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martes, 10 de septiembre de 2013

Relato sobre mi vivencia del 11 de septiembre de 1973

Fidelma Allende Miranda
Septiembre 2013


Antes de empezar propiamente el relato quisiera recordar qué papel desempeñaba yo en esa época.

Ese mismo año en Marzo fui elegida diputado por Santiago y desde el Congreso de la CUT en elección directa (1971) desempeñé el cargo de Secretaria de Relaciones Internacionales.  Los días previos al golpe, se vivía una situación muy tensa en todo el país y especialmente en Santiago.  Sin embargo, el 4 de Septiembre (fecha en que se realizaban históricamente las elecciones) se realizó una grandiosa marcha por Alameda, hasta la Plaza de La Constitución, donde estaba el escenario y donde el Presidente Allende fue el principal orador.  En esa marcha, participaron alrededor de un millón de personas, fundamentalmente trabajadores y jóvenes.

Las 48 horas anteriores al golpe, seguían siendo de mucha tensión, como dije anteriormente, de gran incertidumbre entre las fuerzas que apoyaban al Presidente.  Había rumores de golpe divulgados masivamente y gran incertidumbre, pues no se vislumbraba por grandes sectores de la población (trabajadores, sindicatos, organizaciones sociales e incluso bases militantes del Partido Socialista), ¿cómo podíamos defender al gobierno, las conquistas logradas por el pueblo y tratar de debilitar y aniquilar a las fuerzas opositoras (la derecha golpista, empresas afectadas por las estatizaciones) y por sobretodo la posición de EE.UU., contra el gobierno?

El domingo 9 de septiembre de 1973 el Partido Socialista realizó una gran concentración en el Estadio Chile (hoy Estadio Víctor Jara) donde el principal orador fue Carlos Altamirano, Secretario General del Partido a la época.  Allí se expresó una gran efervescencia y deseo de poder resistir el golpe.  Pero eso era sólo en el discurso.  Como dirigente de la CUT, estaba muy cerca de las organizaciones de trabajadores y sabía que la CUT no contaba con elementos para responder a un gran ejército tan bien pertrechado como el chileno y además con tanto odio como se había generado azuzado por los sectores más reaccionarios de la derecha chilena.  

La CUT contaba solamente con los Cordones Industriales que se fueron implementando casi libremente por iniciativa de los propios sindicatos, pero no contaban con armas o con elementos que permitieran defender las industrias.  En los días previos al golpe, con mucha frecuencia eran allanadas las industrias de los Cordones Industriales en busca de armas (Ley de Control de Armas) y se producía una situación de gran tensión, porque obviamente los trabajadores se oponían a los allanamientos.  En dos o tres oportunidades me tocó acudir a las industrias del Cordón Vicuña Mackenna, en mi calidad de diputado, con el objeto de impedir un enfrentamiento.  Todo esto se hacía con el objeto de debilitar la organización de los trabajadores y someterlos a vejaciones si no accedían a los allanamientos.  

Volviendo al domingo 9 de septiembre, mientras se realizaba la concentración del Partido Socialista en Santiago, yo viajé a Valparaíso y Viña del Mar para cumplir una tarea especial.  Estas dos ciudades parecían lugares sitiados por la Marina. Destacamentos de la Armada controlaban todos los puntos más importantes de la ciudad, el comercio estaba cerrado y no me fue posible cumplir mi objetivo que era conversar con los dirigentes de los partidos de la UP, especialmente el Partido Socialista, pues no estaban ubicables y el local del Partido estaba cerrado.  Con esa visión regresé a Santiago, con la convicción de que el golpe había empezado.  Incluso ya en Santiago, la tarde del Domingo, mi auto fue controlado por los militares.  La revisión no fue completa, pues yo presenté mi credencial de Diputado. 

El Lunes 10 fue un día de reuniones tanto sindicales, como políticas. Al mediodía, dos dirigentes CUT, nos trasladamos a la sede principal del PS, en calle San Martín para requerir información e instrucciones respecto a la situación.  El compañero Hernán del Canto (QEPD) de la Dirección Política del Partido Socialista, nos informó que siempre estaba latente el peligro del golpe y que debiéramos  mantener las medidas de alerta, pero que el Presidente llamaría el martes (probablemente) a Plebiscito para definir la situación y evitar el golpe.  

Ya sabemos lo que ocurrió.  Ese mismo lunes, la Dirección de la CUT tuvo una reunión con el Presidente, el resto de los dirigentes permanecimos en la Sede Central de la CUT, en calle Cienfuegos.  Debíamos esperar información sobre la reunión para divulgar o entregar instrucciones a todo el país.  Eso no ocurrió, pero alrededor de las 19 horas llegó a ese local, un amigo de Luis Figueroa (Presidente de la CUT en 1973) quien dijo tener urgencia de verlo.  Como no sabíamos donde ubicarlo, este amigo (ex militar) nos informó rápidamente para hacerle llegar a Carlos Altamirano y dirigentes políticos y sindicales.  El había constatado personalmente que las Fuerzas Armadas estaban acuarteladas desde las 5 de la tarde, acuartelamiento total.  Que aviones Hawker Hunter habían despegado desde Tobalaba con rumbo al norte, aparentemente.  El golpe militar se daría en la madrugada, que estaba todo preparado y que por tanto era urgente alertar a los partidos y a la CUT.  La información me pareció veraz y fuimos de inmediato a San Martín, allí sólo se encontraba el compañero Luis Urtubia, a cargo del télex del Partido.  El era un militante ejemplar, entregado totalmente a la causa y estaba cumpliendo su responsabilidad, pero no tenía mayor información.  Solo pude conversar brevemente con Rolando Calderón (Secretario General de la CUT) y miembro de la Dirección del Partido, a quien entregué la información y que se encontraría más tarde con la Dirección de la UP.  

Durante esa noche no recibimos ninguna señal ni instrucción.  Solo bastante avanzada la mañana cuando el golpe militar, certero, avasallador, brutal, tenía gran parte de Santiago y del país controlado.  El llamado de la CUT a resistir fue tarde –alrededor de las 10 de la mañana-.  El día 11 todo fue muy rápido.  A las 6 de la mañana los tanques se desplazaban hacia La Moneda. Yo salí en auto desde Las Condes hacia la CUT – (muy temprano, 6:30 de la mañana), nos costó mucho llegar, las calles estaban cortadas y ya había control militar por todos lados.  Alrededor de las 8 horas, logré llegar a Cienfuegos – sede de la CUT. Había solo algunos dirigentes, recuerdo a Humberto Elgueta (dirigente de la CUT y Presidente del SUTE) QEPD.  Ellos discutían si se llamaba de inmediato a los trabajadores, de acuerdo a las señas acordadas y otros opinaban esperar hasta las 10 de la mañana. No pude participar casi nada, pues me pidieron que abandonara el local rápidamente, ya que seguramente el local sería allanado y yo detenida.  Debía dirigirme a las Torres de San Borja, donde había compañeros de contacto.  Al llegar allí, Las Torres estaban tomadas por verdaderos guardias, pude ingresar e instruir a los compañeros para que abandonaran el lugar. Lamentablemente yo quedé cercada en el sector.  Las horas siguientes fueron terribles, cercada, sola con el chofer, en el auto escuché por la radio las últimas palabras del compañero Presidente.


Última alocución de Salvador Allende en "Radio Magallanes".

Santiago de Chile, 11 Septiembre 1973
Seguramente esta es la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación.
Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron... soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino que se ha auto designado, más el señor Mendoza, general rastrero... que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director general de Carabineros.
Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.
Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen... ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
Me dirijo sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los Colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos... porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando la línea férrea, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder: estaban comprometidos. La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición, pretende imponerse. Sigan ustedes, sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza, de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.
Sentí la derrota, la congoja, la pena espantosa y aterrada por lo que ocurriría con miles de compañeros.  Pronto empezó el bombardeo a La Moneda, los Hawker Hunter pasaban por nuestras cabezas y casi todo el bombardeo lo viví desde ese sector de Las Torres de San Borja.  Creo que alrededor de las 12:30 o 12:45, logramos salir del sector, después de múltiples intentos en que el chofer se bajaba y me gritaba que nos iban a matar.  Logramos salir totalmente contra el tráfico, dimos vuelta por el Cerro Blanco y llegamos al Barrio Recoleta, donde supuestamente había una casa de seguridad.  Esa no era tal, las dueñas de la casa me pidieron que me fuera, de modo que recorrimos Recoleta, que conocía muy bien.  Los compañeros estaban en la calle y me pedían armas para defender y defenderse.  Fue casi imposible explicar lo inexplicable, que no teníamos armas y que el golpe era seco, total y que no podíamos resistir.  Al final escucharon mis opiniones: que se organizaran en grupos pequeños, que se mantuvieran contactados, que reunieran dinero, alimentos y establecieran una red de ayuda. A ellos mi homenaje, mi recuerdo, ellos mantuvieron su estructura política por muchos años y pudieron en la medida de sus fuerzas resistir y sobre todo permanecer – sobrevivir-.

Posteriormente me dirigí a la casa de mi amigo y compañero Boris Vildósola, que vivía en el barrio –y que aún mantenía un mural de mi campaña-.  Se trataba de resguardar a los niños pequeños (tres) y a su compañera.  Ellos abandonaron la casa, pues seguramente iba a ser allanada.  Logré también contactar a compañeros de la Universidad Técnica –donde estaba Boris- para que abandonaran la Técnica, algunos escucharon, pero los jóvenes se quedaron, sabemos lo que ocurrió con ellos y con la Universidad.  La casa de Boris fue ametrallada y allanada la misma noche del 11.  Eran momentos de enorme inseguridad, estábamos abandonados a nuestra suerte y tratamos de ser, a pesar de la amargura, lo mas racional posible para salvar la vida.


Busqué refugio en el barrio –se había anunciado toque de queda para las 3 de la tarde-.  Solo transmitían las radios controladas por los militares.  Los focos de resistencia fueron pocos.  Esa noche yo logré refugiarme en la casa de un amigo árabe, dueño de una tienda de Patronato.  Allí pasé el toque largo, allí escuché una radio de EE.UU. que informó de la muerte de Salvador Allende.  La radio informó que el Presidente había sido asesinado por el General Palacios.  Yo abandoné esa casa,  pues el Bando Militar, en la noche del 11 había dado mi nombre entre los más buscados. El resto del cuento es otra historia.

Compañeras y compañeros, yo he querido hacer este relato, especialmente para la juventud y los nuevos militantes.  El Partido Socialista al 73 era una organización sólida, con estructura nacional, sedes políticas de Arica a Punta Arenas, con inserción en todos los ámbitos sociales (sindicatos, juntas de vecinos, centros de madres, asociaciones de empleados, asentamientos campesinos, etc.), y con principios muy claros respecto a los cambios de la sociedad. Hoy necesitamos que el Partido recupere ese quehacer, la participación en todas las organizaciones sociales y sobre todo que ponga en práctica los principios básicos del Socialismo.  Con satisfacción vemos hoy que los jóvenes de nuestro Partido y del país, como dijera el compañero Presidente en sus últimas palabras, están abriendo las amplias Alamedas.


¡Viva el Partido Socialista!