Carlos Bongcam Wyss
Nací en el pueblo de Pitrufquén, ubicado en la ribera sur del río
Toltén, provincia de Cautín, en 1934. Mis padres fueron Alfonso Bongcam y Lidia
Wyss.
En 1944 ingresé al Instituto Nacional. En 1963 egresé de la Escuela de
Ciencias Políticas y Administrativas, con el título de Administrador Público.
En abril de 1965 fui contratado como profesor de Administración en la
Sede Osorno de la Universidad Chile, cargo que ejercí hasta septiembre de 1973,
junto al de miembro del Consejo Normativo Superior de dicha Universidad.
Un grupo de exiliados latinoamericanos creamos en Suecia el Círculo de
Estudios Latinoamericanos, CELA, del cual fui su director entre 1978-1996.
Durante todo este período el CELA editó las revistas «Suplemento América
Latina» y «Educación y Cultura Latinoamericana» y, además, publicó mis libros
educativos: “Latinoamérica al alcance de todos”, 1980; “Latinoamérica para
niños”, 1981; “Aprendiendo a leer Latinoamérica”, 1982; “Los niños y las
drogas”, 1985; “Latinoamérica 500 años”, Tomo I, Historia, 1988, y
“Latinoamérica, 500 años”, Tomo II, Economía, 1990.
En internet están publicados mis libros de denuncia de los atropellos
de los derechos humanos ocurridos en Chile: “Chile: Consejo de Guerra”, “Chile:
Condenado a Muerte”, 1998; “Chile: Retorno Imposible”, 1999; “Chile Censura mis
Libros”, 2000, y “La «Guerra Privada» del Capitán Fernández”, 2003. Radio Suecia ha transmitido en varias ocasiones
mi pieza de radioteatro “La Ejecución”.
En 2001 publiqué en Internet mi novela “Nayra, la Esposa del Sol”,
basada en parte en hechos de la historia de la conquista de Chile y del Perú.
Lo ocurrido a mi persona entre mediados de agosto de 1973 y julio de
1974, está descrito en mi libro testimonial “Chile: Condenado a Muerte”.
En este libro, además de denunciar los crímenes cometidos en la
provincia de Osorno, pongo al corriente al lector de lo que estaba ocurriendo
en todo el país con los Secretarios Regionales del Partido Socialista de Chile,
el cargo que yo mismo ostentaba en Osorno y además, describo el accionar de la junta
militar que había usurpado el poder, citando sus Bandos, Proclamas y Decretos
Leyes.
Al efecto me valgo, naturalmente, de una acotada bibliografía que se
cita al final del texto.
Con la finalidad de hacer más fácil la lectura del relato, me tomé la
licencia de hacerlo en forma "novelada".
Finalmente, este libro lo dediqué a las compañeras y compañeros que con
riesgo de sus propias vidas contribuyeron a salvar la mía. No señalo sus
nombres para protegerlos de los asesinos, civiles y uniformados, que aún siguen
libres en mi patria.
Es responsabilidad de la editora la selección del extracto del libro…
Mi último discurso
El sábado 18 de Agosto, por la tarde, asistí a la reunión del “Cordón
Industrial Chuyaca” que se realizó en la Escuela Industrial.
Intervine ante los trabajadores analizando la grave situación que se
vivía en el país, expliqué los peligros que nos amenazaban y como conclusión,
exhorté a los presentes a estar preparados porque, según todos los indicios,
importantes sectores dentro de las Fuerzas Armadas estaban tramando un “Golpe
de Estado” en contra del Gobierno. Aquella fue mi última aparición en público
en Osorno.
Mientras hablaba tuve la sensación de que los obreros me escuchaban sin
dar crédito a mis palabras, aferrados a los mitos de la “prescindencia
política” de las Fuerzas Armadas, de su “respeto a la Constitución” y de su
“obediencia al poder civil”, mitología que la propia Unidad Popular había
contribuido a difundir durante los últimos los últimos años.
Salí de la reunión bastante desanimado, al ver la actitud pasiva y la
incredulidad de los compañeros. Sin automóvil y sin escolta, por primera vez me
sentí cansado e impotente. Un profesor me llevó en su camioneta hasta el centro
de la ciudad. Caminando llegué hasta la casa de unos amigos, donde permanecí
hasta el martes siguiente.
Durante aquel fin de semana dominó el escenario político el episodio protagonizado
por el General Ruiz Comandante en Jefe
de la Fuerza Aérea, enfrentándose al Presidente Salvador Allende. Fue un
abortado intento sedicioso que llevó a la designación del General Leigh como
nuevo Comandante de la Aviación Militar. Al escuchar la breve alocución de
Leigh en el acto de transmisión del mando, me desagrado profundamente su
voz; dándome la impresión de que
salíamos del fuego, para caer en las brasas.
Declarado reo
El martes 21 de agosto, tres semanas antes del Alzamiento que estaban
preparando los Altos Mandos de las Fuerzas Armadas con el apoyo de los
norteamericanos y de todos los partidos de la oposición política para derrocar
a Salvador Allende, me levanté tarde.
Los dueños de casa se habían ido temprano a sus trabajos. El prolongado
descanso me había devuelto el buen ánimo. Me sentía reconfortado, aunque no
optimista.
Al mediodía, después de almorzar, caminando por calles poco
frecuentadas me dirigí a la casa de Darío, uno de los Dirigentes Regionales del
Partido. El día estaba despejado y luminoso, pero frío. El sol no lograba
calentar a causa de la helada brisa.
Al doblar una esquina vi que por la misma acera caminaba a mi encuentro
una pareja de Carabineros, me sorprendí. Era inusual que los Carabineros
recorrieran las calles secundarias.
Simulando que me arreglaba el poncho, para ocultar mi rostro, crucé
tratando de no mostrar prisa a la acera de enfrente.
Caminando con lentitud, incluso deteniéndome a medias, aparenté
concentrarme en la tarea de encender un cigarrillo.
Al cruzarnos, desde el otro lado de la calle los Carabineros me
dirigieron una rutinaria mirada de control. Pudieron constatar que el campesino
que camina por la acera tenía grandes dificultades con el viento para encender
su cigarrillo.
Llegué a la casa de Darío faltando pocos minutos para la una de la
tarde. Mi amigo, su mujer y su suegra terminaban de almorzar escuchando las noticias
en la Radio “SAGO”, la
Radioemisora de la reaccionara Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno.
La suegra de Darío me ofreció una taza de café y me la sirvió en el
momento en que terminaban las noticias, inmediatamente después se oyó la
característica musical que anunciaba los “flash” noticiosos. El locutor leyó:
-La Fiscalía Militar ha declarado reo a
Carlos Bongcam Wyss, Secretario Regional del Partido Socialista de Osorno,
quien debe presentarse de inmediato ante las autoridades Militares.
Según la Fiscalía Militar, Bongcam estaría
implicado en la creación y entrenamiento militar de organizaciones
guerrilleras, en abierta infracción de la Ley de Control de Armas. La Fiscalía
Militar ha dado orden de aprehensión en contra de Bongcam a todas las unidades
policiales.
Le pedí a Darío que fuera a buscar a los Miembros de la Comisión
Política del Comité Regional del Partido para discutir la situación y tomar
acuerdos. A la reunión llegaron los integrantes de la Comisión Política, más un
Dirigente Regional.
Dado que todos habían oído el flash del Radio “SAGO”, les hice una sola
pregunta:
-¿Me entrego a la
Justicia Milita o paso a la clandestinidad?
Luego le di la palabra a cada uno de ellos. Todos opinaron que no debía
entregarme. Era lo mismo que yo estaba pensando, pero que me cuidé muy bien de
expresar, para que después nadie dijera que les había presionado.
Precisé el acuerdo:
-Entonces se
acuerda por unanimidad que yo no me entrego a la Fiscalía Militar y que paso a
la clandestinidad.
Como nadie hizo ninguna objeción, el acuerdo quedó a firme.
A continuación les dije:
-Me imagino que
todos ustedes tienen claro lo que esto significa. Ustedes asumen su
responsabilidad como Dirigentes del Partido y se comprometen a no abandonarme a
mi suerte. Y no se olviden que yo sigo siendo el Secretario Regional del
Partido.
Le entregué dinero a un compañero para los gastos a que hubiera lugar y
al camarada que tenía en su poder las escasas armas del Partido, le dije:
-Tú me harás llegar
las armas cuando te las solicite. ¿De acuerdo?
-¡Acuerdo!
Recuerdo haberles dicho a los compañeros que la actitud de la Justicia
Militar en la Provincia estaba
demostrando que el Golpe Militar contra el Gobierno estaba en marcha, que el
tiempo corría en contra nuestra. Les insistí, además, que ellos debían cumplir
con el acuerdo del Comité Regional de llevar una vida semiclandestina, en
preparación para el necesario paso a la clandestinidad en tanto se
desencadenara el “Golpe de Estado”. Todos dijeron que estaban de acuerdo y que
entendían la situación de la misma manera. Entonces di por terminada la reunión.
Condenado a muerte
Darío me llevó en una camioneta a un barrio de la ciudad donde yo tenía
una casa de seguridad. La dueña de la
casa era una compañera de mucha entereza. Ella también había escuchado la
noticia de Radio “SAGO”, pero cuando me vio llegar ni siquiera se puso
nerviosa.
Un par de horas después llegó su compañero, quien trabajaba en una
empresa cuyos propietarios eran del Partido Nacional.
-Compañero –me
dijo-: ¡Usted está condenado a muerte!
-¿Y quiénes me
condenaron?
-Los “momios”,
compañeros. Mis patrones lo comentaban hoy.
-¿Y usted cree que
hablaban en serio?
-Va a tener que
cuidarse porque no hablaban en broma.
-Entonces, la
situación es grave.
-Eso creo yo
también. Además, no sólo los Militares y los Carabineros están tratando de
ubicarlo. Los “momios” también se están movilizando.
Yo conocía a los reaccionarios de Osorno. Sabía del odio que me tenían
y de lo que eran capaces de hacer, máxime si contaban con la complicidad de los
Carabineros y los Militares.
-Eso quiere decir
que mi situación es aún más grave de lo que yo me había imaginado. Tendré que
tomar precauciones en los caminos rurales.
-Los caminos son
muy peligrosos, compañero, porque los camioneros andan armados y dispuestos a
matarlo allí donde le encuentren.
El comienzo de la clandestinidad
Por pura casualidad, la compañera Rosana llegó a la casa donde me encontraba. Ella fue de opinión
de que en aquel sitio yo corría demasiado peligro salió en busca de un lugar más seguro.
Regresó al anochecer para conducirme a la vivienda de unos amigos suyos que
habían aceptado recibirme. Se trataba de un matrimonio que tenía una casa
grande con varias habitaciones, donde mi presencia pasaría desapercibida para
los vecinos.
Aquella noche,
las noticias de Santiagon reafirmaron mis apreciaciones acerca de la gravedad
del momento olítico que vivía el país. Entre otras cosas, la Radio informo:
-Que la Central Única de
Trabajadores de la Provincia de Santiago , donde eran mayoría los Dirigentes
Sindicales demócratas cristianos, había declarado una huelga general contra el
Gobierno, a la que se plegaron los empleados y técnicos estatales, pero no los
obreros;
-Que el Colegio Médico, que era
dirigido por la oposición había llamado a los médicos a paralizar sus
actividades por cuarenta y ocho prorrogables, en protesta contra el gobierno;
-Que la policia civil había
detenido en Santiago a dieciocho Jefes de Comando de “Patria y Libertad”, en
una reunión en la que estaban organizando los atentados que cien Comandos
fascistas iban a realizar en Santiago el 23 de agosto. Planeaban atacar los
locales de los Partidos de la Unidad Popular y de las organizacione de masas;
las casas de Dirigentes Políticos; las Radioemisoras y los Periódicos de
izquierda; los buses de la locomoción colectiva y los camiones que no habían
acatado el paro y seguían trabajando, y
-Que los Generales del Ejército
habían enviado a sus mujeres a gritar frente a a casa de Carlos Prats, su
Comandante en Jefe, en vez de enenfrentarlo virilmente dentro de la
Institución. A partir de aquel incidente, la prensa comenzó a llamar a estas
mujeres, con razón “las generalas”.
La “Justicia” Militar
El 22 de agosto
envié a imprimir y distribuir, esta declaración:
-La opinión pública se ha enterado por intermedio de Radio “SAGO”, qye
la “Justicia” Militar me ha declarado reo en una causa que desconozco,
haciendome cargos falsos. En otras palabras, esta “justicia” me ha condenado de
antemano, dando muestras de parcialidad y sin ningún respeto por las normas
procesales vigentes.
Al
respecto declaro públicamente que he tomado la decisión de no presentarme ante
una “justicia” que obra de esta forma. El día que en Chile exista una verdadera
Justicia me presentaré ante ella voluntariamente, pero no es el caso en el día
de hoy.
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