Jorge Seymour Mardones
Extracto de su Libro
Detenido
Alrededor de las 11 horas del día 10 de Marzo de 1981 mi hogar es invadido por un grupo de agentes que dicen ser de investigaciones y que manifiestan tener una orden de arresto
en mi contra, la cual por supuesto no
muestran, ya que es indudable se trata de agentes de la CNI (Central Nacional de Inteligencia), de doloroso recuerdo para quienes pensábamos diferente al dictador
Pinochet.
Tere mi esposa,
denota estar visiblemente afectada, a pesar que nunca habíamos descartado la posibilidad que esto sucediera, pues en
tiempos de democracia en el período inmediatamente anterior a la dictadura, yo
había sido un militante socialista que
había llegado a ser dirigente regional
de organización de Santiago del Partido
Socialista, candidato a regidor por la misma ciudad y Delegado Provincial de la Consejería Nacional de Desarrollo
Social, nombrado por el gobierno del
Presidente Salvador Allende.
No atino sino
sólo a recomendarle a mi esposa que anote el número de la patente del vehículo
en que seré trasladado, soy introducido
a él y conducido a San Eugenio, calle cercana al Estadio Nacional y que en
aquel tiempo estaba rodeada de terrenos
casi baldíos. Ponen grilletes en
mis manos y venda en los ojos y sobre
ella un par de lentes oscuros, para que de esta manera desde afuera, quienes nos vieran pasar sólo
observaran en el auto a algunas personas
acompañadas de un señor de anteojos contra el sol, sin imaginarse que allí
llevan a un preso político mas, en la larga lista que tenía acumulada la
dictadura y que negaba sistemáticamente.
El miedo se iba apoderando cada vez mas de mí y
aunque trato de razonar con cordura no lo puedo conseguir, estoy paralizado
física y mentalmente, el vehículo corre rápidamente durante varios minutos
hasta detenerse en lo que juzgo un portón donde se identifican y, respondiendo a una pregunta sólo alcanzo a
escuchar la respuesta “se entregó mansito el huevón”. A empujones y trastabillones ya que no veo el
camino, soy conducido a la celda en que
permaneceré no sé por cuanto tiempo. Ya solo y entre las murallas de mi
prisión, apartado contra mi voluntad, de mi familia, sumido en la
incertidumbre, en la más cruel de las torturas
como es el no saber que me sucederá, si saldré vivo o seré un detenido desaparecido más,
nuevamente me hundo en la desesperanza.
Las dudas y preguntas sin respuesta que me hago me
martirizan ¿Qué sucede con mi madre, mi esposa,
mis hijos? también ellos seguramente están
sufriendo igual o mas que yo, que
terrorífico es sentirse a disposición de individuos de mente criminal y sin posibilidad de defensa alguna, me
siento abandonado totalmente a mi suerte
y a la reacción animal de mis aprehensores ¿Qué hacer Jesús mío? Brota de mis labios casi por instinto esta
pregunta.
A interrogatorio
Escucho pasos que se aproximan a mi celda para
llevarme a” INTERROGATORIO “, por mi cuerpo
recorre un estremecimiento , siento frío y como animal conducido al
matadero soy empujado hasta el lugar donde el inquisidor me interroga sobre situaciones y hechos que
desconozco, cada negativa mía va acompañada de “ malos tratos “ así los llamaré
desde ahora, sin detalles morbosos. Se me consulta y muestra
una serie de fotografías de
personas que nunca he visto y entre ellas algunas de quienes si fueron mis
compañeros de partido político, el Partido Socialista o del trabajo en la
Consejería a quienes pienso felizmente no he vuelto a ver y lo asevero, pero
nada es verdad para ellos, su sadismo los incita a no creer y así volver a castigar y siguen y siguen los “malos
tratos “
Centran posteriormente su interrogatorio en un
listado con nombres de personas y sus direcciones que dicen recogieron en mi
casa cuando la allanaron, pero que no me muestran, con nombres extraños,
diversas direcciones y de diferentes
ciudades, al no darles una clara
explicación y al insistirles que no se de que se trata reinician nuevamente las
vejaciones. Tiempo después, ya en mi hogar, comprendí que las direcciones a las
que ellos se referían correspondía al cuaderno en que yo tenía la lista de mis
clientes de Santiago y de provincias y los nombres extraños que tanto les
intrigaba no eran sino los nombres de fantasía de sus negocios.
Me llevan en vilo a mi celda a la que ahora soy introducido por quien
supongo hace el papel de bueno de la
película, me convida un cigarrillo y me
autoriza a sacarme la venda unos minutos, doy una rápida ojeada al lugar y opto
por no mirarlo a él. Se inicia un corto
monólogo en el que me invita a decir la verdad ¿ cuál verdad ? así podré liberarme de nuevos interrogatorios y,
no usa tapujos para recordarme que se
les puede pasar la mano a mis interrogadores, con graves y conocidas malas consecuencias para mí o que afuera,
mi hogar podría ser allanado nuevamente y mi esposa también podría ser
detenida sino obtienen de mi lo que
esperan, y yo sé bien como
podría ser tratada mi mujer , está fresco en mi memoria el recuerdo
de Carolina Wiff mi compañera en la Consejería que fuera asesinada después de ser sometida a
crueles y degradantes torturas.
“El hombre bueno " se retira dejándome en la
más profunda angustia, peor aún que los
malos tratos recién sufridos. ¿Qué hacer Jesús
mío? Se viene nuevamente a mis labios
su nombre, hace ya tanto tiempo que no recurría a Él, que no recuerdo
claramente cuando fue la última vez , es cierto que durante ese tiempo jamás dejé de tener fe de creer en Dios, pero en lo más íntimo,
relegándolo al baúl de los recuerdos ya que mi vida real estaba dedicada a temas mundanos y no siempre muy santos, trato de recordar y
por mi mente, como la sinopsis de una película,
vienen a mi memoria los hechos de
mi infancia , cuando en el Oratorio Don Bosco
siendo muy niño, era un fiel y
entusiasta cristiano, alegre y participativo en cuanta actividad hubiera en el colegio : teatro, coro,
procesiones, banda de pitos y tambores
y, pretendiendo apoyarme en mi fe
de la niñez, como un aval, pido a Dios que olvide mi pasado de los últimos años y vea en mi aquel niño que con lealtad le servía… y me ayude.
La respuesta a mi ruego siento que ya la he recibido
como una inspiración, es la idea de escribir mis memorias así sin lápiz ni papel, sólo en mi mente y de esa manera evadirme del
lugar en que me encuentro mirando a mi
interior e ignorando en lo posible mi situación,
que de no ser así caeré en la
desesperación o la locura y con ello perjudicaré y causaré aún mas dolor a mis seres queridos.
Extraño entusiasmo siento ante la idea y si El me la
inspiró un lugar debe tener allí conmigo, corro un tanto la venda que aprisiona
mis ojos y observo nuevamente el lugar
en que me encuentro hasta detener mi vista en el vértice donde se juntan
las murallas con el techo, allí se produce uniendo estas tres líneas una forma de cruz extendidas los brazos hacia el cielo, hacia
allá dirigiré mis oraciones, ya no estaré solo, tengo un compañero en mi celda
con quien compartir mis angustias.
Nuevamente a interrogatorio
Van pasando las horas y los días, no sé cuántos. Se
pierde la noción del tiempo en la oscuridad y yo absorto en mis recuerdos consigo casi olvidar el lugar en que me
encuentro, pero vuelven una y otra vez a recordármelo aquellos que han hecho
del odio y la tortura su tarea cotidiana, siento pena por ellos ¿ odio, rencor ? no, aún en estas condiciones sólo desprecio
por lo que hacen , disfrutan de su crueldad y por eso, ellos si
merecerían el calificativo de
" humanoides " como pretendió calificarnos a nosotros, sus víctimas,
el principal y entusiasta cómplice del
dictador, el Almirante Merino. Ese individuo que permitió se ensuciara,
manchando con sangre chilena, el buque insigne La Esmeralda, nuestra “Dama
Blanca”
Siento ruidos en la puerta de mi celda, aprecio que
soy observado por bastante tiempo, tal vez
curiosos de verme sin movimiento con la mirada dirigida al rincón y hacia el techo, deben creer que
estoy enloqueciendo ya que permanezco como una estatua, en la misma posición,
clavado en el suelo, durante toda mi permanencia.
El crujir del
cerrojo me advierte que nuevamente me llevarán a interrogatorio, ya se lo que
me espera, pero curiosamente el temor que sentía las primeras veces ahora es
menor, mi anhelo es que me traigan de vuelta ojalá sin ser
demasiado prolongado el interrogatorio, íntimamente me encomiendo a mi
compañero de celda y me entrego a mi
suerte. Esta rutina se repetirá constantemente mientras permanecí ¿Secuestrado?
¿Preso? ¿Retenido?
Otra vez de vuelta a mi celda y nuevamente vuelvo a
tomar mi lápiz y papel imaginarios y, reiniciar mis recuerdos.
Salvador Allende
Corría el año 1958 y me había integrado a la campaña
presidencial de Salvador Allende, del Chicho, como gustaban llamarlo sus amigos
y compañeros más cercanos, cuando tuve por primera vez contacto directo con él.
Fue precisamente en el transcurso de una de las actividades conque realizábamos
sus proclamaciones, que debimos trasladarnos a
Viña del Mar, pero previo a esta proclamación teníamos que detenernos en
Llay Llay, en donde nos esperaban para celebrar un acto cívico.
Al salir de la Casa del Pueblo, nombre con que designábamos
el lugar donde funcionaba el Comando de
Campaña, lo hicimos con retraso, por lo que iniciamos una loca carrera para
llegar en forma oportuna y no retrasar las diferentes actividades programadas
para el día. Yo manejaba un auto de mi propiedad, en el que habíamos instalado
en su techo dos altoparlantes los que servían para invitar a la ciudadanía,
avisando que nuestro candidato estaba por iniciar el acto central.
El auto en que se desplazaba Allende era mucho mas
nuevo que el mío por lo que al intentar no perderle distancia y correr a su
misma velocidad ,fundí el motor en la bajada de las Chilcas, lugar muy
peligroso en aquel tiempo. Recurrimos a
un camionero, que pasaba por el lugar, para que nos remolcara hasta Llay Llay,
este accedió, pusimos un cuerda con la
que unimos los vehículos e iniciamos el descenso, no habíamos corrido mas de un
kilómetro cuando la rueda de repuesto que el camión llevaba y, que no había
sido bien afirmada, se soltó y fue a caer delante de la rueda de mi auto,
provocando un salto lo cual enredó el cordel,
en aquel momento no percibí que con ello cortó la manguera del líquido
de frenos. Optamos entonces por poner mi auto delante del camión para que este
nos empujara, continuamos así por algún tiempo hasta que fui tomando vuelo, mas
al intentar frenar antes de una curva muy pronunciada, recién me di cuenta que
no teníamos frenos, fue así como debí ir buscando un lugar que nos detuviera,
el cual encontré, felizmente, en una roca que estaba en el costado del cerro y
que se encontraba después de un montón de arena lo cual atenuó el golpe.
No podíamos detenernos a lamentar lo sucedido, sino
continuar tirando el auto, nuevamente con el cordel, hasta llegar al lugar de
la concentración donde conseguimos otro
vehículo donde instalar los altoparlantes y continuar nuestro compromiso en esa
ciudad y luego, ya en la tarde, encaminarnos hacia Viña del Mar.
A mi lado se
encontraba mi tío, hermano de mi madre y socialista desde su juventud, a medida
que avanzábamos por la ciudad, nuestra
calidad de militantes del partido socialista, nos impulsaba a usar los
altoparlantes invitando a integrarse a él. Yo conducía el vehículo e iba con el
brazo izquierdo apoyado en la ventanilla cuando sentí un fuerte palmoteo en mi
brazo y al mirar hacia fuera, para seguramente echarle un garabato al
inoportuno, me encontré cara a cara con el rostro molesto de Allende que nos
increpaba por nuestro sectarismo y nos invitaba a hacer una campaña unitaria,
argumentando que la suya era una candidatura de todos los partidos populares y
no sólo del P.S. La verdad que en un comienzo quedé bastante molesto, ya venía
acalorado por todo lo que nos había sucedido, pero luego entendí y acepté lo
razonable de su orden y continuamos nuestra tarea, ahora respetando el sentido
unitario.
Eran bellos tiempos en que nuestro sacrificio no
importaba, el espíritu idealista de quienes militábamos en el partido nos
impulsaba a trabajar en diferentes tareas a veces hasta altas horas de la noche
sin mas premio que la satisfacción personal de ser leales a nuestro compromiso
socialista. Era habitual nuestra salida a pegar carteles con propaganda de la
organización, por los candidatos que el
partido había designado para que nos representaran, o apoyando algún movimiento
de los trabajadores por sus reivindicaciones
y, por supuesto, en las campañas presidenciales de nuestro líder.
Fueron tres las campañas en que actué como dirigente
en mi comuna, en una de ellas en 1964 incluso nuestra iniciativa nos llevó a
crear de manera independiente el Comando Unido de Izquierda, nuestra intención
al crearlo, era dar amplia tribuna a todos
los sectores superando todo tipo de limitaciones y sectarismos muy común
en aquel tiempo.
El triunfo de Eduardo Frei M, en esa ocasión fue rotundo,
sin embargo nosotros dimos muestras públicas de satisfacción por la tarea
realizada la cual había sido solventada con nuestros propios medios y del
aporte de vecinos, el local en que funcionamos en la esquina de calle Victoria con Lira no quisimos cerrarlo hasta altas
horas de la noche, a pesar de que era claro el triunfo Demócrata Cristiano, al
contrario junto a queridos compañeros socialistas como Guillermo González, con
quien hasta el día de hoy conservo una grata amistad, organizamos una fiesta la
cual aparecía como extraño para los adherentes a la candidatura
triunfante, quienes pasaron frente a
nuestro local en una marcha de celebración que organizaron los D.C. del sector,
con quienes tuvimos un corto pero respetuoso dialogo, se retiraron del lugar, y
nosotros continuamos con nuestra actividad.
Allende era realmente extraordinario no sólo en lo
intelectual sino que también físicamente, al visitar una población de Santiago
después de una agotadora jornada nos situamos a descansar al lado del camino,
cuando él se nos acercó que ya nos conocía y confiaba en nosotros y nos pidió
amablemente el auto para descansar unos minutos, ya que si lo hacía en el suyo
lo reconocerían y no podría reponerse, nos indicó que quince minutos le
bastarían, se recostó y quedó inmediatamente dormido, transcurrido el tiempo
nos aprestábamos a despertarlo, cuando se levantó del asiento hizo un par de
ejercicios de elongación y quedó como nuevo, según su expresión y como pudimos
comprobarlo el resto de las noche, en las poblaciones que continuamos
visitando.. En otra ocasión fue invitado
a un almuerzo proclamación al cual debimos como siempre acompañarlo, este acto
transcurrió sin mayor novedad claro que a nosotros nos ignoraron debiendo permanecer sin comer ante lo cual
Allende, al notarlo, reaccionó molesto y
nos envió una nota disculpándose por la situación, que por lo demás no
era atribuirle a él.
Desde aquellas ocasiones me hice su ferviente
partidario y mi vida como militante socialista se hizo cada vez mas constante llegando a ser
Dirigente Regional de Organización de Santiago,
precisamente en el período que
coincidió con su cuarta campaña y en la que fue elegido Presidente de Chile,
posteriormente yo fui candidato a regidor (actualmente concejal) por la misma
ciudad.
De la obra de Allende, una vez elegido, muchas y
diversas opiniones se podrán tener
favorables o contrarias, pero mi experiencia me incita a recordar con agrado en
la que tuve una directa participación y se refiere a la actividad que debí
desarrollar como Delegado Provincial de la Consejería Nacional de Desarrollo Social, cargo en que
me designó el gobierno popular (Unidad popular). Este organismo con sus debidas
transformaciones, era el heredero de la Oficina de Promoción Popular creada por
el gobierno de la Democracia Cristiana y que ponía su acento en el trabajo de
desarrollo de las organizaciones comunitarias como las juntas de vecinos, centros de madres, etc.
Con la llegada de la Unidad Popular no
sólo cambiamos su nombre sino que lo que era más importante su sentido de
desarrollo social y de allí su nuevo nombre. Entre las tareas que debimos
abordar fue la de ayudar a crear las J.A.P (juntas de abastecimiento y precios)
organismo que fue creado para contrarrestar el desabastecimiento que había provocado
la derecha golpista ocultando los productos de primera necesidad y destruyendo
empresas agrícolas, todo ello para desprestigiar al gobierno y así crear las
condiciones para llevar a cabo el golpe militar que ya estaba siendo preparado
aun antes que la U P. asumiera el gobierno.
Pero mi labor
principal la desarrollé en los Balnearios Populares que a lo largo del país se
instalaron para servir a los sectores de menos recursos, dándoles la
posibilidad de disfrutar de las playas de Chile desde Pichidangui por el Norte
hasta Duao por el sur incluyendo Papudo, Las Cruces, Santo Domingo y en el Lago
Rapel sector de Llaullauquén.
Debíamos emprender un largo y agotador viaje para
llegar a los balnearios mas distantes y en buses de regular calidad ya que las
empresas mas grandes generalmente no aceptaban realizarlos, como una manera de
contribuir al boicot al gobierno popular, en que también estaba empeñada la
derecha económica.
Normalmente llegábamos al anochecer, momento en que
eran recibidos y atendidos en el comedor con una necesaria y reparadora cena,
por los funcionarios de la Delegación, durante la cual les daba la bienvenida a
nombre del gobierno deseándoles una agradable estadía e invitándolos a que
juntos nos organizáramos para así disfrutar mejor esa semana de esparcimiento,
muy merecida por lo demás. Teníamos toda una organización para atenderlos,
incluyendo estudiantes universitarios voluntarios, hombres y mujeres que
formaban jardines infantiles y guarderías para atender a los niños y de esta
manera sus madres pudieran disfrutar plenamente las vacaciones que les brindaba
el gobierno popular, a su vez ellos se daban su propia organización para
mantener el orden y cooperar con nosotros en cuanto fuese posible y necesario.
Preciosa labor que
recuerdo con orgullo y emoción, pues era impactante ver como mujeres
modestas de las poblaciones, sus compañeros e hijos se impresionaban hasta las
lágrimas, quedándose extasiadas frente al mar o al lago Rapel, que la mayoría
de ellas veían por primera vez. En estas y otras tareas trabajamos codo a codo
con una gran compañera socialista, hoy mártir víctima de la dictadura, Carolina
Wiff con quien en muchas ocasiones
debimos compartir gratos momentos y otros llenos de dificultades pero que aún estos últimos me traen
satisfacción, pues en todo lo que hicimos actuamos con responsabilidad tratando de cumplir nuestro cometido y
compromiso con nuestro gobierno y por ende con los sectores mas desposeídos que
era la gran preocupación de todos nosotros. En los días primeros del inicio del
régimen militar la vi por última vez, fue en la Plaza de Armas de Santiago que
nos atravesamos en la calle y donde al verme me hizo un gesto de alejamiento el
que comprendí rápidamente, se sabía seguida y no quiso comprometerme, así una vez mas
demostraba su afecto y sentido de responsabilidad .
Fue también en aquel tiempo y a través de la
Consejería que conocí a tres maravillosas personas Mercedes González, Oscar
Díaz Madrid, y su compañera Margarita Jeldres seres de una valía y un corazón
inmenso que dejaron en mí una profunda huella plena de agradecimiento por su
actitud ante la vida y sus semejantes, dadores de amor gratuito los tres y que
en los momentos difíciles de mi vida y también en los gratos estuvieron junto a
mí, recordarlos al redactar estas líneas me hace sentir como un hombre rico en
felicidad y gestos de amistad, por diferentes motivos siempre les recordamos
con mi esposa quien también los conoció, compartió con ellos y aprendió a
quererlos como yo.
Mercedes González era una funcionaria que trabajaba
en la Delegación , antes que yo me integrara a Desarrollo Social, era una
religiosa católica perteneciente a una orden
que renovaba sus votos cada cierto tiempo y con quien desde el primer momento
en que yo asumiera mi cargo congenié y confié plenamente, por su inclinación a
decir las cosas con claridad basándose en la verdad , lo cual me permitió tener
una visión objetiva y a veces diferente a la que me entregaban mis compañeros
de la U.P. funcionarios antiguos y otros, destacados recientemente como yo en
esa institución.
A Oscar Díaz M
y Margarita Jeldres, les conocí con motivo de los temporales que
azotaron Santiago el año 1971 y que
causó graves daños a la población mas modesta, como las personas que habían
construido sus débiles mediaguas en las
orillas del rio Mapocho en el sector de Lo Barnechea, y otros en una población
de la misma localidad y que estaba situada en un lugar que por su geografía
acumulaba muchas aguas, sumado esto a la nieve que aplastaba los débiles techos
de sus casas, muchas de ellas habían
colapsado poniendo en peligro la salud de los niños principalmente.
Esta desgracia hizo que pusiéramos en movimiento a
todos nuestros funcionarios. Una de las medidas fue pedir a través de los
medios de comunicación apoyo para ir en su ayuda,
apoyo que consistió en ropa, zapatos, frazadas
etc... La respuesta que tuvimos fue bastante exitosa, nuestras oficinas
se llenaron de diferentes aportes lo cual nos enfrentó a una situación nueva,
de como hacer para llegar prontamente
esta ayuda, con la municipalidad de la comuna no podíamos contar, pues
la miopía del alcalde de la época lo había llevado a declarar que en su comuna
no había problemas, quizás se refería a los sectores donde habitan los vecinos mas
acomodados. Por recomendación de un funcionario antiguo de la Oficina que
conocía perfectamente el sector, debido a tereas que había realizado
anteriormente en el lugar, y por lo cual además sabía de los dirigentes
vecinales, profesores y personas comprometidas
con la comunidad, fué que aceptando una sugerencia de él que acudí a solicitar la colaboración de
Oscar y Margarita, quienes con mucho agrado nos facilitaron su hogar como
centro de operaciones, y con su apoyo pudimos cumplir nuestra labor.
En la parcela de Oscarito y Margarita, que ellos
habían adquirido no hacía mucho tiempo, fue donde en el primer momento del
golpe militar busqué refugio, ya que en el sector donde yo vivía era muy
conocido como socialista adherente al gobierno popular y el peligro que pesaba
sobre mi era muy real. En su hogar permanecí durante el tiempo que
consideré prudente, luego y ante el
llamado perentorio de la Junta Militar, que había asumido el poder, a quienes
ostentábamos algún cargo de importancia de presentarnos a hacer entrega de él,
opté por acatar la orden a pesar del riesgo que esto conllevaba y de la
insistencia de mis amigos a que permaneciera en su casa y no me arriesgara por
las incalculables malas consecuencias que podría traer el hacerlo, pues ya la
represión había comenzado y con fuerza.
Me presenté en mi Delegación, donde fui recibido con
una mezcla de solidaridad y complicidad por los funcionarios que continuaban
laborando allí, quienes me narraron lo
acontecido en el lugar y además me facilitaron el que entregara el cargo sin
tener que enfrentar a ninguna nueva autoridad, actitud que por cierto reconocí
y agradecí.
Pasado los primeros meses, que parecían ser los mas
peligrosos, iniciamos con Mary mi compañera en aquel tiempo, una muy hermosa amistad con Oscar Díaz y
Margarita Jeldres, compartiendo sus fiestas y participando de gratas veladas donde no faltaba la poesía
el canto y comidas a la chilena que eran las predilectas de todos los
comensales. La alegría y la fina atención que siempre brindaron a todos sus
invitados nos permitieron olvidar por momentos los tiempos críticos por los que
pasábamos.
Mercedes González,
para la mayoría Mechita que como una muestra de cariño así la llamábamos todos,
amigos y compañeros de trabajo, es por nosotros enormemente querida, así como
toda su familia principalmente su madre con quien también hemos vivido días que
alegran nuestra existencia y que continuamos compartiendo hasta el día de hoy.
Con Mechita
durante todo el período de la dictadura permanecimos constantemente
comunicados a pesar de la distancia que nos separaba, pues se encontraba
trabajando en Vallenar, sabía de ella y de la labor que desarrollaba por mucho
tiempo cercana al recordado Obispo
Monseñor Aristia, quien al igual que el Cardenal trabajaba en favor de los
perseguidos por la dictadura y en pro de los Derechos Humanos, lo que también a
ellos le significó estar en la lista negra de las huestes de Pinochet.
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