lunes, 29 de abril de 2013

Carlos Bongcam Wyss. Condenado a Muerte


Carlos Bongcam Wyss


Nací en el pueblo de Pitrufquén, ubicado en la ribera sur del río Toltén, provincia de Cautín, en 1934. Mis padres fueron Alfonso Bongcam y Lidia Wyss.

En 1944 ingresé al Instituto Nacional. En 1963 egresé de la Escuela de Ciencias Políticas y Administrativas, con el título de Administrador Público.

En abril de 1965 fui contratado como profesor de Administración en la Sede Osorno de la Universidad Chile, cargo que ejercí hasta septiembre de 1973, junto al de miembro del Consejo Normativo Superior de dicha Universidad.

Un grupo de exiliados latinoamericanos creamos en Suecia el Círculo de Estudios Latinoamericanos, CELA, del cual fui su director entre 1978-1996. Durante todo este período el CELA editó las revistas «Suplemento América Latina» y «Educación y Cultura Latinoamericana» y, además, publicó mis libros educativos: “Latinoamérica al alcance de todos”, 1980; “Latinoamérica para niños”, 1981; “Aprendiendo a leer Latinoamérica”, 1982; “Los niños y las drogas”, 1985; “Latinoamérica 500 años”, Tomo I, Historia, 1988, y “Latinoamérica, 500 años”, Tomo II, Economía, 1990.

En internet están publicados mis libros de denuncia de los atropellos de los derechos humanos ocurridos en Chile: “Chile: Consejo de Guerra”, “Chile: Condenado a Muerte”, 1998; “Chile: Retorno Imposible”, 1999; “Chile Censura mis Libros”, 2000, y “La «Guerra Privada» del Capitán Fernández”, 2003.  Radio Suecia ha transmitido en varias ocasiones mi pieza de radioteatro “La Ejecución”.

En 2001 publiqué en Internet mi novela “Nayra, la Esposa del Sol”, basada en parte en hechos de la historia de la conquista de Chile y del Perú.

Lo ocurrido a mi persona entre mediados de agosto de 1973 y julio de 1974, está descrito en mi libro testimonial “Chile: Condenado a Muerte”.

En este libro, además de denunciar los crímenes cometidos en la provincia de Osorno, pongo al corriente al lector de lo que estaba ocurriendo en todo el país con los Secretarios Regionales del Partido Socialista de Chile, el cargo que yo mismo ostentaba en Osorno y  además, describo el accionar de la junta militar que había usurpado el poder, citando sus Bandos, Proclamas y Decretos Leyes.

Al efecto me valgo, naturalmente, de una acotada bibliografía que se cita al final del texto.
Con la finalidad de hacer más fácil la lectura del relato, me tomé la licencia de hacerlo en forma "novelada".

Finalmente, este libro lo dediqué a las compañeras y compañeros que con riesgo de sus propias vidas contribuyeron a salvar la mía. No señalo sus nombres para protegerlos de los asesinos, civiles y uniformados, que aún siguen libres en mi patria.

Es responsabilidad de la editora la selección del extracto del libro…

Mi último discurso

El sábado 18 de Agosto, por la tarde, asistí a la reunión del “Cordón Industrial Chuyaca” que se realizó en la Escuela Industrial.

Intervine ante los trabajadores analizando la grave situación que se vivía en el país, expliqué los peligros que nos amenazaban y como conclusión, exhorté a los presentes a estar preparados porque, según todos los indicios, importantes sectores dentro de las Fuerzas Armadas estaban tramando un “Golpe de Estado” en contra del Gobierno. Aquella fue mi última aparición en público en Osorno.

Mientras hablaba tuve la sensación de que los obreros me escuchaban sin dar crédito a mis palabras, aferrados a los mitos de la “prescindencia política” de las Fuerzas Armadas, de su “respeto a la Constitución” y de su “obediencia al poder civil”, mitología que la propia Unidad Popular había contribuido a difundir durante los últimos los últimos años.

Salí de la reunión bastante desanimado, al ver la actitud pasiva y la incredulidad de los compañeros. Sin automóvil y sin escolta, por primera vez me sentí cansado e impotente. Un profesor me llevó en su camioneta hasta el centro de la ciudad. Caminando llegué hasta la casa de unos amigos, donde permanecí hasta el martes siguiente.

Durante aquel fin de semana dominó el escenario político el episodio protagonizado por el General Ruiz  Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, enfrentándose al Presidente Salvador Allende. Fue un abortado intento sedicioso que llevó a la designación del General Leigh como nuevo Comandante de la Aviación Militar. Al escuchar la breve alocución de Leigh en el acto de transmisión del mando, me desagrado profundamente su voz;  dándome la impresión de que salíamos del fuego, para caer en las brasas.

Declarado reo

El martes 21 de agosto, tres semanas antes del Alzamiento que estaban preparando los Altos Mandos de las Fuerzas Armadas con el apoyo de los norteamericanos y de todos los partidos de la oposición política para derrocar a Salvador Allende, me levanté tarde.

Los dueños de casa se habían ido temprano a sus trabajos. El prolongado descanso me había devuelto el buen ánimo. Me sentía reconfortado, aunque no optimista.

Al mediodía, después de almorzar, caminando por calles poco frecuentadas me dirigí a la casa de Darío, uno de los Dirigentes Regionales del Partido. El día estaba despejado y luminoso, pero frío. El sol no lograba calentar a causa de la helada brisa.

Al doblar una esquina vi que por la misma acera caminaba a mi encuentro una pareja de Carabineros, me sorprendí. Era inusual que los Carabineros recorrieran las calles secundarias.

Simulando que me arreglaba el poncho, para ocultar mi rostro, crucé tratando de no mostrar prisa a la acera de enfrente.

Caminando con lentitud, incluso deteniéndome a medias, aparenté concentrarme en la tarea de encender un cigarrillo.

Al cruzarnos, desde el otro lado de la calle los Carabineros me dirigieron una rutinaria mirada de control. Pudieron constatar que el campesino que camina por la acera tenía grandes dificultades con el viento para encender su cigarrillo.

Llegué a la casa de Darío faltando pocos minutos para la una de la tarde. Mi amigo, su mujer y su suegra terminaban de almorzar escuchando las noticias en la Radio “SAGO”, la
Radioemisora de la reaccionara Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno.

La suegra de Darío me ofreció una taza de café y me la sirvió en el momento en que terminaban las noticias, inmediatamente después se oyó la característica musical que anunciaba los “flash” noticiosos. El locutor leyó:

-La Fiscalía Militar ha declarado reo a Carlos Bongcam Wyss, Secretario Regional del Partido Socialista de Osorno, quien debe presentarse de inmediato ante las autoridades Militares.
Según la Fiscalía Militar, Bongcam estaría implicado en la creación y entrenamiento militar de organizaciones guerrilleras, en abierta infracción de la Ley de Control de Armas. La Fiscalía Militar ha dado orden de aprehensión en contra de Bongcam a todas las unidades policiales.



 El  acuerdo de la Comisión Política

Le pedí a Darío que fuera a buscar a los Miembros de la Comisión Política del Comité Regional del Partido para discutir la situación y tomar acuerdos. A la reunión llegaron los integrantes de la Comisión Política, más un Dirigente Regional.

Dado que todos habían oído el flash del Radio “SAGO”, les hice una sola pregunta:
               -¿Me entrego a la Justicia Milita o paso a la clandestinidad?
Luego le di la palabra a cada uno de ellos. Todos opinaron que no debía entregarme. Era lo mismo que yo estaba pensando, pero que me cuidé muy bien de expresar, para que después nadie dijera que les había presionado.

Precisé el acuerdo:
               -Entonces se acuerda por unanimidad que yo no me entrego a la Fiscalía Militar y que paso a la clandestinidad.

Como nadie hizo ninguna objeción, el acuerdo quedó a firme.

A continuación les dije:
               -Me imagino que todos ustedes tienen claro lo que esto significa. Ustedes asumen su responsabilidad como Dirigentes del Partido y se comprometen a no abandonarme a mi suerte. Y no se olviden que yo sigo siendo el Secretario Regional del Partido.

Le entregué dinero a un compañero para los gastos a que hubiera lugar y al camarada que tenía en su poder las escasas armas del Partido, le dije:
               -Tú me harás llegar las armas cuando te las solicite. ¿De acuerdo?
               -¡Acuerdo!

Recuerdo haberles dicho a los compañeros que la actitud de la Justicia Militar en la Provincia  estaba demostrando que el Golpe Militar contra el Gobierno estaba en marcha, que el tiempo corría en contra nuestra. Les insistí, además, que ellos debían cumplir con el acuerdo del Comité Regional de llevar una vida semiclandestina, en preparación para el necesario paso a la clandestinidad en tanto se desencadenara el “Golpe de Estado”. Todos dijeron que estaban de acuerdo y que entendían la situación de la misma manera. Entonces di por terminada la reunión.

Condenado a muerte

Darío me llevó en una camioneta a un barrio de la ciudad donde yo tenía una casa de seguridad. La dueña  de la casa era una compañera de mucha entereza. Ella también había escuchado la noticia de Radio “SAGO”, pero cuando me vio llegar ni siquiera se puso nerviosa.

Un par de horas después llegó su compañero, quien trabajaba en una empresa cuyos propietarios eran del Partido Nacional.
               -Compañero –me dijo-: ¡Usted está condenado a muerte!
               -¿Y quiénes me condenaron?
               -Los “momios”, compañeros. Mis patrones lo comentaban hoy.
               -¿Y usted cree que hablaban en serio?
               -Va a tener que cuidarse porque no hablaban en broma.
               -Entonces, la situación es grave.
               -Eso creo yo también. Además, no sólo los Militares y los Carabineros están tratando de ubicarlo. Los “momios” también se están movilizando.

Yo conocía a los reaccionarios de Osorno. Sabía del odio que me tenían y de lo que eran capaces de hacer, máxime si contaban con la complicidad de los Carabineros y los Militares.
               -Eso quiere decir que mi situación es aún más grave de lo que yo me había imaginado. Tendré que tomar precauciones en los caminos rurales.
               -Los caminos son muy peligrosos, compañero, porque los camioneros andan armados y dispuestos a matarlo allí donde le encuentren.

El comienzo de la clandestinidad

Por pura casualidad, la compañera Rosana llegó a la casa donde me encontraba. Ella fue de opinión de que en aquel sitio yo corría demasiado peligro  salió en busca de un lugar más seguro. Regresó al anochecer para conducirme a la vivienda de unos amigos suyos que habían aceptado recibirme. Se trataba de un matrimonio que tenía una casa grande con varias habitaciones, donde mi presencia pasaría desapercibida para los vecinos.

Aquella noche, las noticias de Santiagon reafirmaron mis apreciaciones acerca de la gravedad del momento olítico que vivía el país. Entre otras cosas, la Radio informo:
               -Que la Central Única de Trabajadores de la Provincia de Santiago , donde eran mayoría los Dirigentes Sindicales demócratas cristianos, había declarado una huelga general contra el Gobierno, a la que se plegaron los empleados y técnicos estatales, pero no los obreros;
               -Que el Colegio Médico, que era dirigido por la oposición había llamado a los médicos a paralizar sus actividades por cuarenta y ocho prorrogables, en protesta contra el gobierno;
               -Que la policia civil había detenido en Santiago a dieciocho Jefes de Comando de “Patria y Libertad”, en una reunión en la que estaban organizando los atentados que cien Comandos fascistas iban a realizar en Santiago el 23 de agosto. Planeaban atacar los locales de los Partidos de la Unidad Popular y de las organizacione de masas; las casas de Dirigentes Políticos; las Radioemisoras y los Periódicos de izquierda; los buses de la locomoción colectiva y los camiones que no habían acatado el paro y seguían trabajando, y
               -Que los Generales del Ejército habían enviado a sus mujeres a gritar frente a a casa de Carlos Prats, su Comandante en Jefe, en vez de enenfrentarlo virilmente dentro de la Institución. A partir de aquel incidente, la prensa comenzó a llamar a estas mujeres, con razón “las generalas”.


La “Justicia” Militar

El 22 de agosto envié a imprimir y distribuir, esta declaración:
               -La opinión pública se ha enterado por intermedio de Radio “SAGO”, qye la “Justicia” Militar me ha declarado reo en una causa que desconozco, haciendome cargos falsos. En otras palabras, esta “justicia” me ha condenado de antemano, dando muestras de parcialidad y sin ningún respeto por las normas procesales vigentes.
               Al respecto declaro públicamente que he tomado la decisión de no presentarme ante una “justicia” que obra de esta forma. El día que en Chile exista una verdadera Justicia me presentaré ante ella voluntariamente, pero no es el caso en el día de hoy.

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