retrasar las diferentes actividades programadas para el día. Yo manejaba un auto de mi propiedad, en el que habíamos instalado en su techo dos altoparlantes los que servían para invitar a la ciudadanía, avisando que nuestro candidato estaba por iniciar el acto central.

El auto en que se desplazaba Allende era mucho mas nuevo que el mío por lo que al intentar no perderle distancia y correr a su misma velocidad ,fundí el motor en la bajada de las Chilcas, lugar muy peligroso en aquel tiempo. Recurrimos  a un camionero, que pasaba por el lugar, para que nos remolcara hasta Llay Llay, este  accedió, pusimos un cuerda con la que unimos los vehículos e iniciamos el descenso, no habíamos corrido mas de un kilómetro cuando la rueda de repuesto que el camión llevaba y, que no había sido bien afirmada, se soltó y fue a caer delante de la rueda de mi auto, provocando un salto lo cual enredó el cordel,  en aquel momento no percibí que con ello cortó la manguera del líquido de frenos. Optamos entonces por poner mi auto delante del camión para que este nos empujara, continuamos así por algún tiempo hasta que fui tomando vuelo, mas al intentar frenar antes de una curva muy pronunciada, recién me di cuenta que no teníamos frenos, fue así como debí ir buscando un lugar que nos detuviera, el cual encontré, felizmente, en una roca que estaba en el costado del cerro y que se encontraba después de un montón de arena lo cual atenuó el golpe.

No podíamos detenernos a lamentar lo sucedido, sino continuar tirando el auto, nuevamente con el cordel, hasta llegar al lugar de la concentración donde conseguimos  otro vehículo donde instalar los altoparlantes y continuar nuestro compromiso en esa ciudad y luego, ya en la tarde, encaminarnos hacia Viña del Mar.

 A mi lado se encontraba mi tío, hermano de mi madre y socialista desde su juventud, a medida que avanzábamos  por la ciudad, nuestra calidad de militantes del partido socialista, nos impulsaba a usar los altoparlantes invitando a integrarse a él. Yo conducía el vehículo e iba con el brazo izquierdo apoyado en la ventanilla cuando sentí un fuerte palmoteo en mi brazo y al mirar hacia fuera, para seguramente echarle un garabato al inoportuno, me encontré cara a cara con el rostro molesto de Allende que nos increpaba por nuestro sectarismo y nos invitaba a hacer una campaña unitaria, argumentando que la suya era una candidatura de todos los partidos populares y no sólo del P.S. La verdad que en un comienzo quedé bastante molesto, ya venía acalorado por todo lo que nos había sucedido, pero luego entendí y acepté lo razonable de su orden y continuamos nuestra tarea, ahora respetando el sentido unitario.

Eran bellos tiempos en que nuestro sacrificio no importaba, el espíritu idealista de quienes militábamos en el partido nos impulsaba a trabajar en diferentes tareas a veces hasta altas horas de la noche sin mas premio que la satisfacción personal de ser leales a nuestro compromiso socialista. Era habitual nuestra salida a pegar carteles con propaganda de la organización,  por los candidatos que el partido había designado para que nos representaran, o apoyando algún movimiento de los trabajadores por sus reivindicaciones  y, por supuesto, en las campañas presidenciales de nuestro líder.

Fueron tres las campañas en que actué como dirigente en mi comuna, en una de ellas en 1964 incluso nuestra iniciativa nos llevó a crear de manera independiente el Comando Unido de Izquierda, nuestra intención al crearlo, era dar amplia tribuna a todos  los sectores superando todo tipo de limitaciones y sectarismos muy común en aquel tiempo.

El triunfo de Eduardo Frei M, en esa ocasión fue rotundo, sin embargo nosotros dimos muestras públicas de satisfacción por la tarea realizada la cual había sido solventada con nuestros propios medios y del aporte de vecinos, el local en que funcionamos en la esquina de calle Victoria  con Lira no quisimos cerrarlo hasta altas horas de la noche, a pesar de que era claro el triunfo Demócrata Cristiano, al contrario junto a queridos compañeros socialistas como Guillermo González, con quien hasta el día de hoy conservo una grata amistad, organizamos una fiesta la cual aparecía como extraño para los adherentes a la candidatura triunfante,  quienes pasaron frente a nuestro local en una marcha de celebración que organizaron los D.C. del sector, con quienes tuvimos un corto pero respetuoso dialogo, se retiraron del lugar, y nosotros continuamos con nuestra actividad.

Allende era realmente extraordinario no sólo en lo intelectual sino que también físicamente, al visitar una población de Santiago después de una agotadora jornada nos situamos a descansar al lado del camino, cuando él se nos acercó que ya nos conocía y confiaba en nosotros y nos pidió amablemente el auto para descansar unos minutos, ya que si lo hacía en el suyo lo reconocerían y no podría reponerse, nos indicó que quince minutos le bastarían, se recostó y quedó inmediatamente dormido, transcurrido el tiempo nos aprestábamos a despertarlo, cuando se levantó del asiento hizo un par de ejercicios de elongación y quedó como nuevo, según su expresión y como pudimos comprobarlo el resto de las noche, en las poblaciones que continuamos visitando..  En otra ocasión fue invitado a un almuerzo proclamación al cual debimos como siempre acompañarlo, este acto transcurrió sin mayor novedad claro que a nosotros nos ignoraron  debiendo permanecer sin comer ante lo cual Allende, al notarlo, reaccionó molesto y  nos envió una nota disculpándose por la situación, que por lo demás no era atribuirle a él.

Desde aquellas ocasiones me hice su ferviente partidario y mi vida como militante socialista se  hizo cada vez mas constante llegando a ser Dirigente Regional de Organización de Santiago,  precisamente  en el período que coincidió con su cuarta campaña y en la que fue elegido Presidente de Chile, posteriormente yo fui candidato a regidor (actualmente concejal) por la misma ciudad.

De la obra de Allende, una vez elegido, muchas y diversas opiniones se podrán  tener favorables o contrarias, pero mi experiencia me incita a recordar con agrado en la que tuve una directa participación y se refiere a la actividad que debí desarrollar como Delegado Provincial de la Consejería  Nacional de Desarrollo Social, cargo en que me designó el gobierno popular (Unidad popular). Este organismo con sus debidas transformaciones, era el heredero de la Oficina de Promoción Popular creada por el gobierno de la Democracia Cristiana y que ponía su acento en el trabajo de desarrollo de las organizaciones comunitarias como las  juntas de vecinos, centros de madres, etc. Con la llegada de la Unidad Popular  no sólo cambiamos su nombre sino que lo que era más importante su sentido de desarrollo social y de allí su nuevo nombre. Entre las tareas que debimos abordar fue la de ayudar a crear las J.A.P (juntas de abastecimiento y precios) organismo que fue creado para contrarrestar el desabastecimiento que había provocado la derecha golpista ocultando los productos de primera necesidad y destruyendo empresas agrícolas, todo ello para desprestigiar al gobierno y así crear las condiciones para llevar a cabo el golpe militar que ya estaba siendo preparado aun antes que la U P. asumiera el gobierno.

 Pero mi labor principal la desarrollé en los Balnearios Populares que a lo largo del país se instalaron para servir a los sectores de menos recursos, dándoles la posibilidad de disfrutar de las playas de Chile desde Pichidangui por el Norte hasta Duao por el sur incluyendo Papudo, Las Cruces, Santo Domingo y en el Lago Rapel  sector de  Llaullauquén.

Debíamos emprender un largo y agotador viaje para llegar a los balnearios mas distantes y en buses de regular calidad ya que las empresas mas grandes generalmente no aceptaban realizarlos, como una manera de contribuir al boicot al gobierno popular, en que también estaba empeñada la derecha económica.

Normalmente llegábamos al anochecer, momento en que eran recibidos y atendidos en el comedor con una necesaria y reparadora cena, por los funcionarios de la Delegación, durante la cual les daba la bienvenida a nombre del gobierno deseándoles una agradable estadía e invitándolos a que juntos nos organizáramos para así disfrutar mejor esa semana de esparcimiento, muy merecida por lo demás. Teníamos toda una organización para atenderlos, incluyendo estudiantes universitarios voluntarios, hombres y mujeres que formaban jardines infantiles y guarderías para atender a los niños y de esta manera sus madres pudieran disfrutar plenamente las vacaciones que les brindaba el gobierno popular, a su vez ellos se daban su propia organización para mantener el orden y cooperar con nosotros en cuanto fuese posible y necesario.

Preciosa labor que  recuerdo con orgullo y emoción, pues era impactante ver como mujeres modestas de las poblaciones, sus compañeros e hijos se impresionaban hasta las lágrimas, quedándose extasiadas frente al mar o al lago Rapel, que la mayoría de ellas veían por primera vez. En estas y otras tareas trabajamos codo a codo con una gran compañera socialista, hoy mártir víctima de la dictadura, Carolina Wiff  con quien en muchas ocasiones debimos compartir gratos momentos y otros llenos  de dificultades  pero que aún estos últimos me traen satisfacción, pues en todo lo que hicimos actuamos con responsabilidad  tratando de cumplir nuestro cometido y compromiso con nuestro gobierno y por ende con los sectores mas desposeídos que era la gran preocupación de todos nosotros. En los días primeros del inicio del régimen militar la vi por última vez, fue en la Plaza de Armas de Santiago que nos atravesamos en la calle y donde al verme me hizo un gesto de alejamiento el que comprendí rápidamente, se sabía seguida y no  quiso comprometerme, así una vez mas demostraba su afecto y sentido de responsabilidad .

Fue también en aquel tiempo y a través de la Consejería que conocí a tres maravillosas personas Mercedes González, Oscar Díaz Madrid, y su compañera Margarita Jeldres seres de una valía y un corazón inmenso que dejaron en mí una profunda huella plena de agradecimiento por su actitud ante la vida y sus semejantes, dadores de amor gratuito los tres y que en los momentos difíciles de mi vida y también en los gratos estuvieron junto a mí, recordarlos al redactar estas líneas me hace sentir como un hombre rico en felicidad y gestos de amistad, por diferentes motivos siempre les recordamos con mi esposa quien también los conoció, compartió con ellos y aprendió a quererlos como yo.

Mercedes González era una funcionaria que trabajaba en la Delegación , antes que yo me integrara a Desarrollo Social, era una religiosa católica  perteneciente a una orden que renovaba sus votos cada cierto tiempo y con quien desde el primer momento en que yo asumiera mi cargo congenié y confié plenamente, por su inclinación a decir las cosas con claridad basándose en la verdad , lo cual me permitió tener una visión objetiva y a veces diferente a la que me entregaban mis compañeros de la U.P. funcionarios antiguos y otros, destacados recientemente como yo en esa institución.

A Oscar Díaz M  y Margarita Jeldres, les conocí con motivo de los temporales que azotaron Santiago  el año 1971 y que causó graves daños a la población mas modesta, como las personas que habían construido sus débiles mediaguas  en las orillas del rio Mapocho en el sector de Lo Barnechea, y otros en una población de la misma localidad y que estaba situada en un lugar que por su geografía acumulaba muchas aguas, sumado esto a la nieve que aplastaba los débiles techos de sus casas,  muchas de ellas habían colapsado poniendo en peligro la salud de los niños principalmente.

Esta desgracia hizo que pusiéramos en movimiento a todos nuestros funcionarios. Una de las medidas fue pedir a través de los medios de        comunicación apoyo para ir en su ayuda, apoyo que consistió en ropa, zapatos, frazadas  etc... La respuesta que tuvimos fue bastante exitosa, nuestras oficinas se llenaron de diferentes aportes lo cual nos enfrentó a una situación nueva, de como hacer para llegar prontamente   esta ayuda, con la municipalidad de la comuna no podíamos contar, pues la miopía del alcalde de la época lo había llevado a declarar que en su comuna no había problemas, quizás se refería a los sectores donde habitan los vecinos mas acomodados. Por recomendación de un funcionario antiguo de la Oficina que conocía perfectamente el sector, debido a tereas que había realizado anteriormente en el lugar, y por lo cual además sabía de los dirigentes vecinales, profesores  y personas comprometidas con la comunidad, fué que aceptando una sugerencia de él  que acudí a solicitar la colaboración de Oscar y Margarita, quienes con mucho agrado nos facilitaron su hogar como centro de operaciones, y con su apoyo pudimos cumplir nuestra labor.

En la parcela de Oscarito y Margarita, que ellos habían adquirido no hacía mucho tiempo, fue donde en el primer momento del golpe militar busqué refugio, ya que en el sector donde yo vivía era muy conocido como socialista adherente al gobierno popular y el peligro que pesaba sobre mi era muy real. En su hogar permanecí durante el tiempo que consideré  prudente, luego y ante el llamado perentorio de la Junta Militar, que había asumido el poder, a quienes ostentábamos algún cargo de importancia de presentarnos a hacer entrega de él, opté por acatar la orden a pesar del riesgo que esto conllevaba y de la insistencia de mis amigos a que permaneciera en su casa y no me arriesgara por las incalculables malas consecuencias que podría traer el hacerlo, pues ya la represión había comenzado y con fuerza.

Me presenté en mi Delegación, donde fui recibido con una mezcla de solidaridad y complicidad por los funcionarios que continuaban laborando allí,  quienes me narraron lo acontecido en el lugar y además me facilitaron el que entregara el cargo sin tener que enfrentar a ninguna nueva autoridad, actitud que por cierto reconocí y agradecí.

Pasado los primeros meses, que parecían ser los mas peligrosos, iniciamos con Mary mi compañera en aquel tiempo,  una muy hermosa amistad con Oscar Díaz y Margarita Jeldres, compartiendo sus fiestas y participando  de gratas veladas donde no faltaba la poesía el canto y comidas a la chilena que eran las predilectas de todos los comensales. La alegría y la fina atención que siempre brindaron a todos sus invitados nos permitieron olvidar por momentos los tiempos críticos por los que pasábamos.

 Mercedes González, para la mayoría Mechita que como una muestra de cariño así la llamábamos todos, amigos y compañeros de trabajo, es por nosotros enormemente querida, así como toda su familia principalmente su madre con quien también hemos vivido días que alegran nuestra existencia y que continuamos compartiendo hasta el día de hoy.

 Con Mechita  durante todo el período de la dictadura permanecimos constantemente comunicados a pesar de la distancia que nos separaba, pues se encontraba trabajando en Vallenar, sabía de ella y de la labor que desarrollaba por mucho tiempo cercana al  recordado Obispo Monseñor Aristia, quien al igual que el Cardenal trabajaba en favor de los perseguidos por la dictadura y en pro de los Derechos Humanos, lo que también a ellos le significó estar en la lista negra de las huestes de Pinochet.

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