Carmen Silva
1973
Martes
El martes, a las 2:30,
recibimos la noticia del allanamiento a la industria Luchetti, ya que
supuestamente existía una denuncia sobre armas y rehenes. Efectivamente, al
rato llegaron dos buses de militares, pero no entraron. Permanecieron afuera,
pues venían a vigilar la salida de todos aquellos que quisieran hacerlo antes
del toque de queda." Sin embargo, de paso, preguntaron por el nombre del
interventor, de los dirigentes sindicales, etc.
Aprovechando la salida de
varios empleados que andaban en vehículos, a un grupo se nos dio la orden de
trasladarnos a una industria cercana, más pequeña, Tisol.
….
Durante todo el día martes
escuchamos un intenso tiroteo. Un compañero que vivía frente a la escuela de
telecomunicaciones, nos informó que ahí dentro había una batalla campal y que
sacaban los cadáveres en camiones. Tuvimos la misma información del sector
Macul.
….
Ahora, cuando podemos ver
con más claridad y mayor información, la tarde del martes y la del miércoles
fueron de absoluto desconcierto. Se organizaron guardias para la noche; dos
atendíamos el teléfono, unos treinta dormían en una oficina pequeña al lado y,
en otra, otros treinta. En esos días
estuvo con nosotros, permanentemente, un estudiante venezolano.
Miércoles
Las informaciones de la
mañana eran alarmantes; fusilamientos en Comandari, Sumar, el Partido
Socialista usado como paredón e incendiado. Los bandos militares llamaban a
entregarse a extranjeros, dirigentes políticos y personeros de gobierno. (Debe
recordarse que desde el martes a las 15:00 regía el toque de queda: nadie podía
moverse de donde estaba ...). Nuestros informantes iban cayendo, sus teléfonos
ya no respondían, estábamos prácticamente aislados.
Mientras esperábamos,
sentíamos las ráfagas de ametralladoras muy cerca, a unos cien metros. Al mirar
hacia la calle, vimos a un hombre joven con una sábana blanca en una mano,
arrastrando a una mujer que sangraba profusamente, detrás de ellos corrían
llorando despavoridos un par de niños de dos o tres años.
….
Desde este momento en
adelante el testimonio puede resultar confuso y la secuencia inexacta, pues
todo se precipitó vertiginosamente.
Venían unas sesenta
personas, entre pobladores, mujeres y niños, gritando por la calle; eran de una
población. Abrimos las puertas y les dimos refugio. Simultáneamente el ruido de
las balas aumentó: era una verdadera guerra. Calculamos que ésto sucedía más e
menos a una cuadra, en la industria
desde donde yo había salido el día anterior. En medio de la agitación llamamos
para informarnos.
"Están aquí, al frente. Son boinas negras
y carabineros en tanquetas, deben ser unos quinientos. No se entiende lo que
está pasando, pareciera que están peleando entre ellos, pero puede ser una
trampa. Tienen armas pesadas; bazookas, morteros.'' Nos cortaron la
comunicación.
….
El tiroteo aumentaba,
aparecieron helicópteros, Hawker Hunters, ametrallando en descensos rasantes.
Luego, un largo y enervante silencio, sólo quebrado por ráfagas secas. Después
de ésta tregua momentánea, se inició exactamente lo mismo en otra industria
cercana. La primera del sector ya estaba en silencio; veíamos sus torres
destrozadas, inútilmente, porque ahí no habían armas y, menos aún, para
enfrentar "Hawker Hunters” helicópteros, batallones de fuerzas especiales
etc. Los oíamos acercarse. En la segunda industria fue más breve, pero el mismo
rito: insultos, golpes, ruidos. No recuerdo bien el tiempo; ya no se medía en
los términos usuales, segundos, minutos, horas.
Recuerdo cuando llegaron a
nuestra calle, a la industria del frente. Yo continuaba en la oficina, de
pronto escuchamos una enorme explosión; se quebraron los vidrios. Un morterazo
hizo volar una torre. Los bombarderos comenzaron a sobrevolarnos. El techo de
la fábrica era de vidrio, me di cuenta que los remolinos de polvo eran balas.
Estábamos tendidos contra una pared de ladrillos que separaba la planta de las
oficinas.
Todos estábamos
extraordinariamente tranquilos y silenciosos, …
Como despertándonos de un
sueño forzado, les escuchamos entrar al casino. La pesadilla se hizo realidad,
las brutalidades sin límites, sobrepasando toda imaginación. ‑“ Asesinos,
huevones, perros, delincuentes, rotos de mierda, así es que se creían con
derecho a tomarse las industrias, los terrenos ... ¡se les acabó el recreo!” En
medio de estos gritos, llantos de niños y mujeres, de golpes de todo tipo, se
abrió la pequeña puerta y entraron.
Yo iba tranquila, como
anestesiada. La verdad es que algún mecanismo interno de esquizofrenia latente
le permite a uno desdoblarse. No estoy aquí, ésto no está pasando, paciencia ya
despertaremos. Y fuimos saliendo.
Unos
pasos más adelante iba el joven estudiante venezolano. Al salir, vi
a los pobladores formando parte del terreno, les golpeaban como a sacos, los
hacían revolcarse; la sangre se confundía con la tierra. Las mujeres no
sollozaban, ni gritaban, lloraban en silencio.
Eran sus hijos, sus maridos. Me acuerdo de una mujer que fue extraordinariamente
valiente al gritar: "No, delante de los niños, no."
Mirando
hacia la derecha, un boina negra, orgulloso, exhibía su trofeo: el joven
estudiante venezolano, cogido del pelo y con sus manos en la nuca. (Por jóvenes
como ése, estamos esforzándonos en forjarnos de hierro.)
Nos sacaron trotando a la
calle. Llovían los insultos, golpes y culatazos. Estaban excitados, daban la
impresión de drogados, borrachos de violencia y miedo.
….
En uno de los recorridos de
la fila arengándonos, un soldado nos hizo poner de pie a mí y a otra mujer
junto a la reja. Fue una situación extraña, una suerte de consideración
machista. Paradojalmente, al escapar de los golpes y culatazos, el castigo fue
mayor, pues presenciamos con detalle las torturas.
…..
A
la entrada, en la caseta, estaban el portero, el interventor y el estudiante
venezolano. Les pegaban sin cesar.
…..
No creo que pueda describir
la brutalidad, los golpes hacían que perdieran el equilibrio, y se les golpeaba
más duro en el suelo. Recuerdo a un compañero que al sentir un alarido, levantó
la cabeza del suelo, un militar se la aplastó con su bototo, su rostro quedó
convertido en una masa sanguinolenta.
Arriba del edificio había un
lienzo que decía: "Esta industria está en manos de los trabajadores: un año en el área social".
Trajeron a dos jóvenes, muy pobres y flacos .y señalando un listón de madera,
largo, no más ancho que una mano, les
ordenaron: "¡Ya mierdas, tienen
tres minutos para poner el listón contra la pared, subirse y sacar ese trapo
asqueroso!''
…..
No entendí cómo se equilibraban.
El de más abajo se sujetaba con los pies descalzos, enrollados en el palo, la
espalda curvada por el esfuerzo, los brazos como alambre tenso sujetando al
compañero. Este, como un pájaro, agarró con las dos manos el lienzo enorme, lo
desprendió de un tir6n, perdió el equilibrio y cayó azotándose contra el
cemento, como bolsa de agua. Quedó inmóvil, verde, un hilo de sangre saliendo
por las comisuras, y borbotones por la nariz.
El militar lo pateó. ‑
"Llévense a este perro mugriento". Se produjo un silencio, que
minutos más tarde lo interrumpió una voz vibrante: "Compañeras, Cristo
murió en la cruz por defender a los pobres como nosotros, recemos para que no
sigan maltratando a nuestros compañeros, por la vida de nuestros
compañeros!" "Padre nuestro que estás en los cielos...", entre
gritos y llantos se escuchaba la plegaria, como trasfondo invisible del
infierno de afuera, ya escalofriante.
Adentro en la industria todo
era destrozo. El oficial a cargo, boina negra, alto y rubio, puso atención en
mí.
‑"Tus documentos"
…Me empezó a interrogar, sin tocarme. Le
dije que era asistente social de ese sector. En ese momento me salvó el haber
nacido en la burguesía y el saber emplear un tono insolente y de barrio alto.
En realidad, protesté en voz alta, escandalizada por todo lo que estaba
sucediendo, buscando el modo de alentar a los compañeros. Me di cuenta que ese
tono y forma de proceder lo desconcertaba, porque yo lo tuteaba, le desobedecía
cuando me hacía poner las manos detrás de la cabeza y alegando que estaba
cansada, metía las manos en los bolsillos. Fue una vergonzosa cuestión de
clase, lo que le impidió maltratarme, pues transpiraba y palidecía de deseos de
hacerlo.
Trajeron
al estudiante venezolano, siempre en silencio y manteniendo una sonrisa dulce e
irónica. Venía sangrando con las manos amarradas en la espalda, semidesnudo,
casi inconsciente. Lo traían arrastrando de los cabellos. Nuevamente lo
levantaron como un trofeo.
"Este
venezolano dice que todos ustedes le conocen, a ver, vamos a interrogarlos uno
por uno ¿quién conoce a éste extranjero asesino?''
Fue
la humillación definitiva.
Un
boina negra, ya sea de un culatazo o de una patada, levantaba las cabezas de
los compañeros. Todos negaban, creo que fue el único momento en que me corrieron
las lágrimas.
El rubio me preguntó si lo
conocía. Le contesté que sabía que era un becado venezolano y le pregunté si le
habían encontrado armas que lo torturaban en esa forma. Me contestó que
"ese perro había dado muerte a un carabinero". Le aseguré que no se
había movido de nuestro lado. Otro boina negra me mostró una mano herida y me
dijo que se la había hecho un joven igual al venezolano con un cuchillo
amarrado a un palo.
Un boina sacó un alambre
eléctrico forrado, de una bolsa de cuero que llevaba en la cintura, y empezó
lentamente a pelarle las dos puntas y a hacer una especie de enrollado en
ellas.
El rubio me preguntaba ‑"
¿Así es que no le gusta lo que está viendo?''
Se llevaron al muchacho a la
oficina. Por el ventanal pude ver cuando le bajaron los pantalones y aplicaron
electricidad en los testículos. Le hacían recuperar el conocimiento tirándole
agua.
….
Pasó un boina negra y me
dijo: "Cuando te dé la orden, sígueme" Levanté los hombros
indiferente. Miré hacia abajo sorprendida; había dos pozos de agua, uno a cada
lado de mi cuerpo: era el sudor que corría por las manos al suelo.
Volvió a pasar: "Tenme
confianza".
Mucho rato después, me puso
la metralleta en la espalda y me gritó: "corriendo, las manos detrás de la
nuca, se acabó la huevada''
Mi enemigo, el boina alto y
rubio, a pesar de estar ocupado en todo tipo de violencias y provocaciones, se
dio vuelta a preguntar: "¿Dónde la llevas ?"
"Donde las mujeres''
El amigo inesperado me dijo:
"Corre, no contestes más, entiende de una vez lo que quiere". Y nos
fuimos al casino donde estaban las mujeres.
En el casino, el boina negra
nos informó que nos llevarían a la avenida Vicuña Mackenna, donde ya habían
unas cinco mil personas, y que nos dividirían en grupos, los interventores y dirigentes
sindicales, al regimiento Tacna; los sospechosos de activismo político, al
estadio Chile, y el resto, al estadio Nacional. Los extranjeros ...
Estaba oscuro. Un soldado
que entró a tomar agua nos dijo que afuera estaban formando a todos en filas de
a tres. Nos sacaron. Adelante,
encabezando la columna iban el interventor y el estudiante venezolano (lo poco
que de él quedaba) siempre con las manos amarradas. Al llegar a la avenida
Vicuña Mackenna, el oficial conque yo me había enfrentado le desató las manos y
nos ordenó levantar la cabeza para observar lo que les ocurriría a los
extranjeros que venían al país "a matar chilenos".
“¡Corre,
huevón!” El muchacho, sin poder tenerse en pie, tropezó con el carabinero que
tenía la orden de dispararle ... Cayó, muerto, de un disparo en la nuca, contra
los muros de la industria IRT.
Le
dije bajito: "me alegro de una cosa, no dormirás tranquilo ni una sola
noche del resto de tu vida !! Así sea". El carabinero que disparó soltó el
arma y comenzó a aullar como demente.
(Creo
que el muchacho ya no sentía nada, mejor dicho ésa era nuestra esperanza.)
Enrique
Maza, 23 años, estudiante de ingeniería, venezolano.
jueves
Al levantarse el toque de
queda, salimos cuatro o cinco mujeres. En el camino vimos heridos y moribundos
detrás de algunos muros. Los que podían hablar, nos decían que siguiéramos, que
no nos acercáramos.
….
Mi casa fue allanada 12
veces. Los amigos ... presos, asesinados, fusilados. En las listas reconozco
los nombres: Fernández, de ELECMETAL, Clement, de Loncoleche,....
Pienso y he comprobado que
miles, como yo, nos consideramos sobrevivientes, y como tales, ya no nos
debemos a nosotros mismos.
ENRIQUE ANTONIO MAZA CARVAJAL
Enrique Antonio, "Pellizco", tenía 23 años de edad, soltero, Venezolano, estudiante de Ingeniería en la Universidad de Chile. Simpatizante del Partido Socialista. Fue ejecutado el 12‑09‑73.
Su cadáver fue encontrado en la vía pública y remitido por Carabineros al Instituto Médico Legal. El informe de autopsia expresa que la causa de la muerte es una "herida de bala cérvico raquídeo‑medular". Sus restos fueran repatriados a Venezuela.
Por testimonio de un militante socialista, se conoce que "Pellizco" se encontraba en la Industria Tisol, ubicada en Vicuña Mackenna, cerca de Luchetti. En la empresa permanecieron un grupo de obreros acompañados por militantes socialistas universitarios. Este grupo permaneció desde el 11 de septiembre hasta el mediodía del 12, momento en que la industria fue ocupada por boinas negras del ejército los que procedieron a detener unas 50 personas.
Pellizco fue separado del resto y llevado hasta una caseta situada a la entrada de la industria. Al parecer se le aplicó electricidad, dado los gritos desgarradores que se escucharon. A las 4 de la tarde, todos los detenidos varones fueron trasladados a Vicuña Mackenna y entregados a carabineros. Las mujeres permanecieron detenidas en la industria, entre ellas Carmen Silva y Jimena Mora.
Pellizco fue también entregado a carabineros. Lo acusaban de ser cubano. Estaba visiblemente golpeado y con las manos amarradas a la espalda. Permaneció de pie junto a un vehículo policial, luego le ordenaron "corre". El se negó "no, me van a matar". Le ordenan nuevamente que corra y se escuchó un disparo y é1 cae al suelo. Aún a las 6 de la tarde, cuando subían a los prisioneros a los buses de Carabineros para ser trasladados al Estadio Chile, el cuerpo de Pellizco permanecía en el mismo lugar.
Al cumplirse el día 12 de septiembre de
1998, 25 años de la muerte de Enrique Maza Carvajal, venezolano,
estudiante de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Chile, se realizó un Acto en su memoria, organizado por el Centro de Estudiantes de Ingeniería Facultad de Ciencias Física y Matemáticas, Universidad de Chile y la Fundación MEMORIA Y FUTURO
En esa oportunidad se incorporó su
nombre a la Placa Recordatoria ya existente en el Hall Sur del Edificio
Central, Avda Beaucheff Nº850.
Fundación Memoria y Futuro (e.f)
La Fundación Memoria y Futuro surgió
como una iniciativa de un grupo de compañeros socialistas en el año 1994. Su
objetivo es rescatar la memoria histórica y el ejemplo de nuestros mártires, de
la izquierda chilena y latinoamericana, e impulsar acciones tendientes a apoyar
el logro de verdad y justicia, recopilar información y conseguir darles sus
nombres a plazas y calles, entre otras iniciativas.
Queremos que no se pierda la memoria de
seres humanos que merecen ser recordados. Y también queremos que las
experiencias de sus vidas nos sirvan para la construcción de un futuro mejor
que lo que hemos tenido que vivir, un futuro más cercano al que ellos querían
para sus pueblos. Por eso nuestro
nombre: “Memoria y Futuro”.
En torno a estos objetivos se han
motivado y participan muchas personas. Hay militantes de Partidos, hay
independientes, incluso jóvenes escépticos frente a la política de hoy, en fin.
Y hay muchos más que colaboran de distintas maneras.
Hemos realizado actos en memoria de
compañeros, contamos con un espacio
físico y gente siempre dispuesta a
apoyar de distinta forma el cumplimiento exitoso de los objetivos que en cada
oportunidad definimos. Trabajamos por
darnos mayor organización y legalizar la Fundación.
Marisol Bravo, Gabriela Miranda, Enrique Norambuena, Alberto Zerega, Mónica Allende, Camila Muñoz, Francisca Muñoz, Anita Lagos, Aníbal Sepúlveda, Amanda González, Carme Silva , Edith Vargas y muchos más.
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