lunes, 1 de abril de 2013

Recuerdos de juventud


Ariel  Ulloa
01 deAbril 2013

En una Jam Session durante festival de Jazz que organizamos desde la FEC,  Allí figuran de izquierda a derecha (de pie) Darío Pulgar, Héctor Troncoso, Toro, Claudio Sepúlveda, René Sáez, Jaime Santamaría, Ariel Ulloa, Jorge Quintana  Juan Saavedra, sentados JJ Schirwer y Silvia Muñoz.
He militado en el Partido largos 55 años. No se borran de mi mente y menos de mi corazón, los muchos avatares, alegrías y sinsabores, victorias y derrotas que durante toda una vida gocé y sufrí en el seno de una organización que ha llenado tantas páginas de la historia de Chile. Ciertamente que muchos acontecimientos de la vida partidaria me son ajenos, pero no desconocidos. No me son desconocidos  por la sencilla razón que hasta 1990 desde el núcleo hasta el Comité Central en todo momento y en particular los 19 de Abril, era  obligatorio recordar la historia e incluso los episodios turbulentos de la vida del Partido. Nadie estaba eximido  de recordar los sueños de la República Socialista de 1932, esa locura idealista de un grupo de civiles y militares que pretendieron asaltar el Palacio de Invierno a orillas del Mapocho. Los socialistas no teníamos derecho a olvidar a Marmaduque y Hugo Grove, Oscar Schnacke Vergara, Eugenio Matte, Ricardo Latcham, Arturo Bianchi, Luciano Kulcewsky, Eugenio González, Carlos Charlín, Oscar Parrau, Federico Klein, Manuel Mandujano, Astolfo Tapia, Eleodoro Domínguez, Enrique Mozo Merino, Juan Díaz Martínez. Tampoco a  los otros que habían emigrado desde el Partido Comunista de Chile Sección Chilena de la Tercera Internacional huyendo de las persecuciones al trotskismo, Natalio Berman, César Godoy Urrutia, Pablo López, Manuel Hidalgo y Ramón Sepúlveda Leal. Es decir, este partido también hizo suyo aquello  del asilo contra la opresión.  A partir de 1990 y con el retorno a la democracia “en la medida de lo posible”, la vida y las costumbres cambiaron. El partido quiso olvidar y ser otra cosa. La Marsellesa con el puño en alto ya no fue motivo de orgullo y desafío socialista sino más bien de “cosa del pasado” .Además incomodaba en especial a la inmigración de raigambre cristiana que nos invadió. Fue parte del precio que debimos pagar para sentarnos  a la mesa del Chile posible, la otra  fue la obligada claudicación de nuestros principios. Había que “mirar al futuro”.
                 
Bueno, pero en eso estamos. Muchos de mis viejos camaradas descontentos y con amargura infinita  han dejado el Partido otros  han pasado a engrosar la desperdigada y vasta legión de la disidencia.    Yo me inscribo entre estos últimos, pero en el lote de la disidencia activa. Pertenezco al grupo   de aquellos que pataleamos y moriré haciéndolo.  En esa línea es que he aceptado la petición de la Dirección y enfrenté la última elección como candidato a Concejal en Concepción y gané.

Mis viejos tíos, los profesores Haydee Azócar y Víctor Troncoso Muñoz, ambos normalistas y por supuesto fundadores del PS, fueron quienes inyectaron en mí  ideas que habían  cruzado el Atlántico huyendo de las persecuciones de los últimos monarcas europeos. Para ellos el primer embate ideológico provino de Bakunin padre de una de las tantas corrientes anarquistas. Se lo escuché muchas veces a mi tío Víctor con el antecedente de que también Allende había recibido esa influencia, aunque sin militar en ella. El zapatero porteño Demarchi había sido por años el mentor ideológico de Salvador. Por lo tanto su pecadillo anarquista no era importante, en todo caso era compartido. Ciertamente que fueron ellos quienes me introdujeron en las ideas que me llevarían a militar en la FJS un par de años después de aterrizar en la Universidad de Concepción para estudiar Medicina.

Mi origen netamente campesino y de familia radical, además de mi enseñanza básica salesiana, me orientaban hacia posiciones más bien conservadoras. Quizá si fue el espíritu rebelde de la juventud y la refriega entre el fascismo y la democracia -muchos de los curas de mi colegio valdiviano eran italianos pro fascistas- lo que me llevó a posiciones contestatarias. No de izquierdas, sino simplemente antifascistas. Luego vinieron los rumores de las victorias del Ejército Rojo, la epopeya de Stalingrado y con ellos el conocimiento de que había una cosa que alguien llamó la “Rusia Obrera y Campesina”.  Creo entonces que mis tíos Víctor y Haydee y la conflagración mundial que fue la Tercera Guerra,  me endilgaron en los trancos iniciales hacia las posiciones de izquierda.
                       
Fue así como aterricé en Concepción el mes de Marzo de 1957. Había sido aceptado entre los 70 alumnos que ese año ingresaríamos a la Facultad de Medicina. La mayoría de estos 60 muchachos y 10 muchachas, éramos de origen más bien modesto. Con mi maletita de mimbre, mis esperanzas y un gran temor a lo desconocido, toqué la puerta de la casa del Dr. Edgardo Enríquez Frodden en la Avenida  Roosevelt. Me abrió la puerta un muchacho delgado y de cabello muy negro, era Miguel. Luego apareció un señor alto y de aspecto severo en traje de oficial de marina, era don Edgardo. Curioso el asunto para muchos, pero no es así. Mi padre, radical de Lanco, conocía bien a su “correlija” Doña Inés Enríquez a quien había ayudado en su elección como diputada por Valdivia. Ella me entregó a la responsabilidad de su hermano quien, además se autonombró como mi apoderado. Era la usanza de los tiempos. De ahí en adelante tuve una  estrecha relación con don Edgardo- además profesor de la cátedra de Anatomía- que con los años devendría en amistad y que se prologaría hasta su fallecimiento. Mis compañeros de curso, en su mayoría gente de izquierda, contribuyeron a que el huasito sureño se sacudiera y soltara poco a poco sus alas. Entre los ya militantes de la FJS recuerdo a Carlitos Hinzpeter González, padre de quien fue Ministro del Interior de Piñera, quien llegó a ser el Jefe de la poderosa Brigada Universitaria Socialista y que abandonaría el Partido luego de la guerra de los seis días en la que el PS optó por la causa palestina y árabe, Osvaldo Presser tan activo y de gran formación ideológica, Gisela Schoenwald de entrega absoluta a la causa, y otros cuyos nombres no recuerdo. También estaba Edgardo Condeza quien no recuerdo haya militado pero que si era un hombre de izquierda por cuanto su padre tengo entendido militaba en el trotskismo. Varios jóvenes comunistas también convivían con los socialistas en este curso, entre ellos Julito Álvarez, el negro Salas, el Pato Rojas y Alberto Newman. Yo más bien me dedicaba al deporte y al estudio. Sin duda alguna que nuestros profesores en la escuela en los primeros años influyeron decididamente y entre ellos en particular nuestro Director el Dr. Rafael Darricarrere, el Champa Daboud, Rolando Merino, Jorge Peña Delgado y varios otros. Por esos años la Escuela de Medicina, bajo la batuta de Darricarrere y del Dr. Gustavo Molina de la Universidad de Chile, iniciaba un gran viraje. Se trataba de formar médicos para la realidad chilena. Es decir profesionales que comprendieran e hicieran suyos los profundos problemas que vivía la sociedad chilena. Poco a poco fui entendiendo las cosas que mis tíos socialistas me habían tratado de explicar. En el Tercer año mi vida cambiaría definitivamente. El joven campesino conservador del sur entró en otra etapa.

 Por aquellos tiempos los estudiantes contaban con representación formal en los Consejos de Facultad y en el Consejo Superior de la Universidad y en nuestro caso se elegía todos los años en Asamblea de estudiantes de la Escuela el Delegado Estudiantil ante la Facultad. En general se elegía para el cargo a algún alumno de cursos superiores, es decir de cuarto para arriba. Cuál no sería mi sorpresa cuando en la asamblea citada para el efecto el Presidente de nuestro Centro de Estudiantes, el “Loro” Rivera me propuso como candidato. Lo hizo de manera inconsulta y desconozco hasta hoy las razones que tuvo. Yo era un imberbe que a lo mejor era un buen estudiante pero nada más. Tanto fue mi susto que ni siquiera fui capaz de negarme. Estaba aterrorizado, pero mis compañeros de curso presentes me zamarrearon y animaron. Gané por lejos y fui de manera brusca propulsado nada menos que a la oficina del Decano el temible Prof. Dr. Ivar Hermansen Pereira. El hecho llamó la atención de mis compañeros y desde luego de los grupos políticos universitarios que eran tremendamente activos. Pronto comenzaron a conversar conmigo y de manera rápida aterricé en la Brigada Universitaria Socialista que era lejos la más chuchoquera con el “Potello “Tapia”, el “Cara de Gallo” Quintana y el “Chifilo” Rosales a la cabeza. Los tres grandes oradores y curaguillas empedernidos. Señores absolutos de la bohemia penquista. Grandes camaradas que jamás he olvidado.
                  
Mi gran amigo y camarada Luis Enríquez -Administrador Municipal cuando ejercí por seis años la Alcaldía de Concepción- y en aquel tiempo miembro de la directiva regional de la FJS fue quien me hizo la ficha de ingreso. Así me lo recuerda siempre. Ya ingresado a la familia comenzaría a escuchar las historias de sus grandezas y sus grandes batallas contra los “beatos” que así llamaban despectivamente a los jóvenes DC que desde hace años dominaban sin contrapeso en todas las federaciones universitarias de Chile. Por las aulas universitarias de Concepción pasaron grandes figuras del socialismo regional y nacional y que dejaron huella duradera. Salomón Corbalán gran senador y cuya muerte prematura nos llenó de congoja, Fernando Vargas, Galo Gomez, Hugo Zemelmann, Pablo Dobud, todos presidentes de la FEC hasta que nos arrasó la ola falangista en 1955, Gerardo Espinoza, diputado y Ministro del Interior de Allende, María Elena Carrera, Luis Jerez, Fernando Ilhe “el maestro”, Rafael Darricarrere, Rolando Merino Sanchez y muchos otros. Ellos eran los inspiradores de nuestra juventud militante.

Llegaron  luego las Escuelas de Cuadros. Necesarias  absolutamente en nuestra formación como “cuadros políticos”, título que nos llenaba de orgullo pero que era el escalón anterior al del “revolucionario profesional”, categoría leninista a la que solo la entrega total permitía llegar. Jamás aspiré a aquello y sólo recuerdo que un camarada de la BUS aparentemente llegó hasta ese altar revolucionario,  Luis Cruz. Cierta vez se me acercó y con aire de superioridad y misterio me hizo el anuncio, “dejo la universidad para entregarme a la revolución”. Nunca más le vi.  El Partido nos grabó a fuego en nuestros corazones juveniles su carácter de partido revolucionario, latinoamericanista, internacionalista y no alineado además de su condición de marxista.  En cuanto a las normas de vida interna había que respetar el carácter colectivo de la dirección política, la democracia interna y la capacidad de crítica y autocrítica de sus militantes. Así nos formamos y muchos nos mantenemos fieles a tales principios devenidos a menos producto de un  pragmatismo exagerado y las necesidades de un proceso de redemocratización del país que han llevado al partido al oportunismo más grosero. Todo esto sin necesidad, por cuanto para renovarse no era necesario renegar de nuestra historia, raíces y menos de nuestros sueños. La caída de los muros fue un pretexto por cuanto en este Partido nunca respetamos y menos levantamos o nos escondimos tras muros y menos dogmas. Siempre fuimos un partido sin vaticanos y resistimos con fuerza a los entrismos de todo tipo. Hoy las cosas son diferentes y ni siquiera defendemos con fuerza las ideas laicas y republicanas que inspiraron a Allende. Bueno, veremos que ocurre en el futuro.

En mis años de juventud ciertamente que hechos y procesos externos influyeron y mucho en nuestra condición de jóvenes revolucionarios. Era la época de la guerra fría y el enemigo principal era el imperialismo. La Revolución de Octubre nos llegó al corazón de nuestros sueños. Es claro, poco o nada conocíamos de los proceso de Moscú pero si sabíamos y admirábamos a los gloriosos combatientes del Ejército Rojo que dieron al traste con el nazismo y sus afanes de dominio mundial. Luego la Revolución Cubana y sus barbudos que desde la Sierra Maestra pusieron en jaque a las burguesías dominantes no solo en la Isla sino en toda América Latina. Junto a Miguel Enríquez, Bautista Van Schowen, el “bombita” Gutierrez, Taty Allende, Claudio Sepúlveda y otros militábamos en el núcleo Sierra Maestra y no podía ser de otra manera. Fidel y sus compañeros eran nuestro faro y brújula. Raúl Ampuero y Aniceto Rodríguez nos trajeron la influencia yugoeslava, árabe y tercermundista. Vivimos en su momento pendiente de la lucha de Liberación del pueblo argelino. Los nombres de Ahmed Ben Bella y Houari Boumediene pasaron a formar parte de nuestro acervo y también de nuestro encendido discurso en la asambleas universitaria. Hubo núcleos y Seccionales que tomaron su nombre. Allende y otros muchos nos hicieron mirar con atención la Revolución mexicana, Pancho Villa Y Emiliano Zapata eran tema obligado en nuestras publicaciones. Nosotros, jóvenes socialistas que soñábamos con alcanzar el cielo con la mano, nos inspirábamos en todos ellos. Luego vino el Che y su muerte heroica en el Camiri boliviano a quien muchos jóvenes socialistas, entre ellos Taty Allende, Arnoldo Camú, Elmo Catalán y otros-, siguieron en su lucha por la libertad de Bolivia. Algunos cayeron  en el intento de Teoponte.  Vendría el 68 francés con miles de jóvenes que en las calles de París rayaban muros con consignas curiosas pero inteligentes y profundas al fin, “seamos  realistas, exigimos lo imposible”. En estos 80 años es bueno que recordemos estas cosas. Es nuestra historia, pero también es la historia de muchos sueños hoy dejados de lado en nombre del orden y el realismo. Es precisamente por eso que la juventud  nos ha abandonado entregándose a las ideas vacías de un anarquismo sin sentido o, lo que es peor, al llamado “nihilismo”.

En Octubre de 1962 perdimos la elección de la FEC con Domingo Claps, lo sentimos mucho pero las derrotas frente a la JDC no eran novedad. Resulté elegido Secretario de Educación de aquella directiva y por lo tanto pasé a ser Delegado estudiantil al Honorable Consejo Superior de la Universidad. Llegaba así a las ligas mayores y asomaba la cabeza al liderazgo máximo estudiantil. Eran los tiempos en que el Partido activaba a las masas con su política de Frente de Trabajadores con Raúl Ampuero a la cabeza. La BUS había llegado a unos 200 militantes activos y vociferantes y no estaba mal en una Universidad de 3000 estudiantes. La política de Frente de Trabajadores restringía seriamente nuestra política de alianzas y nos impedía todo acercamiento hacia los jóvenes radicales afincados desde siempre en la Escuela de Derecho. Sus 250 votos eran vitales para ganar la presidencia estudiantil.  Miguel Enríquez y su grupo proveniente del Liceo Enrique Molina y con quien militábamos en el núcleo Sierra Maestra se había transformado poco a poco en el adalid de las políticas anti-radicales. El obstáculo entonces para ampliarnos no era menor.  Beatriz Allende y Jorge “bombita” Gutiérrez -verdadero ideólogo del futuro MIR- editaban la revista oficial de la BUS, Revolución. Con el tiempo la incidencia de las posiciones pro-chinas de Miguel y compañía ganarían un peso mayor en esa revista. Pedro Santander y sus compañeros de Medicina editaban por su parte la voz del equilibrio, Horizonte. Era un hecho que 1963 se presentaba promisorio desde el punto de vista electoral, pero había que acercarse a la juventud radical, de lo contrario no alcanzaba. Así se hizo. Sería mi futura polola Alejandra Tesser de la filas de la JJCC la que se ganaría el apoyo de los radicales y en particular de los leguleyos. Ella es hasta hoy mi esposa. Ganamos por 50 votos en la elección de Octubre y fue el éxtasis. Nunca olvidaré esos días, viajaron desde Santiago todos los principales dirigentes del Partido a conocer a los nuevos líderes juveniles que alzábamos el puño cerrado en una mar de jóvenes DC que campeaban en todas las federaciones estudiantiles. Recorrimos las calles de la ciudad encabezados por Allende, Ampuero, Oscar Núñez, Salomón Corbalán, Galo Gómez y tantos otros. Ya se vislumbraba la presidencial de 1964 y nuestra victoria ayudaba en la futura batalla de Allende.

Eran otros tiempos. Recuerdo que Raúl Ampuero decía “Este Partido tiene la rara particularidad de ser de todos y no ser de nadie”.  Desgraciadamente hoy constituimos un archipiélago de islas fraccionales con capos de lote a la cabeza. Hay que luchar para volver a ser lo que fuimos.

1 comentario:

  1. Ferrilo : te aclaro que el JORGE GUTIÉRREZ CORREA,el Bombita,fue un infiltrado fascista hasta el último momento. Yo lo contacté en Stgo cuando él era regalón del profe Armas Cruz y me prohibió que lo tratará de compañero, porque acá desconocían su pasado activista.Si puedes contacta a la Mirna Troncoso Muñoz,hermana de DD Ricardo Aurelio, grande amigo mío que sabe de su verdadero historial.

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