viernes, 13 de septiembre de 2013

Otro atentado: La desnacionalización de chilenos

Chile bajo la bota

                         CÓMO FUI EL PRIMERO
                          Y ÚNICO PERIODISTA
                          “DESNACIONALIZADO”

                                                                                    Hernán Uribe  (*)
                            Septiembre 9 de 2013 
  
 Entre las innumerables tropelías, asesinatos, torturas y otros crímenes cometidos por la tiranía que encabezó Augusto Pinochet Ugarte en Chile durante 17 años figura también la eliminación de la nacionalidad chilena de los opositores y en ese absurdo castigo me correspondió ser el primero de la lista y único periodista a quien se aplicó esa arbitrariedad con pretexto en un escrito con mi firma publicado en el periódico mexicano “Excélsior” el 28 de julio de 1974.

 Recuérdese que apenas usurpado el poder la Junta Militar decretó un “Estado de Guerra” y lanzó al papelero la Constitución cuyas disposiciones fueron reemplazadas por “decretos leyes” uno de los cuales con número 165 y fecha del once de diciembre de l973 establecía: “Los chilenos que atentan (sic) gravemente desde el extranjero en contra de los intereses del Estado, perderán su nacionalidad”.

Nótese la tónica dictatorial: todo ocurriría sin proceso alguno de por medio ni contemplaba un eventual derecho a la defensa. Debemos al semanario “El Siglo” reaparecido como tal en 1990 y dirigido por el colega Guillermo Torres, el conocimiento de las Actas Secretas de la Dictadura. En la que corresponde a la sesión del seis de septiembre de 1974 habla el ministro de Relaciones Exteriores:
“Presentó al Consejo de Gabinete el caso de Hernán Uribe Ortega, periodista chileno, socialista asilado en la Embajada de Panamá y actualmente en México, quien escribió el artículo “La Junta chilena y sus planes para atacar a Perú”, publicado en el diario “Excélsior” de México, “Presencia” de Bolivia y “La Opinión” de Buenos Aires”.
 Prosigue el acta: “Nota: dio lectura al artículo y los antecedentes legales del caso (cursivas nuestras). Otra nota: “El Gabinete, por unanimidad, está de acuerdo en cancelar la nacionalidad de Hernán Uribe Ortega”.

Luego, Pinochet interroga: ¿Cuándo se aplicara esta medida contra Volodia Teitelboim? (Entonces senador y dirigente del Partido Comunista chileno) Después se sabría que el tirano estaba convencido de que el notable escritor y político era un ruso nacionalizado…aunque había nacido en Curicó, una conocida ciudad chilena.

Versiones torcidas 

Las torcidas versiones de la escasa prensa de esos tiempos hicieron caso omiso del precepto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que apunta: “A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ¡.“La Segunda”, un tabloide vespertino de Santiago (6-9-74) tituló: “¡Apátrida periodista UP.(Unidad Popular, coalición política que respaldaba al presidente Allende). Es Hernán Uribe, castrista de Punto Final”.! Al momento del golpe este servidor era el director del vespertino Ultima Hora (Santiago)  perteneciente al Partido Socialista. El matutino “La Tercera” se sumó al coro el día 7 de septiembre de 1973:
 “Periodista Hernán Uribe perderá su nacionalidad por ser un mal chileno”. Debemos suponer que el mismo modelo se aplicó en televisión y radiodifusión. (1) Debo agregar aquí que el Gobierno de  México, siempre solidario, me otorgó un documento de identidad y viaje.
Al tenor de las actas que hemos mencionado, sabemos que el así llamado Consejo de Gabinete trató también el tema de la nacionalidad en una sesión del 16 de abril de 1974, presidida por “el sr. Presidente de la Honorable Junta de Gobierno”. Leemos: Punto I. Pérdida de nacionalidad. Se proponen cuatro casos concretos: Carlos Contreras Labarca, Armando Uribe Arce, Carlos Vasallo  Rojas y Luis Henríquez Acevedo.

Sin embargo, como las decisiones sobre los casos presentados se basarían también en los informes de los diplomáticos de Chile en el exterior, algunos de los asistentes no los consideraron suficientes para los casos propuestos. Entonces, el ministro de Defensa interviene: “Sugiere enviar personal especializado, por ejemplo de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) a objeto (sic) de tener la información requerida”.

El siete de junio de 1976 un “Decreto Supremo” suprimió la nacionalidad de Orlando Letelier, ex ministro de Salvador Allende, ex embajador en Washington y exiliado en Estados Unidos donde sería asesinado junto con su secretaria estadounidense R. Moffit. Actuaron entonces aquellos “enviados” que pedía el ministro. De nueva cuenta “La Segunda” comentó: “El caso Letelier es el tercero en que el Estado ha debido privar de su nacionalidad a individuos mal nacidos. Anteriormente cayó en este máximo castigo Hernán Uribe, periodista castro comunista” (¿?) (2)

El  reportaje argumentos
   
El reportaje que me dio el honor de ser el primer “desnacionalizado” lleva el epígrafe: “500 millones de armas en 10 meses” y el título “La Junta chilena y sus planes para atacar a Perú” y se publicó el 28 de julio de 1974. En este escrito la clave es la revelación de las adquisiciones de armamentos por la dictadura y en el contenido general numerosos datos y las lógicas conclusiones. No se afirma que habrá guerra sino que se prepara un conflicto bélico.

En cuanto al acopio de las armas de diversa naturaleza y que obviamente era un secreto he sostenido y sostengo que los datos me fueron proporcionados por alguien que he llamado mi propio “Garganta Profunda” con evidente alusión al misterioso personaje del escándalo de Watergate en Estados Unidos y que fuera informante de un periodista. Con anterioridad y procedente de la misma fuente habíamos revelado, también en "Excélsior", una Circular de la cancillería golpista dirigida a los embajadores y que contenía observaciones acerca del mundo propias de un despistado  ya que denotaba una suprema ignorancia del Orbe.

Léase la entrada (lid) del escrito que enfureció a Pinochet y compañía: “La eventualidad de un conflicto bélico entre Chile y el Perú no es descartada hoy por los analistas de la situación en el cono sur del continente. En esta materia es aventurado pronosticar fechas, pero la amenaza de tal absurda guerra subsistirá- se enfatiza- mientras en Chile permanezca en el poder la Junta Militar que derrocó al Presidente constitucional, doctor Salvador Allende”. El texto de 14 cuartillas contiene abundantes datos y las conclusiones lógicas que de ellos se desprenden.
    
Allende Pacifista  

Otro antecedente de importancia incluido en nuestro texto es el comentario que escasos días antes del golpe nos hizo Allende a un pequeño grupo de periodistas. Señaló al efecto que algunos uniformados opinaban que habría serios problemas con Perú y que ese país iniciaría un conflicto armado contra Chile presuntamente en el centenario de la Guerra del Pacífico que correspondía al año 1979. Toda la argumentación de esos belicistas se basaba en discutibles informes de inteligencia. Los sectores mencionados sostenían que debía Chile adelantarse a los hechos y aplicar la clásica premisa de las tácticas guerreras: el mejor ataque es la sorpresa…
  
El presidente Allende-escribimos-apuntó en la oportunidad que consideraba disparatada y extremadamente grave la proposición pues era opuesta a toda la doctrina de su gobierno y contraria, por supuesto, a los sentimientos del pueblo chileno.

    Una vez usurpado el poder, el general del aire Gustavo Leigh, miembro de la Junta habló de la “Misión histórica que Dios ha puesto en nuestras manos” y remarcaba que “Chile volverá a la época en que fue un país rector de América”. El almirante José Toribio Merino también integrante del cuarteto dictatorial, rebautizó al Pacífico como “Mar de Chile” en tanto que Pinochet declaraba su admiración por los ex presidentes chilenos Diego Portales, Manuel Bulnes, Anibal Pinto y por el general Manuel Baquedano. Todos esos personajes históricos corresponden a las etapas de las dos guerras de Chile contra Perú Bolivia en el siglo XIX. Hablando con mucha preocupación, pero tranquilo, el doctor Allende dijo que confiaba en que su amistad personal con el general Velasco Alvarado ( a esa fecha presidente del vecino país) y la ascendencia que el como presidente de Chile tenía con algunos jefes de las fuerzas armadas del país lograrían modificar la situación.

40 AÑOS ATRÁS

En el análisis de un felizmente abortado choque armado debe considerarse-como lo hace nuestro escrito- que cuatro décadas atrás había en Perú un gobierno regido por militares progresistas y latinoamericanistas que empalmó en l970 con el régimen chileno de la Unidad Popular. Esta convergencia dijimos entonces, hizo amigos personales al general Juan Velasco Alvarado y al doctor Allende. Rememoramos de nuestro reportaje: “El 12 de septiembre de 1973, el general Velasco Alvarado rindió tributo público a la memoria de su amigo asesinado, el presidente Salvador Allende.”

Más: “En enero (1974) el general Velasco propuso una conferencia regional dirigida a controlar y congelar la adquisición de armas por un plazo de diez años. Por la misma época, el tema de posibles roces chileno-peruanos comienza a tratarse en los medios informativos y políticos del continente. El “Time”, norteamericano, aseveró que Francia había ofrecido la venta de cohetes anti navales del tipo Exocet  tanto a Chile como a Perú. El cronista militar de Associated Press, Fred Hoffman, acotó que “fuentes de los servicios norteamericanos consideran que han comenzado a reaparecer algunas de las tradicionales hostilidades entre los dos países”.

Como puede apreciarse mi trabajo periodístico tenía una base sólida así como argumentos válidos. Podemos adicionar experiencias personales aunque relacionadas con lo que hemos comentado. En 1975 una Comisión Organizadora que se había creado en 1974 quiso reunirse en Perú para procurar se realizara el congreso creador de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP). Viajé a Lima como integrante de ese comité pues el Gobierno peruano haba sugerido que esa capital podría ser la sede de un Congreso Constituyente.

Lo dicho no se materializó porque se puso como condición que  la reunión NO aprobara una condena de la dictadura chilena. La Comisión, obviamente, rechazó tal pretensión.

Apenas instalado yo en un hotel limeño, me visitó un teniente del ejército quien con mucha amabilidad me preguntó si poseía más datos aparte de lo que contenía mi reportaje. Naturalmente le dije que no. Al despedirse, siempre cortés, me dijo: “Usted tiene aquí doble vigilancia: la nuestra y de la embajada de Chile.”
             Conocedor de la DINA viajé hacia México en el primer vuelo que logré…. 

 (*)El autor fue el último director del diario chileno "Ultima Hora" y actualmente es Presidente de Honor de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP)
                                                                                                                    

     
 
(1) El vespertino Las Noticias de Última Hora no pudo editarse el 11-9-73. La llamada Comisión Valech, nombre del obispo que la presidió, afirmó en 2004: a) La Junta Militar instauró el control total de los medios de comunicación; b) Los  pocos medios autorizados fueron sometidos a censura; c) La dictadura procedió a clausurar la prensa escrita y las radioemisoras que fueran partidarias o respaldaban al gobierno constitucional de Allende.  
 (2) Todos los medios de comunicación juntistas fueron de ínfima calidad, rasgo muy notorio en la prensa escrita. En la práctica se trataba de propaganda calificadora del “enemigo” con términos como apátridas, vende patrias coludidos con el marxismo internacional y el comunismo soviético…

Al mismo tiempo la Dirección Nacional de Comunicación Social (DINACOS) de la dictadura filtraba noticias falsas y elaboraba truculencias.

martes, 10 de septiembre de 2013

Relato sobre mi vivencia del 11 de septiembre de 1973

Fidelma Allende Miranda
Septiembre 2013


Antes de empezar propiamente el relato quisiera recordar qué papel desempeñaba yo en esa época.

Ese mismo año en Marzo fui elegida diputado por Santiago y desde el Congreso de la CUT en elección directa (1971) desempeñé el cargo de Secretaria de Relaciones Internacionales.  Los días previos al golpe, se vivía una situación muy tensa en todo el país y especialmente en Santiago.  Sin embargo, el 4 de Septiembre (fecha en que se realizaban históricamente las elecciones) se realizó una grandiosa marcha por Alameda, hasta la Plaza de La Constitución, donde estaba el escenario y donde el Presidente Allende fue el principal orador.  En esa marcha, participaron alrededor de un millón de personas, fundamentalmente trabajadores y jóvenes.

Las 48 horas anteriores al golpe, seguían siendo de mucha tensión, como dije anteriormente, de gran incertidumbre entre las fuerzas que apoyaban al Presidente.  Había rumores de golpe divulgados masivamente y gran incertidumbre, pues no se vislumbraba por grandes sectores de la población (trabajadores, sindicatos, organizaciones sociales e incluso bases militantes del Partido Socialista), ¿cómo podíamos defender al gobierno, las conquistas logradas por el pueblo y tratar de debilitar y aniquilar a las fuerzas opositoras (la derecha golpista, empresas afectadas por las estatizaciones) y por sobretodo la posición de EE.UU., contra el gobierno?

El domingo 9 de septiembre de 1973 el Partido Socialista realizó una gran concentración en el Estadio Chile (hoy Estadio Víctor Jara) donde el principal orador fue Carlos Altamirano, Secretario General del Partido a la época.  Allí se expresó una gran efervescencia y deseo de poder resistir el golpe.  Pero eso era sólo en el discurso.  Como dirigente de la CUT, estaba muy cerca de las organizaciones de trabajadores y sabía que la CUT no contaba con elementos para responder a un gran ejército tan bien pertrechado como el chileno y además con tanto odio como se había generado azuzado por los sectores más reaccionarios de la derecha chilena.  

La CUT contaba solamente con los Cordones Industriales que se fueron implementando casi libremente por iniciativa de los propios sindicatos, pero no contaban con armas o con elementos que permitieran defender las industrias.  En los días previos al golpe, con mucha frecuencia eran allanadas las industrias de los Cordones Industriales en busca de armas (Ley de Control de Armas) y se producía una situación de gran tensión, porque obviamente los trabajadores se oponían a los allanamientos.  En dos o tres oportunidades me tocó acudir a las industrias del Cordón Vicuña Mackenna, en mi calidad de diputado, con el objeto de impedir un enfrentamiento.  Todo esto se hacía con el objeto de debilitar la organización de los trabajadores y someterlos a vejaciones si no accedían a los allanamientos.  

Volviendo al domingo 9 de septiembre, mientras se realizaba la concentración del Partido Socialista en Santiago, yo viajé a Valparaíso y Viña del Mar para cumplir una tarea especial.  Estas dos ciudades parecían lugares sitiados por la Marina. Destacamentos de la Armada controlaban todos los puntos más importantes de la ciudad, el comercio estaba cerrado y no me fue posible cumplir mi objetivo que era conversar con los dirigentes de los partidos de la UP, especialmente el Partido Socialista, pues no estaban ubicables y el local del Partido estaba cerrado.  Con esa visión regresé a Santiago, con la convicción de que el golpe había empezado.  Incluso ya en Santiago, la tarde del Domingo, mi auto fue controlado por los militares.  La revisión no fue completa, pues yo presenté mi credencial de Diputado. 

El Lunes 10 fue un día de reuniones tanto sindicales, como políticas. Al mediodía, dos dirigentes CUT, nos trasladamos a la sede principal del PS, en calle San Martín para requerir información e instrucciones respecto a la situación.  El compañero Hernán del Canto (QEPD) de la Dirección Política del Partido Socialista, nos informó que siempre estaba latente el peligro del golpe y que debiéramos  mantener las medidas de alerta, pero que el Presidente llamaría el martes (probablemente) a Plebiscito para definir la situación y evitar el golpe.  

Ya sabemos lo que ocurrió.  Ese mismo lunes, la Dirección de la CUT tuvo una reunión con el Presidente, el resto de los dirigentes permanecimos en la Sede Central de la CUT, en calle Cienfuegos.  Debíamos esperar información sobre la reunión para divulgar o entregar instrucciones a todo el país.  Eso no ocurrió, pero alrededor de las 19 horas llegó a ese local, un amigo de Luis Figueroa (Presidente de la CUT en 1973) quien dijo tener urgencia de verlo.  Como no sabíamos donde ubicarlo, este amigo (ex militar) nos informó rápidamente para hacerle llegar a Carlos Altamirano y dirigentes políticos y sindicales.  El había constatado personalmente que las Fuerzas Armadas estaban acuarteladas desde las 5 de la tarde, acuartelamiento total.  Que aviones Hawker Hunter habían despegado desde Tobalaba con rumbo al norte, aparentemente.  El golpe militar se daría en la madrugada, que estaba todo preparado y que por tanto era urgente alertar a los partidos y a la CUT.  La información me pareció veraz y fuimos de inmediato a San Martín, allí sólo se encontraba el compañero Luis Urtubia, a cargo del télex del Partido.  El era un militante ejemplar, entregado totalmente a la causa y estaba cumpliendo su responsabilidad, pero no tenía mayor información.  Solo pude conversar brevemente con Rolando Calderón (Secretario General de la CUT) y miembro de la Dirección del Partido, a quien entregué la información y que se encontraría más tarde con la Dirección de la UP.  

Durante esa noche no recibimos ninguna señal ni instrucción.  Solo bastante avanzada la mañana cuando el golpe militar, certero, avasallador, brutal, tenía gran parte de Santiago y del país controlado.  El llamado de la CUT a resistir fue tarde –alrededor de las 10 de la mañana-.  El día 11 todo fue muy rápido.  A las 6 de la mañana los tanques se desplazaban hacia La Moneda. Yo salí en auto desde Las Condes hacia la CUT – (muy temprano, 6:30 de la mañana), nos costó mucho llegar, las calles estaban cortadas y ya había control militar por todos lados.  Alrededor de las 8 horas, logré llegar a Cienfuegos – sede de la CUT. Había solo algunos dirigentes, recuerdo a Humberto Elgueta (dirigente de la CUT y Presidente del SUTE) QEPD.  Ellos discutían si se llamaba de inmediato a los trabajadores, de acuerdo a las señas acordadas y otros opinaban esperar hasta las 10 de la mañana. No pude participar casi nada, pues me pidieron que abandonara el local rápidamente, ya que seguramente el local sería allanado y yo detenida.  Debía dirigirme a las Torres de San Borja, donde había compañeros de contacto.  Al llegar allí, Las Torres estaban tomadas por verdaderos guardias, pude ingresar e instruir a los compañeros para que abandonaran el lugar. Lamentablemente yo quedé cercada en el sector.  Las horas siguientes fueron terribles, cercada, sola con el chofer, en el auto escuché por la radio las últimas palabras del compañero Presidente.


Última alocución de Salvador Allende en "Radio Magallanes".

Santiago de Chile, 11 Septiembre 1973
Seguramente esta es la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación.
Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron... soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino que se ha auto designado, más el señor Mendoza, general rastrero... que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director general de Carabineros.
Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.
Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen... ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
Me dirijo sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los Colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos... porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando la línea férrea, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder: estaban comprometidos. La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición, pretende imponerse. Sigan ustedes, sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza, de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.
Sentí la derrota, la congoja, la pena espantosa y aterrada por lo que ocurriría con miles de compañeros.  Pronto empezó el bombardeo a La Moneda, los Hawker Hunter pasaban por nuestras cabezas y casi todo el bombardeo lo viví desde ese sector de Las Torres de San Borja.  Creo que alrededor de las 12:30 o 12:45, logramos salir del sector, después de múltiples intentos en que el chofer se bajaba y me gritaba que nos iban a matar.  Logramos salir totalmente contra el tráfico, dimos vuelta por el Cerro Blanco y llegamos al Barrio Recoleta, donde supuestamente había una casa de seguridad.  Esa no era tal, las dueñas de la casa me pidieron que me fuera, de modo que recorrimos Recoleta, que conocía muy bien.  Los compañeros estaban en la calle y me pedían armas para defender y defenderse.  Fue casi imposible explicar lo inexplicable, que no teníamos armas y que el golpe era seco, total y que no podíamos resistir.  Al final escucharon mis opiniones: que se organizaran en grupos pequeños, que se mantuvieran contactados, que reunieran dinero, alimentos y establecieran una red de ayuda. A ellos mi homenaje, mi recuerdo, ellos mantuvieron su estructura política por muchos años y pudieron en la medida de sus fuerzas resistir y sobre todo permanecer – sobrevivir-.

Posteriormente me dirigí a la casa de mi amigo y compañero Boris Vildósola, que vivía en el barrio –y que aún mantenía un mural de mi campaña-.  Se trataba de resguardar a los niños pequeños (tres) y a su compañera.  Ellos abandonaron la casa, pues seguramente iba a ser allanada.  Logré también contactar a compañeros de la Universidad Técnica –donde estaba Boris- para que abandonaran la Técnica, algunos escucharon, pero los jóvenes se quedaron, sabemos lo que ocurrió con ellos y con la Universidad.  La casa de Boris fue ametrallada y allanada la misma noche del 11.  Eran momentos de enorme inseguridad, estábamos abandonados a nuestra suerte y tratamos de ser, a pesar de la amargura, lo mas racional posible para salvar la vida.


Busqué refugio en el barrio –se había anunciado toque de queda para las 3 de la tarde-.  Solo transmitían las radios controladas por los militares.  Los focos de resistencia fueron pocos.  Esa noche yo logré refugiarme en la casa de un amigo árabe, dueño de una tienda de Patronato.  Allí pasé el toque largo, allí escuché una radio de EE.UU. que informó de la muerte de Salvador Allende.  La radio informó que el Presidente había sido asesinado por el General Palacios.  Yo abandoné esa casa,  pues el Bando Militar, en la noche del 11 había dado mi nombre entre los más buscados. El resto del cuento es otra historia.

Compañeras y compañeros, yo he querido hacer este relato, especialmente para la juventud y los nuevos militantes.  El Partido Socialista al 73 era una organización sólida, con estructura nacional, sedes políticas de Arica a Punta Arenas, con inserción en todos los ámbitos sociales (sindicatos, juntas de vecinos, centros de madres, asociaciones de empleados, asentamientos campesinos, etc.), y con principios muy claros respecto a los cambios de la sociedad. Hoy necesitamos que el Partido recupere ese quehacer, la participación en todas las organizaciones sociales y sobre todo que ponga en práctica los principios básicos del Socialismo.  Con satisfacción vemos hoy que los jóvenes de nuestro Partido y del país, como dijera el compañero Presidente en sus últimas palabras, están abriendo las amplias Alamedas.


¡Viva el Partido Socialista!

domingo, 8 de septiembre de 2013

Constantinos, el impulso profesional

Dr. Claudio Sepúlveda-Álvarez
Ámbar (Contra el olvido)

La vida sigue su curso.
Multifacética, enriquecedora, nostálgica o dolorida, desafiante a veces, Cuatro años desde la partida de Chile me han dotado de una profesionalización internacional que me permite enfrentar tareas diversas y responsabilidades crecientes, apoyadas en la formación y la experiencia adquirida en la tierra patria. Que parecen cada vez más sólidas, a medida que se conocen y compara con las realidades que me rodean. Abordo conjuntos de participantes –como el que ahora me rodea en esta pequeña sala de trabajo, venido de todos los rincones de Asia- con parsimonia, conocimiento local interdisciplinario, en inglés, como si ésta fuese predestinación desde mi lejana y provinciana educación Concepción-de-Chile. Allí, donde, desde el colegio primario, pasando por el Liceo y la Universidad, durante veinticuatro años, nunca saliera de un kilómetro cuadrado de terreno!

Hoy, 1978, me separan 25.000 kilómetros. Físicos. Los del intelecto son más.

Estoy en Bangkok, en el Instituto de Desarrollo para el Asia, lo más próximo del latinoamericano ILPES que uno pueda imaginar. Hasta Raúl Prebisch nos ha visitado hace algún tiempo, sorprendido de encontrar un latinoamericano en las antípodas. Hoy, dicto una conferencia sobre las repercusiones sociales de la urbanización, con especial referencia a la demanda, oferta y acceso a servicios sociales. Chile es precursor. Urbanizado como lo está desde hace varias décadas. Hasta sus experiencias en organización comunitaria suburbanas son relevantes, en una parte del mundo donde la solidaridad es un valor practicado con búdico convencimiento.


Desde hace algunos minutos una voz, vecina, proveniente de la sala colindante, interfiere con mis elucubraciones societales. La voz habla en inglés tan acentuado como el mío, aun si lo es de manera distinta. Timbre curiosamente familiar… dónde pude haberlo oído? No hay indicio alguno, pero mi atención se desdobla, iniciando una búsqueda acústica en alguna parte de mi cerebro.

El receso de media mañana nos hace salir hacia la pequeña cafetería que, al fondo del patio, nos cobija a todos en tales ocasiones. El ruido de sillas que nos alcanza, indica que no seremos los primeros en terminar labores, Encontraré al dueño de la tal voz, no hay duda. El recinto de la cafetería tiene unos treinta metros cuadrados, festoneados por cortinas azules en las ventanas, y manteles de batik también azulado, en las pequeñas mesas. Los dos aparatos de aire acondicionado  -marca Carrier- hacen un ruido inútil mientras las aspas de tres ventiladores giran, colgados del techo. Los aromas de la cocina thai –omnipresente a toda hora, cui-tio nam, cao-phat- invaden la atmósfera. Junto a una ventana distingo a Vinyu Vichit-Vadakan, el aristocrático Director de Instituto hijo de Luang (Conde) Vichit-Vadakan, protagonista de la constitucionalización de la monarquía tailandesa de los años `30, acompañando una figura, vagamente familiar –también ésta!- que me da la espalda. Vinyu me hace señas con una mano. Me aproximo.
-Quisiera presentarle...dice, dirigiéndose al extranjero, que se da la vuelta en ese instante...
-Costi/Claudio!!
Las interjecciones son simultáneas.
- ...ya veo que no necesitan presentación, termina Vinyu, con su sonrisa de Bhuda terrestre, acentuado la linearidad y el arco de párpados y labios.
Por cierto! Ahí estaba la familiaridad de timbre y figura.
 Retrocedo en el tiempo. Es todavía 1973.

Las olas de la bahía de Lima golpean la línea interminable del malecón –entonces llamado de los Franceses, hoy 28 de Julio-, encaje proximal de ese mar-sábana, infinito, que se extiende ante mí, sentado en el onceavo o doceavo piso, sin caso línea alguna de separación entre mar y cielo, plomos de igual matiz, convenciendo a cualquiera de que la bóveda terrestre no puede ser sino eso, una curva bóveda. La impresión de tristeza es física, imagen gemela de la reina en nuestros corazones. El golpe militar chileno ha tenido ya lugar, nuestros hijos no han llegado aún, no sabemos dónde ir, los compatriotas desembarcan cada día por cientos en una Lima que resiente tanto chileno, memorias de un pasado trágico, con igual ejército protagónico, despertándose con cada nuevo arribo. Lo sabrán ahora, no es la nacionalidad lo que pudo alguna vez separarnos…
 

Constaninos Vaitsos a la izq.
Suena el timbre. Estoy solo. Angélica, nuestra anfitriona, y Doris, mi esposa, han salido a alguna compra imprescindible. Cierro el amplio ventanal de cristal, las olas del mar acallándose en la transposición. Atravieso el amplio living, rodeado por todas partes de piezas de arte, especialmente pictórico, oscilando desde el colonial quiteño al contemporáneo menos ortodoxo, Matta incluído. Angélica es dueña de la galería de arte, razón única de su vida desde el término de su matrimonio. Hasta descubrir a Alexos. Alexos es el pequeñín de los vecinos del departamento homólogo, hijo de una pareja griega que trabaja para el Pacto Andino. Al abrir la puerta, es el joven economista –tendremos más o menos la misma edad- el que se apoya en el umbral, un manuscrito en mano.

-            Hola! Aquí está lo prometido.

 Al parecer tan solo como yo, nos sentamos a discutir la promesa. Que no es tal. Sino una gentil respuesta a mi muestra de interés por su trabajo. Vaitsos. Constantinos, que así se llamaba mi interlocutor, me había traído un borrador de su investigación sobre Transnacionales en la Industria Farmacéutica en América Latina. Más específicamente, Colombia. Tal vez el primer trabajo en su índole. Sí, Habíamos tropezado con tales transnacionales durante el Gobierno Popular.


-      Lo recuerda? digo ahora, haciendo alusión a aquel manuscrito de hace cinco años.
-         Fue una primera prueba de fuego, responde Costi. Probable parte responsable  de mi posterior  nominación al Ministerio de Economía, a la caída de los Coroneles.
-     Comprendo. El mundo es tan ancho… Pero, fíjate, he iniciado un estudio similar para los países de ASEAN – el Pacto Andino del Sudeste Asiático…
-      Pues es de la experiencia del Pacto para ASEAN de la que he venido a hablar. Pero, nunca me dijiste por qué te interesaba aquel trabajo. Medicamentos, se entiende, es médico. Pero, la industria farmacéutica como tal, por qué?
-       Es una larga historia. Fue tu concepción de la transferencia de precios la que desencadenó mi interés. Verás. En el Chile de Salvador Allende, una de las cuarenta medidas tenía que ver con el alto precio de los medicamentos. Con lo poco que sabíamos, imaginamos que tales precios se debían al fraccionamiento de la compra de principios activos. Al comprar en gran escala, las economías así obtenidas nos permitirían reducir los precios al consumidor.


-       Hm! Alguien debió advertirles que era entrar en la boca del lobo…No separar formulación de formas farmacéuticas, de producción de principios químicos activos, es la regla de oro para maximizar ganancias...
-        Efectivamente. Nadie nos advirtió. Las transferencias de las compañías formuladoras, esto es declarar altos precios de los pagos a las productoras de materia prima, sus casa matrices, permitía declarar utilidades mínimas. Chocamos con la fuente misma de las ganancias.
-        Y qué sucedió entonces?
-        Hacia fines de 1971, habíamos llamado a propuestas internacionales para los principales principios activos de ese entonces, algún tranquilizante, antibióticos…
-        Dónde?
-        Londres. Parecía el punto más adecuado. Con conexión indirecta a los USA, pero fuera de ellos. Vino el boicot, desaparecieron los remedios del mercado chileno. Las farmacias nunca tenían nada, Hasta recuerdo al Ministro de Hacienda llamándonos porque no encontraba su antiácido favorito. No entendíamos qué pasaba.
-        Y cómo lo resolvieron?
-        Tuvimos que llamar a consejo a la industria en pleno. Su respuesta, en apariencia, era simple. Las condiciones de inestabilidad dijeron, los hacían fabricar sólo para un mes en lugar de los habituales tres. Unido a ello, el efecto de un público que, al encontrar un medicamento escaso, compraba tres veces más, en previsión. Combinados estos efectos, el mercado era abastecido para diez día en lugar de noventa. En el escaparate eso se ve como que nunca hay nada.
Simple. La luz se hizo refulgente, Las apariencias lo eran todo. Pero esa no era la manera en que el Gobierno Popular enfrentaba su tarea de resolver las necesidades reales de la población. No las simples percepciones del mercado.
-        Pero lo podemos resolver en una semana, llegan las palabras del portavoz de la industria.
- Cómo?
La escueta pregunta del personero de gobierno traduce la perplejidad que nos embarga a todos.
-        Abasteciendo desde Argentina, y reanudando las escalas de producción normales para tres meses.
-        El precio?, pregunta el Ministro , en profunda desazón.
-        Que discontinúen su abastecimiento centralizado y nos permitan volver a la práctica por compañía, como hasta ahora.
Tuvimos que transar. Ahí murió la medida de medicamentos baratos.

-        Era obvio, dice Costis. Ellos perdían todo el mecanismo de transferencia de precios. Adiós ganancia. No podían permitirles hacer eso.
-        Así lo entendí al leer tu trabajo. Ahora, quisiera hacer un estudio similar para ASEAN. Pero aquí va más allá. Estos países son tan poblados –sólo Thailandia tiene cincuenta millones de habitantes- que los mercados locales son muy grandes. Podrían no sólo importar en gran escala, sino también fabricar materias primas localmente.  Mayor ahorro aún.
-        Te deseo suerte, dice Costis, Pero no es simple la tarea, 
-        Te daré el diseño para que me dés tu opinión

Quince años más tarde, hacia 1992, nos reencontramos una vez más.


En Antalya. La costa sur de Turquía es un paraíso turístico. Costis y Nikki, asisten, como Doris y yo, a una reunión mundial del PNUD. Al son de esas danzas masculinas que hacen imposible diferenciar un griego de un turco –son literalmente iguales- , le cuento el resultado de aquellas investigaciones, terminadas y publicadas a mediados de 1980, casi quince años antes. Se había hecho todo, en los cinco países que ASEAN tenía entonces. Los resultados eran bastante asombrosos, las diferencias de precios para un mismo producto final –la caja de remedios, el frasco, que se compra en la farmacia- podían ser de 1 a 10, dependiendo del origen, mes del año, demanda, tamaño del pedido, etc… Los gobiernos y las agencias participantes PNUD, ESCAP, UNTAD, UNIDO, UNICEF lo habían acogido con entusiasmo. OMS se había excluido del estudio. Pero habían heredado la segunda fase del financiamiento, diez veces más alta. No mi Instituto que, entretanto, había prácticamente desaparecido, conmigo y grupo yendo a parar a la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico.

La industria endógena nunca se había consolidado.
-        Ya me imaginaba algo así, dice Costis con una mueca.
-        El poder de las Transnacionales es inmenso.
-        Me pregunto cómo será aquí, contesto con una sobra de entusiasmo por reeditar correrías del pasado.
-        Llegarías a la misma conclusión, dice Costis.
Se llama Globalización de las economías.
Habla el técnico y el ex Ministro. Escucha otro ex técnico, de ojo político en desuso. Es verdad. Las conclusiones serían las mismas.
Y el resultado.
Sólo el subproducto ha sobrevivido.
Esta amistad, que dura décadas.




miércoles, 4 de septiembre de 2013

QUIMANTÚ: Participación plena de los trabajadores en la gestión.

Sergio Maurin U.
Agosto 2013

Ponencia en Foro organizado por la Cut y Colegio de Periodistas

Me corresponde exponer la gestión de la Editorial Quimantú, recordada por su espectacular éxito en la edición 317 títulos y  11.7 millones de libros en 2 años de los cuales se habían vendido cerca de 10 millones, además de imprimir textos de estudio para el Ministerio de Educación, tema que abordará el próximo panelista.  Por razones de tiempo, debí seleccionar sólo un aspecto de la gestión.   Opté por el que considero la madre de todos los logros: la participación plena de los trabajadores en esa gestión.  Por “plena” se entendió que incluía el derecho a participar en las decisiones a todo nivel.   

El análisis de una gestión, se debe hacer a partir de los objetivos asignados y de las circunstancias que facilitan, dificultan y condicionan esa gestión. 

 En el caso de Quimantú hemos leído varios artículos, 2 libros y Wikipedia, escritos a partir de información escasa, errada e incluso imaginada, sobre ambos aspectos, lo que lleva a conclusiones equívocas.  Para situarnos en el tema, pasamos a sintetizar los reales objetivos y el marco referencial.

Objetivos generales.
Fueron establecidos por el Presidente Allende. Eran claros y  concisos. Están expuestos en diversos documentos, que van desde el proyecto de ley que presentó en 1967 siendo senador de oposición hasta el informe público sobre  la Editora que entregó en febrero de 1971. En éste la definió como centro de difusión cultural, (no de creación) cuyos objetivos eran: contribuir a promover la literatura nacional y universal; permitir que el libro sea un bien al  alcance de todos los chilenos y  proveer a estudiantes textos de estudios.  Además, incluyó un objetivo válido  para toda empresa estatal: incorporar a los trabajadores a la gestión.

Fueron objetivos acotados y prioritarios para la etapa inicial de un proceso de largo aliento. Primaban los aspectos educativos y de fomento de la lectura como aportes basales al conocimiento, al saber, al desarrollo intelectual y de la capacidad de raciocinio, esenciales en el proceso que se iniciaba.

La integración plena de los trabajadores  a la gestión, la entendimos como un ejercicio en la vida laboral cotidiana que aportaba al  desarrollo de los valores de solidaridad,  trabajo asociado y equidad que estaban en el alma de la nueva cultura por construir.  Nos abocamos a lo nuestro, en el entendido que otros importantes objetivos culturales se asignaban a otras instancias.  

Marco de referencia.

Zig-Zag estaba en situación de quiebra y acumulaba deudas generadas en los últimos años. Enfrentó huelga de casi 2 meses que exigía reajuste y pago de deudas previsionales. El gobierno de Allende, decretó reanudación de faenas el 1° de diciembre del 70 y el fallo arbitral se dictó el 9 de diciembre. A los pocos días Zig-Zag ofreció en venta al Estado sus activos y se firmó acuerdo el 12 de febrero de 1971.

El Gobierno compró oficinas y talleres de Zig-Zag en pleno funcionamiento, donde laboraban 780 trabajadores que conservaron sus cargos. Además se transfirió la propiedad de 14 revistas con bajo tiraje y algunos contratos de impresión que incluían las revistas norteamericanas  Visión y Reader’s Digest.

El valor de la compraventa lo fijó la consultora estadounidense  Price Waterhouse.  Las  fuertes deudas se descontaron del precio de compra y se transfirieron a la Editora.  CORFO depositaría los fondos para que Quimantú las pagara.  Se firmó contrato de impresión por 2 años de las 16 revistas que Zig-Zag conservó.  Es decir, se continuó  imprimiendo lo de siempre.

Una condicionante esencial poco conocida, fue que la Editora debía autofinanciar su operación y  su desarrollo.  Jamás recibió aportes financieros ni franquicia alguna.  Recibió trato similar al de una empresa privada, con la diferencia que su misión era maximizar su aporte al desarrollo cultural y no de maximizar ganancias.

Quimantú nació con las arcas vacías. Debía pagar sueldos y enfrentar gastos  para cumplir con los clientes y sacar sus propias ediciones. Los ingresos llegaban con más de 1  mes de atraso. La CMPC, monopolio y actor político, nos vendía el papel con pago al contado.  Al poco andar exigió pagos anticipados y retrasaba los despachos. Incluso nos suspendió un mes la venta de papel para revistas. La vía ineludible fue el endeudamiento.

 El fuerte déficit operativo, la falta de capital de trabajo, el endeudamiento necesario, la impresión de textos escolares a bajo precio, la inversión requerida para el inicio de masiva edición de libros con retornos tardíos, la escuálida y elitista red de librería y distribuidoras existentes, prefiguraban un complicado marco operativo inicial. No se podía abordar todos los objetivos, lo que significó atrasar el lanzamiento masivo de libros.

Las fortalezas eran: el complejo industrial impresor con ≈65% de capacidad ociosa;  los activos fijos  que respaldaban préstamos;  la plena autonomía operativa otorgada,  y  la alta capacidad de sus 800 trabajadores, todos afiliados a un Sindicato único, destacado impulsor de cambios. A ello, se sumaba el interés del conjunto de quienes provenían de Zig-Zag,  por mantener su fuente de ingresos. 

A los trabajadores heredados, se sumaron 6 funcionarios directivos en representación del Estado  dueño de la empresa, quienes constituyeron el primer Consejo Administrativo.  

Los primeros pasos.
El discurso de presentación contuvo conceptos que se reiteraron en forma permanente: “la empresa que naufragó en manos privadas, ahora es del Estado, es decir de toda la sociedad.  Su fin ya no es generar las máximas utilidades posibles para sus dueños,  ahora es aportar al desarrollo cultural de todos los chilenos. La sociedad confía que los trabajadores sabremos sacarla adelante. Debemos responder a la confianza depositada. En conjunto debemos pensar, decidir y actuar para elevar la producción, reducir los costos e ingeniarnos para ser exitosos en la tarea de difusión cultural.“

Entre las primeras acciones de quienes llagábamos, estaban las orientadas a ganar la confianza de los antiguos, hacerlos sentir que teníamos los mismos  intereses. Todos nos  afiliamos al Sindicato.  La inserción  en la realidad y sus problemas,  se efectuó  en estrecho contacto con el personal de la respectiva unidad de trabajo y los ajustes siempre fueron con participación del grupo. 

En los primeros días hubo diversas medidas como señales de nuevos tiempos, tales como reducir los sueldos a la mitad de la Gerencia General y restantes Gerencias que pasaron a denominarse Divisiones; eliminar los gastos de representación; trasladar desde gerencias a secciones de talleres insalubres equipos de aire acondicionado y alfombras. La más apreciada fue la súbita eliminación del comedor de Gerencia y del que atendía a los demás directivos, profesionales y personal administrativo. La aparición en el comedor de talleres del Gerente, los 7 Directores de Divisiones y  jefes de distintas instancias, que tomaban su bandeja y se ponían a la cola, resultó impactante.

En breve plazo se difundió un informe completo sobre el estado de la empresa, sus problemas y perspectivas.  

Respecto al nombre “Quimantú” (sol del saber) se decidió en el primer mes mediante concurso interno y votación por Secciones. La propuesta del Presidente Allende -“Camilo Henríquez”- resultó segunda.

Se definieron 2 áreas muy diferenciadas: La de negocios y la de difusión cultural.

La primera debía generar ganancias a través de impresiones a terceros, para crear el capital necesario para una producción creciente y avances en procesos e infraestructura, junto con ingresos para elevar las  condiciones de trabajo y remuneraciones.

La segunda apuntaba al corazón de Quimantú. Editar y distribuir libros y revistas propias, imprimir  textos de estudio para el Ministerio y trabajos encomendados por el Gobierno. Estas publicaciones debían autofinanciar sus costos de producción. Podían existir algunas que no se autofinanciaran, cuando sus aportes  al desarrollo cultural fueran destacados. Nunca regalamos libros o revistas y las donaciones las hacía el Estado adquiriéndolas al costo.

Para el corto plazo, se decidió centrar los esfuerzos en aumentar los ingresos por ventas a clientes para eliminar las pérdidas y generar el capital de trabajo. La misma prioridad tuvo la  impresión a bajo precio de  textos para el Ministerio,  la introducción de mejorar en  revistas propias y la creación de una revista informativa. Otro propósito basal fue el impulso de los Comités de Producción. Se postergó el lanzamiento masivo de libros por la gran inversión que requería. 


Normas para  la Gestión participativa.
Al mes de vida, los Comités de Producción exhibían claros logros. Era hora de institucionalizar la participación. Se entregó al Sindicato una propuesta y éste convocó a la Asamblea.  El teatro estaba colmado y expusimos la propuesta, cuyos puntos más significativos fueron:

a. Establecer  la Asamblea como máxima instancia resolutiva de asuntos de alta trascendencia. Incluía,  la aprobación de Acta de Advenimiento, la resolución de discrepancias en temas relevantes surgidas en el Comité de Administración y resolver conflictos laborales mayores.

b. Ampliar el Comité de Administración a 11 miembros.  Serían 6 representantes del Estado dueño de la empresa -conformados por el Gerente General que presidiría el Comité y 5 Directores de Divisiones- y 5 Ejecutivos Laborales elegidos en votación universal y secreta anual. En adelante, el  Comité resolvería todos los asuntos importantes de gestión  que estaban en manos de Gerencia y Directores de  Divisiones. Allí se aprobaban las propuestas de títulos de libros y de revistas entregadas por cada División editorial.

c. Oficializar los Comités de Producción, precisando  su rol y atribuciones.  Causó revuelo la propuesta de destituir a Jefes de Secciones de talleres -la mayoría  vistos como enemigos-  y elegir al remplazante, cuidando que fuera  un aporte a la productividad.

La propuesta fue aprobada por aclamación. Al día siguiente la mayoría de jefes repudiados fueron electos.
Fue una modalidad pionera  de participación plena y democrática.

Aspectos destacados de la gestión participacipativa.
El Comité de Producción era la clave del sistema. Existían en cada Sección. Allí acordaban cambios en sus procedimientos para elevar rendimientos y reducir costos. La mayoría eran aportes pequeños, pero constantes. Al nivel de empresa tuvo alto impacto. De mayor envergadura fueron la recuperación por el taller mecánico de una  encuadernadora Sheridan de altísimo valor, arrumbada en galpón de desechos y la elaboración de partes y piezas que se importaban de EEUU y la fabricación de un compuesto químico para fotograbado, los dos últimos afectados por el bloqueo. En enero del 73, los trabajadores organizaron una exposición de elementos fabricados. 

En cuanto al trabajo voluntario, cada Comité recibía pedidos o los proponía. Seleccionaba un voluntario apto para apoyar la tarea. La ausencia no podía afectar la producción.

Por esta vía se trabajó en la organización de librerías Sindicales en grandes empresas las que vendía nuestros libros mediante descuentos por planilla, la atención del bibliobús que vendía nuestras publicaciones  en barrios populosos y en verano en playas, la atención de puestos móviles  de venta que ocasionalmente se instalaban en sectores periféricos,  la Embajada Cultural Quimantú y muchas otras.

También acordaban apoyos a organizaciones, campañas, movimientos sociales, etc. Alta relevancia tuvo la movilización durante el paro patronal de octubre del 72  para distribuir productos en nuestros 4 camiones, abrir negocios cerrados -la mayoría con bodegas repletas de productos escasos- y ayudar a trabajadores del sector para poner en marcha empresas paradas.

Los comités analizaban sus interrelaciones con otras secciones e instancias superiores y los asuntos generales de la empresa. Elaboraban propuestas y se pronunciaban sobre consultas. Pocos asuntos se resolvían en Asamblea.  Crearon de hecho una Coordinadora de Comités que fue de gran utilidad.

El avance en el área de negocios, la reducción de costos y el incremento de la productividad  fueron superiores a lo previsto.  Habíamos lanzado la revista “Ahora” en abril, hubo modificaciones y creación de revistas no siempre exitosas; se habían creado originales de libros para la colección Nosotros los Chilenos, se editaron unos pocos libros con carácter exploratorio y en agosto se habían iniciado etapas previas a la impresión de libros de 3 colecciones. A los 6 meses de vida, alcanzamos el punto de equilibrio y luego hubo ganancias.  La perspectiva de ampliar la producción propia e irrumpir con altos tirajes de libros  estaba a la vista. Todo descansó en la iniciativa, el esfuerzo y la plena participación  de los trabajadores.

Pliego de Peticiones.  En agosto del 71 se difundió informe detallado de la situación de la empresa y perspectivas, previo al pliego de peticiones. Se habían erradicado las pérdidas mensuales, pero persistía la necesidad de ampliar el capital de trabajo para el masivo lanzamiento de libros en octubre. Por otra parte, eran frecuentes los atrasos de CORFO en depositarnos los fondos para pagar las deudas transferidas de Zig-Zag, lo que obligaba a desviar fondos propios. Preveíamos período con problemas financieros hasta mediados del 72. Se pidió estudiar posibilidades de limitar las peticiones en la perspectiva de compensarlas en el pliego del año siguiente.

El Pliego de Peticiones afinado en Comités pasó a la Asamblea. Los puntos que se aprobaban eran incorporados al Acta de Advenimiento. El reajuste fue del IPC y otros beneficios fueron mínimos. Para cumplir con las normas, firmamos el Acta de Advenimiento el Gerente General en representación formal de Quimantú y los dirigentes del Sindicato.

Los representantes del Gobierno renunciamos a nuestro reajuste. Algunos trabajadores  pidieron rebajas en los suyos, pero se acordó que fueran préstamos,  los que se cancelaron antes de fin de año.

A mediados del 72 corrían vientos favorables y hubo un aumento extraordinario que luego generó algunos problemas.

En octubre del 72 se aprobó el Pliego-Advenimiento donde se consideraron los anteriores ajustes de cinturones. Lo que generó conflicto con Ministro de Economía. A mediados del 73 el personal de Quimantú era de poco más de 1.500 existiendo 3 turnos.

El más valioso aporte de Quimantú para el desarrollo del país, pienso que fue su modelo de gestión.

La plena participación de los trabajadores en la dirección de una empresa productiva estatal con fuerte autonomía relativa, sin subvención ni franquicia alguna, cuya finalidad era aportar al desarrollo de la sociedad, demostró su superioridad sobre grandes empresas privadas guiadas por el afán del máximo lucro.

Los idénticos intereses de una empresa del Estado y de los trabajadores que allí laboran y la dirigen,  representa una  modalidad superior de relaciones productivas y sociales,  es  escuela de nuevos valores, es expresión superior de cambios culturales.

En la actual realidad, donde los países asisten a una concentración monopólica  internacional que genera crisis  semi permanentes y conduce hacia la destrucción del planeta, pienso que el análisis de  la experiencia de Quimantú cobra actualidad.


Estamos preparando un libro con las memorias  de Quimantú,  donde escudriñaremos a fondo  su vida, incorporando testimonios y copias de documentos que concurren -desde distintas visiones y vivencias- al rescate de la verdad histórica del Quimantú, empresa cuyo espíritu ojalá reviva. 

miércoles, 28 de agosto de 2013

Mi experiencia durante el Gobierno de la Unidad Popular

Margarita Labarca



1.- Algunos antecedentes.

La reforma agraria en Chile había que hacerla, era indispensable. Había que acabar con el latifundio. Eran enormes fundos improductivos, la agricultura chilena era del siglo XIX  y hasta XVIII, las tierras malas, la mayoría sin riego, en un país en que el riego artificial es indispensable porque en el verano en Chile no llueve ni una gota, sólo cae la lluvia en invierno. 

Los dueños eran “aristócratas”, así se lo creen y lo dicen, unos aristócratas descendientes de las gentes de horca y cuchillo  que fueron las que colonizaron el país. Los predios los tenían abandonados, no les interesaban, sólo los usaban para “veranear”, es decir ir de vacaciones en el verano  con sus familias. Estos aristócratas se dedicaban en Santiago a negocios más productivos, o eran gente empobrecida que no sabía administrar las tierras ni tenía dinero para invertir en  ellas. Básicamente se cultivaba trigo en forma extensiva, la productividad era mínima.

Todo esto se sabe, está súper estudiado en cualquier texto que quieras consultar.

Los campesinos vivían en condiciones subhumanas. Había pocos trabajadores en cada predio, generalmente en situación de “medieros”, es decir el patrón les daba una tierrita en que ellos construían su vivienda y trabajaban a ver qué sacaban. Estaban obligados a  prestarle servicios al dueño en el cultivo de su fundo, sin ningún otro pago. 

Debido a la geografía del país, los ciclos agrícolas van cambiando de fecha de norte a sur. Por lo tanto, había miles de trabajadores agrícolas “afuerinos”, de temporada, es decir, gente  trashumante que se iba desplazando por el  país de norte a sur y de sur a norte, según las necesidades de las siembras, cosechas y otros trabajos.  Estos eran el submundo de la agricultura,  ellos y sus familias sin vivienda, sin derecho alguno,  para qué te lo voy a describir, te lo puedes imaginar y por lo demás  todo esto  está escrito.

Es interesante señalar que los “medieros” o trabajadores permanentes de los fundos, no veían a estos afuerinos como competidores, al contrario, tenían gran solidaridad con ellos, por eso una de las reivindicaciones  de los campesinos en todos los casos que conocí, era que se contratara a esta gente como trabajadores permanentes. 

Pues bien, todo este régimen semifeudal se quebró gracias a la reforma agraria que hizo el gobierno de Allende. Después, en tiempos de la dictadura, no se volvió  atrás totalmente, no se restableció el sistema  feudal. Al contrario, se vendieron la mayoría de las tierras al mejor postor, a muy bajos precios, muchas de ellas a industriales o comerciantes. En consecuencia se modernizó la agricultura, se mecanizó, se hizo competitiva y ahora es productiva, exporta al mundo entero y ocupa muy poca mano de obra. No era esa nuestra intención, naturalmente. Queríamos crear explotaciones colectivas, dirigidas por los propios campesinos, en fin, los proyectos eran muchos y muy buenos.
  

2.- Comienzos del Gobierno de Salvador Allende.

Las Intervenciones. Purina.

Apenas subió el gobierno de la Unidad Popular, yo me fui al Ministerio del Trabajo.  El Ministro era comunista, José Oyarce, y el Subsecretario el compañero Julio Benítez.

Julio, un muy buen hombre, era mi amigo porque habíamos trabajado juntos en el Partido Socialista. El era mi jefe directo y único, porque por un lado estaban los comunistas y por el otro los socialistas, y cada uno aplicaba su propia política.

Yo iba a una tarea muy concreta: intervenir todos los predios agrícolas que pudiera.  Este sistema se consideraba como un complemento de  la reforma agraria que hacía la CORA.  

Pues habíamos descubierto un "resquicio legal" muy útil. En la Ley de Reforma Agraria dictada por Frei,  había un artículo, uno solo  -me he olvidado el número- que disponía más o menos lo siguiente: si en virtud de un conflicto laboral un predio agrícola se paralizaba ilegalmente, si había una huelga ilegal, el gobierno, en aras de mantener la producción  podía nombrar un interventor  para resolver el conflicto a la brevedad posible. El interventor actuaba como mediador, y para esos efectos podía darle algunas instrucciones al propio dueño. Si éste no acataba dichas instrucciones, el  interventor  podía asumir la administración del predio, para poner fin al conflicto laboral. 

Al parecer, este artículo se aplicó muy pocas veces durante el gobierno de Frei, y sólo para  favorecer al dueño del fundo y liquidar el movimiento campesino. Los interventores generalmente eran militares que echaban a andar el fundo sin  contemplaciones y sin considerar en absoluto los intereses de los campesinos.

En la Comisión Agraria del Partido Socialista  habíamos inventado la martingala que se pondría en práctica, usando este resquicio legal. Héctor Behm y yo la inventamos, puesto que  los otros compañeros no eran abogados y no entendían esa parte. La cosa era muy sencilla: se paraba un fundo, se nombraba un interventor nuestro, que tenía que ser funcionario público, preferentemente un técnico de cualquiera de los organismos agrarios, especialmente el INDAP (Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario, dependiente del Ministerio de Agricultura). Este interventor le daba al dueño unas instrucciones  imposibles de cumplir, con lo cual podía asumir rápidamente la administración del fundo y hacer lo que correspondiera.

Curiosamente,  nuestro resquicio legal, la primera vez que lo aplicamos  no fue en un predio agrícola, sino en un complejo agro-industrial: PURINA.  Al día siguiente de llegar al Ministerio del Trabajo (serían los primeros días de noviembre, apenas asumido Allende) me dice Julio Benítez: “Hay que ir a Purina, porque está tomada  la fábrica”. Yo protesté, porque no estaba allí para atender esos asuntos, sino los agrícolas. El insistió, porque no había más gente nuestra que enviar. 

Me fui a Purina harto asustada, porque no sabía con qué me iba a encontrar. Además era una tremenda empresa yanqui, una trasnacional que creo que fabricaba alimentos para animales,  no me acuerdo bien. 

Pues me encontré con un conflicto encendido, los obreros sublevados por un lado, los representantes de los dueños -unos yanquis de verdad- por otro y dos interventores socialistas que no sabían qué hacer, en el medio. 

Me fui a una oficina que me habían reservado, me traje a los interventores  y les dije:  “Ustedes les van a dar a los dueños unas  instrucciones tan descabelladas, que no las van a poder cumplir. Entonces, de inmediato levantan un acta y toman la administración. Después se ponen de acuerdo con los obreros y hacen lo que les parezca, los dueños van a quedar totalmente fuera de combate y no van a poder hacer nada”. 

Yo misma les redacté las instrucciones a máquina improvisando ahí mismo. No me acuerdo del texto, claro, pero eran cosas del siguiente calibre: subir todos los sueldos al doble;  la participación en utilidades subirla al doble; contratar 200 obreros más; donarle al sindicato 4 camionetas. Eran como veinte pedidas, todas absolutamente locas. Pero había que asegurarse que no las pudieran cumplir.  

Cuando los gringos recibieron el petitorio, por poco les da un infarto. Gritaban, me hacían reproches, me reclamaban que esto era ridículo, ilegal, etc., etc. Y ahí sacaba yo a relucir la segunda  parte de mi martingala: “Lo siento. Es verdad que el Ministerio del Trabajo nombra a los interventores, pero jurídicamente -porque la ley lo dice- ellos son independientes, actúan en forma autónoma. Yo no puedo darles instrucciones de cómo actuar”.  

Los gringos, furiosos, salieron corriendo, supongo que a reclamar a su embajada o algo así. 

Los interventores y los obreros dichosos y yo, para qué te digo.

Volví a tomar el autito en que me habían traído, sintiéndome la dueña del mundo. De una plumada les habíamos quitado Purina a los gringos, se la habíamos entregado a los obreros. Fue una de las satisfacciones más grandes de mi vida. Después vendrían las dificultades, los tropiezos, el sabotaje, en fin todo eso. En esos primero días de la Unidad Popular yo me sentía  en el séptimo cielo, sentía que estaba construyendo el  mundo nuevo. Pues siempre he pensado que la política, la que pretende crear sociedades nuevas y mejores, hacer revoluciones para edificar el mundo justo del futuro, tiene mucho que ver con el arte.  Yo en tiempos de la Unidad Popular experimentaba esa sensación de manera muy fuerte y clara: así como un artista, al crear una sinfonía o un cuadro, da nacimiento  a  un universo y experimenta la alegría inefable de la creación,  los que no teníamos ese don,  con nuestras manos estábamos construyendo un mundo nuevo y diferente, lo que nos producía la misma exaltación que la creación artística.

Como te decía, esa sensación que yo tenía de estar realizando una  obra de creación, no era una cosa vaga y difusa, sino muy concreta y perfectamente  hecha conciencia. La obra de arte la veía en esos momentos -los de la Unidad Popular- más  bien como una escultura, como estar dándole forma a la arcilla, o tallando la piedra, para que emergiera una forma nueva.  

Era una extraña sensación, más que de alegría, de exaltación extrema. Me decía "He logrado cambiar este pedazo de mundo, darle a esta arcilla una nueva forma, la forma de esta fábrica Purina que ahora pertenece  a  los trabajadores, yo lo he hecho, he sido capaz de hacerlo, cuántas cosas más vamos a hacer,  vamos a hacer un  mundo con nuestras propias manos, vamos a dar forma al mundo del futuro, un mundo nuestro, hecho por nosotros." 

Esa misma sensación la tuve después cada vez que se intervino un predio y se lo entregamos a los campesinos, y los vi organizarse y tomar las riendas del fundo, sabiendo exactamente lo que tenían que hacer.

3.- Intervenciones de fundos.  

Ya te expliqué antes cómo era el procedimiento: se paraba el fundo, nombrábamos un interventor, éste le daba instrucciones imposibles al dueño y cuando el momio no las cumplía, el  interventor tomaba la administración y, ¡Vamos pa' lante! 

Pero claro, otra cosa es con guitarra. El primer inconveniente es que yo estaba  sola, total y absolutamente sola para hacer este trabajito. El área agrícola del Ministerio del Trabajo era muy pequeña, había muy poca gente, porque ¿quien andaba interviniendo fundos anteriormente? Pues nadie. Pero que fuera un área chica o grande no interesaba para nada, porque la gente que trabajaba ahí eran todos democratacristianos, eran opositores. No se les podía echar por razones legales, pues tenían derecho a la inamovilidad. Los dejábamos congelados, no hacían nada, estaban sentados en sus escritorios observando lo que yo hacía y espantándose o jajajeándose para sus adentros. Me acuerdo que uno solo de ellos me dio alguna vez una mano para orientarme en los manejos administrativos del  trabajo, porque yo no tenía la menor idea. Al estar las plazas ocupadas, no podíamos nombrar a nadie. 

Después de un tiempo me conseguí dos compañeras que me ayudaran, pero tenían que trabajar prácticamente gratis. La verdad es que entre estas dos muchachas no se hacía una, tenían buena voluntad  pero nada más.

El asunto de las intervenciones comenzó a caminar  en forma acelerada, después a correr y después a lanzarse en vuelo libre sin paracaídas. 

Los campesinos pronto agarraron la onda. Llegaban a mi oficina desde los lugares más lejanos, a pedir y después a exigir que se interviniera el fundo tal  y el fundo cual, casi siempre por las mismas razones.  A mí me daba gusto verlos, porque hacía tan poco que se habían comenzado a organizar, tenían tan poca experiencia, y sin embargo eran aguerridos, peleadores, exigentes. Hasta tiempos muy recientes, los campesinos se paraban fuera de la casa y esperaban horas que el patrón se dignara atenderlos. Se sacaban el sombrero y lo sostenían con las dos manos sobre el pecho, siempre tenían la vista baja, decían “Sí, su merced…mande, patrón.” Ahora, en esta etapa de los comienzos de la Unidad Popular,  venían compañeros de la Federación Ranquil –de izquierda-, otros de la democracia cristiana, porque en materia agrícola Frei había establecido la "libertad" sindical, había varias  federaciones y organizaciones diversas. Los campesinos llegaban al principio recelosos, desconfiados. 

También era una experiencia nueva para ellos. Se preguntarían ¿quién es esta mujer, qué se trae, qué sabe ella de cuestiones campesinas, si seguro no distingue el trigo de la alfalfa? (bueno, esto  último era bastante cierto).  Me acuerdo de uno que era dirigente de una organización democratacristiana, que era muy agresivo y por eso me gustaba. Mellado se llamaba, muchas veces me he preguntado qué habrá sido de él. El hombre era joven, bien plantado, lo estoy viendo. Me decía "Señora, HAY que intervenir el fundo XXX  en Talca, porque ya está paralizado".  Yo le contestaba: "Señora no, compañera. Y por favor, explíqueme por qué HAY  que intervenir ese fundo". 

Para no alargarme,  te diré que terminé siendo amiga de todos ellos; se transformaron en mis compañeros del alma, porque eran los únicos en quienes me podía apoyar y ellos sabían que yo era la única que los apoyaba, porque este asunto de las intervenciones agrícolas a nadie le gustaba en el gobierno. 

El procedimiento no era tan fácil como parecía, y cada vez se fue complicando más. Primero me llamaba por teléfono un dirigente campesino -yo ya los conocía a todos- y me  decía que en Valdivia, en el municipio XXX,  los campesinos habían declarado la huelga en el predio XXX, de propiedad del señor fulano. Claro, legalmente no era una huelga, porque para que hubiera una huelga legal en el campo había que cumplir tantos requisitos que era prácticamente imposible. Las razones que me daban para la "huelga", eran generalmente las mismas o muy parecidas: el "momio" había desmantelado el fundo, se había llevado la maquinaria, las herramientas  y los animales para Argentina. Los campesinos se estaban muriendo de hambre; querían la intervención para tratar de echar a andar el predio. Yo les decía "Conforme, allá vamos". ¿Qué otra cosa podía hacer?

La intervención había que  hacerla por decreto. Estos decretos, por tratarse de un asunto de urgencia, tenían la característica especial de que se empezaban a cumplir antes de la toma de razón por la Contraloría. Pero en el decreto había que nombrar al interventor, naturalmente. Ese fue uno de mis principales problemas, dónde conseguir interventores de confianza, cómo convencerlos, cómo apoyarlos y ayudarlos.  Acuérdate que yo estaba sola.

Hacía el decreto, Julio Benítez se lo llevaba al Ministro del Trabajo para que lo firmara, el hombre lo hacía con cara de pocos amigos, como diciendo, "Este lío es de ustedes, los socialistas, yo firmo, pero no respondo de nada".  

Y después Julio o a veces yo misma, tenía que llevarle el decreto a Allende para que lo firmara, porque Julio Benítez también le sacaba el cuerpo. El presidente me recibía  y sólo me preguntaba ¿Esto está bien fundado, está justificado? ¿Sabes lo que estás haciendo? Yo tragaba saliva y le decía simplemente "Si, Presidente".  Y él firmaba. Siempre firmó, nunca dejó de hacerlo, aunque fueron cientos los decretos que le llevamos entre Julio y yo y que el asunto se ponía cada vez más complicado, definitivamente color de hormiga. 

A antes de seguir relatándote los hechos, te quiero hacer algunas consideraciones más generales:

Fuimos más allá de lo previsto, es cierto; pero  no fue aquello lo que provocó el golpe. Creo que hiciéramos lo que hiciéramos, el desenlace iba a ser el mismo, a no ser que el gobierno se vendiera totalmente a la derecha y a los yanquis -antes se decía al imperialismo-  lo que no era concebible. 

Todo esto fue un poco como una tragedia griega. Veíamos venir el final pero no podíamos evitarlo, porque el libreto estaba escrito hacía mucho tiempo y nosotros no hacíamos más que seguirlo.

Yo estaba sola. No tenía colaboradores que me ayudaran, no tenía apoyo ni orientación del Partido, porque eran inaccesibles y nunca sabían nada. Hacía lo que me parecía bien. 

Al principio se intervenían predios de 500, 300, 100 hectáreas. Los campesinos se los tomaban y exigían que se intervinieran. Después los fundos eran de 60, 50 hectáreas.  Y yo los intervenía.  Te voy a decir por qué: porque con cada fundo intervenido nos echábamos unos pocos  enemigos en contra -el dueño y su familia- pero adquiríamos  el apoyo incondicional, hasta la muerte, de 50, 100, 200 campesinos.  Ese  simple  cálculo aritmético era lo que me movía; entonces creía que tenía razón y todavía lo creo.  Los dueños de fundo -ya ni siquiera latifundistas  sino medianos propietarios, pero  era lo mismo- saboteaban todo, se llevaban los animales y las herramientas a Argentina, no producían. Querían joder a la Unidad Popular y lo lograron. 

Pero  ganarse el apoyo de miles de campesinos me parece que no  era una mala idea. A lo mejor me equivoqué, pero alguien tendría que convencerme de ello. 

Además los campesinos se estaban muriendo de hambre, necesitaban hacer producir el fundo como fuera para proveer a su subsistencia, era para ellos un asunto de vida o muerte. Y trabajaban, sin herramientas, sin nada, prácticamente con las uñas. 

Pero una cosa te digo, eso sí: siempre atendí cuidadosamente y  respetuosamente a todos los  dueños de fundo que iban a mi oficina a reclamar. Les trataba de explicar lo que era la política del gobierno en materia de reforma agraria, etc. etc. y  destinaba horas a hablar con ellos. En suma, les decía: "No es nada personal, sólo es política". 

Si vieras las presiones que tenía encima, era terrible: las mujeres de los latifundistas me venían a llorar miserias, que su marido tenía cáncer, que la casa del fundo era el lugar en que ellos vivían y ahora los habían desalojado de ella, que lo habían perdido todo. Yo no era insensible a esas lamentaciones, pero no cambiaban en nada mi camino. Los abogados momios venían a reclamar, vociferaban, me amenazaban. Una cosa debo reconocer, que entonces me parecía normal pero que  ahora que he vivido en México ya no me lo parece tanto: nunca me ofrecieron dinero, nunca trataron de comprarme. Porque así como yo intervenía un fundo, podía "desintervenirlo" cuando se me ocurriera. Nadie me controlaba, pero tampoco nadie me ayudaba ni me orientaba. 

Un par de veces traté de llamar al Partido, a la Comisión agraria para pedir una orientación, pero no lo volví a hacer porque era inútil, ni siquiera contestaban al teléfono.

Toda la responsabilidad era mía, exclusivamente mía. 

El asunto se me fue complicando y complicando en la Contraloría.  La que atendía estos asuntos allí  era aquella mujer que después fue ministra de justicia de Pinochet:  Mónica Madariaga, imagínate. Al principio yo le ponía a los decretos: "Está paralizado el predio tal y cual, etc".  Después ella me dijo: “Oye, pero no basta eso, tiene que haber una certificación del Inspector del Trabajo”.  ¡Anda a conseguir que un inspector del trabajo de Valdivia fuera a ver un fundo que estaba en los quintos infiernos¡ Bueno, los  campesinos lo buscaban y lo llevaban. Entonces el decreto decía: "Conforme a la certificación del inspector del trabajo don fulano, de fecha tal, el predio XXX  se encuentra paralizado, etc."  Después la Madariaga me iba poniendo más y más exigencias: no basta citar lo que dice el inspector, se necesita un papel. Yo le acompañaba un telegrama. Después: “Oye, no basta con un telegrama, tiene que ser un oficio.” Y cada día nuevos y diferentes requisitos me exigía la Contraloría, concretamente la  Mónica Madariaga,  que gozaba con esto.

Ya a esta altura no eran simples sugerencias de la Contraloría. Me comenzaron a rechazar los decretos, es decir no tomaban razón, los devolvían. ¿Te das cuenta el enredo que se me armaba con esto?  Porque era un decreto que ya se había empezado a cumplir antes de la toma de razón, por lo cual el interventor había asumido  la administración, había pedido plata al Banco, había vendido  en verde las futuras cosechas, etc., etc.  No había vuelta atrás, por lo cual no quedaba más remedio que hacer un decreto de insistencia, que lo tenía que firmar Allende y todos los ministros.  Y yo hacía el decreto y Julio Benítez se lo llevaba al Presidente, quien lo firmaba y hacía que lo firmaran todos los ministros.

Las condiciones de tensión nerviosa en que yo trabajaba eran de espanto. Por un lado los campesinos, que por muy amigos que eran, a veces metían la pata, hasta me llegaron a tomar la oficina para exigir la intervención de un predio minúsculo; por otro lado los momios y sus abogados, por otro la Contraloría, por otro los interventores, que requerían apoyo, había que gestionarles los créditos en los bancos, conseguirles abogados que los defendieran de las demandas de los dueños, y suma y sigue.

Nunca me sentaba. Trabajaba parada, tanta era la tensión nerviosa, tanto el trabajo y las preocupaciones. Tenía dos teléfonos que sonaban ininterrumpidamente, ni una secretaria, nada, yo misma tenía que escribir todo, que hacer todo. Cuando me acuerdo, no me explico cómo pude hacerlo. 

Pero yo era  incombustible. Porque estaba segura de lo que había que hacer y lo hacía. No tenía ninguna duda teórica, política ni moral. Creo que fue eso lo que me salvó del derrumbe.  Ahora, después de tantos años, cuando lo vuelvo a pensar, me pregunto: ¿Hice bien, me equivoqué? ¿Fui una loca, una irresponsable, contribuí en lo que me tocaba, a la caída del gobierno de la U.P.? 

Y me contesto: Hice  bien, hice lo que había que hacer. 

4. Las intervenciones de predios. Último.

Sigo con mi cuento, ya con la garganta un poco apretada, porque se acerca la parte mala.

Bueno, en total creo  que se intervinieron unos 600 fundos en todo el país, de diferentes tamaños, formas y colores. 

Hasta aprendí geografía, porque había que saber dónde estaban los distintos lugares, municipios  y provincias  en que se encontraban estos predios. 

Ya casi al final, le metieron una acusación constitucional al ministro, José Oyarce, por las intervenciones agrícolas. Yo tenía que dar toda la información, todos los antecedentes y todos los argumentos para contestar esa acusación. Pero ahí si que no estuve sola, ¡qué va!  Varios abogados comunistas se dejaron caer en mi oficina, furibundos.  Me acuerdo que en una sala había una mesa larguísima,  los 500 o más expedientes abiertos, y los compañeros comunistas examinándolos.  Mi amiga  (…),  gritaba ¡Estás loca, loca. Cómo has podido hacer estas barbaridades, irresponsable, loca de atar!  

Tuve que aguantarme la arremetida de todos estos compañeros, que sólo les faltó acusarme de agente del enemigo, aunque algunos posiblemente lo pensaron. Abogados socialistas, ninguno, para qué, total el ministro era comunista. Sí, pero se les olvidaba un detallito: detrás de la acusación contra Oyarce venía la acusación contra el Presidente.

Sintetizo: la acusación la ganamos. Ahí quedó todo.

Sigo. Uno de mis principales problemas eran los interventores. Había que conseguir un funcionario público, preferentemente ligado a las instituciones agrarias del gobierno: INDAP, CORA, SAG.  Tenía que se un tipo de toda confianza,  que entendiera aunque fuera un poco de agricultura  y, sobre  todo, que estuviera  dispuesto a aceptar la tarea y apechugar.

Muchas veces los propios campesinos conocían a un funcionario de la zona y me lo sugerían. Generalmente eran técnicos agrícolas, muchachos jóvenes que habían visitado el fundo en razón de su trabajo, en quienes los campesinos confiaban, y que estaban dispuestos. Otras veces yo misma los buscaba, revisando las listas de los funcionarios de la zona, preguntando, en lo posible, a la organización del Partido local, en fin, como fuera había que conseguir a estos interventores. 

Al principio ellos venían a Santiago para que yo los instruyera y les explicara cómo era la cosa. Les decía: "Mira, no tienes que preocuparte de nada. Los campesinos lo saben todo. Ellos conocen el predio y saben muy bien lo que hay que hacer. Tú ponte de acuerdo con ellos, que constituyan un comité de administración que lo haga todo, y tú nada más firmas."  Claro que esto no era tan cierto, pero así los iba convenciendo.  Les seguía diciendo: "Tienes que tomar la administración del fundo, porque si no, la intervención no sirve para nada. Para eso le tienes que dar al dueño unas instrucciones que no quiera o no pueda cumplir. Mira, aquí te las tengo redactadas, no vayas a decir que yo te las hice,  porque entonces nos vamos todos al carajo".  

Pues ya a los dos o tres meses no tuve que volver a hacer esto. Entre las  organizaciones campesinas y los interventores se había corrido la voz. Ellos mismos redactaban sus "instrucciones", agregándoles un lenguaje leguleyo, porque seguramente pensaban que el mío no estaba suficientemente bien: "siendo  tal hora, en tal lugar, XXX  el señor  interventor...  viene a darle a usted... las siguientes instrucciones ineludibles, insoslayables y obligatorias..."  Era para morirse de la risa. 

Pero  además, tendrías que haber visto las "instrucciones". Eran tan, pero tan descabelladas, que hasta a mí se me ponían los pelos de punta, con eso te digo todo.  Cuando llegaban los abogados de los momios a mi oficina, a reclamar enfurecidos, y me mostraban las "instrucciones" del interventor, yo tenía que hacer muchos esfuerzos para no soltar la carcajada.  

Había algunos interventores que administraban varios fundos. Pero en total, deben haber sido cerca de 400  interventores, entre ellos algunas muchachas. 

Pero no sólo era buscarlos, convencerlos. También había que conseguirles plata en los bancos, porque el fundo estaba en la ruina. Yo hacía lo que podía, que era bastante poco, la verdad.

Muchas veces tenían juicios que les metían los momios, entonces había que buscarles abogados. Sólo un par de compañeros del INDAP y no más,  me ayudaban en esto.

Lo que viene ahora es lo último, y te lo voy a decir muy rápido, porque no puedo de otra manera:

Después del golpe, a casi todos estos interventores los mataron. Me siento en gran parte culpable y sus fantasmas nunca me abandonan. No he podido averiguar nada por más que lo he intentado, no me acuerdo de sus nombres, eran nombres corrientes, desde aquí no se puede averiguar nada, habría que instalarse durante meses en Chile, recorrer las zonas, preguntar…  

Puedo entender la masacre de campesinos. Ellos estaban en esa lucha de clases y seguramente sabían que podían perder la vida. Ellos eran gente consciente, estaban dispuestos a jugársela. Pero los interventores, los interventores...  No eran campesinos, eran funcionarios, yo los metí en el baile. Me acuerdo sobre todo de una muchacha, se me ha olvidado el nombre, pero recuerdo perfectamente su rostro, era tan joven... Me digo: ¿cómo pude pensar que no les iba a suceder  nada?

Debí prever, debí prever lo que iba a pasar, a mí no me ocurrió nada porque estaba en Santiago y me pude asilar, pero a ellos...  Debí preverlo, debí advertirles, quizás algunos se hubieran podido salvar.

Eran tan jóvenes, o al menos tan ingenuos, yo tenía 32 años, me sentía como su mamá.

No sé si ellos sabían bien en lo que se estaban metiendo. Yo creía saberlo todo, estaba dispuesta a jugármela, ¿pero con qué derecho sacrificar a esos chicos?  Ellos confiaban mucho en mí, me preguntaban todo. Yo lo único que pensaba era en echarle p'alante, no medía las consecuencias. 

He pensado que averiguar la suerte exacta que corrió cada uno de estos muchachos no serviría de nada si uno no está dispuesto a tomar venganza. ¿Pero cómo? No sé cómo hacerlo, no sé siquiera si me atrevería…