Ariel Ulloa
01 deAbril 2013
He militado en el
Partido largos 55 años. No se borran de mi mente y menos de mi corazón, los
muchos avatares, alegrías y sinsabores, victorias y derrotas que durante toda
una vida gocé y sufrí en el seno de una organización que ha llenado tantas
páginas de la historia de Chile. Ciertamente que muchos acontecimientos de la
vida partidaria me son ajenos, pero no desconocidos. No me son desconocidos por la sencilla razón que hasta 1990 desde el
núcleo hasta el Comité Central en todo momento y en particular los 19 de Abril,
era obligatorio recordar la historia e
incluso los episodios turbulentos de la vida del Partido. Nadie estaba eximido de recordar los sueños de la República
Socialista de 1932, esa locura idealista de un grupo de civiles y militares que
pretendieron asaltar el Palacio de Invierno a orillas del Mapocho. Los
socialistas no teníamos derecho a olvidar a Marmaduque y Hugo Grove, Oscar
Schnacke Vergara, Eugenio Matte, Ricardo Latcham, Arturo Bianchi, Luciano
Kulcewsky, Eugenio González, Carlos Charlín, Oscar Parrau, Federico Klein,
Manuel Mandujano, Astolfo Tapia, Eleodoro Domínguez, Enrique Mozo Merino, Juan Díaz
Martínez. Tampoco a los otros que habían
emigrado desde el Partido Comunista de Chile Sección Chilena de la Tercera
Internacional huyendo de las persecuciones al trotskismo, Natalio Berman, César
Godoy Urrutia, Pablo López, Manuel Hidalgo y Ramón Sepúlveda Leal. Es decir, este
partido también hizo suyo aquello del
asilo contra la opresión. A partir de
1990 y con el retorno a la democracia “en la medida de lo posible”, la vida y
las costumbres cambiaron. El partido quiso olvidar y ser otra cosa. La
Marsellesa con el puño en alto ya no fue motivo de orgullo y desafío socialista
sino más bien de “cosa del pasado” .Además incomodaba en especial a la
inmigración de raigambre cristiana que nos invadió. Fue parte del precio que
debimos pagar para sentarnos a la mesa del
Chile posible, la otra fue la obligada
claudicación de nuestros principios. Había que “mirar al futuro”.
Bueno, pero en eso
estamos. Muchos de mis viejos camaradas descontentos y con amargura infinita han dejado el Partido otros han pasado a engrosar la desperdigada y vasta legión
de la disidencia. Yo me inscribo entre
estos últimos, pero en el lote de la disidencia activa. Pertenezco al
grupo de aquellos que pataleamos y moriré
haciéndolo. En esa línea es que he
aceptado la petición de la Dirección y enfrenté la última elección como
candidato a Concejal en Concepción y gané.
Mis viejos tíos, los
profesores Haydee Azócar y Víctor Troncoso Muñoz, ambos normalistas y por supuesto
fundadores del PS, fueron quienes inyectaron en mí ideas que habían cruzado el Atlántico huyendo de las
persecuciones de los últimos monarcas europeos. Para ellos el primer embate
ideológico provino de Bakunin padre de una de las tantas corrientes anarquistas.
Se lo escuché muchas veces a mi tío Víctor con el antecedente de que también
Allende había recibido esa influencia, aunque sin militar en ella. El zapatero porteño
Demarchi había sido por años el mentor ideológico de Salvador. Por lo tanto su
pecadillo anarquista no era importante, en todo caso era compartido. Ciertamente
que fueron ellos quienes me introdujeron en las ideas que me llevarían a
militar en la FJS un par de años después de aterrizar en la Universidad de Concepción
para estudiar Medicina.
Mi origen netamente
campesino y de familia radical, además de mi enseñanza básica salesiana, me
orientaban hacia posiciones más bien conservadoras. Quizá si fue el espíritu
rebelde de la juventud y la refriega entre el fascismo y la democracia -muchos
de los curas de mi colegio valdiviano eran italianos pro fascistas- lo que me llevó
a posiciones contestatarias. No de izquierdas, sino simplemente antifascistas.
Luego vinieron los rumores de las victorias del Ejército Rojo, la epopeya de
Stalingrado y con ellos el conocimiento de que había una cosa que alguien llamó
la “Rusia Obrera y Campesina”. Creo
entonces que mis tíos Víctor y Haydee y la conflagración mundial que fue la
Tercera Guerra, me endilgaron en los
trancos iniciales hacia las posiciones de izquierda.
Fue así como aterricé
en Concepción el mes de Marzo de 1957. Había sido aceptado entre los 70 alumnos
que ese año ingresaríamos a la Facultad de Medicina. La mayoría de estos 60
muchachos y 10 muchachas, éramos de origen más bien modesto. Con mi maletita de
mimbre, mis esperanzas y un gran temor a lo desconocido, toqué la puerta de la
casa del Dr. Edgardo Enríquez Frodden en la Avenida Roosevelt. Me abrió la puerta un muchacho
delgado y de cabello muy negro, era Miguel. Luego apareció un señor alto y de
aspecto severo en traje de oficial de marina, era don Edgardo. Curioso el
asunto para muchos, pero no es así. Mi padre, radical de Lanco, conocía bien a
su “correlija” Doña Inés Enríquez a quien había ayudado en su elección como
diputada por Valdivia. Ella me entregó a la responsabilidad de su hermano
quien, además se autonombró como mi apoderado. Era la usanza de los tiempos. De
ahí en adelante tuve una estrecha
relación con don Edgardo- además profesor de la cátedra de Anatomía- que con
los años devendría en amistad y que se prologaría hasta su fallecimiento. Mis
compañeros de curso, en su mayoría gente de izquierda, contribuyeron a que el
huasito sureño se sacudiera y soltara poco a poco sus alas. Entre los ya
militantes de la FJS recuerdo a Carlitos Hinzpeter González, padre de quien fue
Ministro del Interior de Piñera, quien llegó a ser el Jefe de la poderosa
Brigada Universitaria Socialista y que abandonaría el Partido luego de la
guerra de los seis días en la que el PS optó por la causa palestina y árabe,
Osvaldo Presser tan activo y de gran formación ideológica, Gisela Schoenwald de
entrega absoluta a la causa, y otros cuyos nombres no recuerdo. También estaba
Edgardo Condeza quien no recuerdo haya militado pero que si era un hombre de
izquierda por cuanto su padre tengo entendido militaba en el trotskismo. Varios
jóvenes comunistas también convivían con los socialistas en este curso, entre
ellos Julito Álvarez, el negro Salas, el Pato Rojas y Alberto Newman. Yo más
bien me dedicaba al deporte y al estudio. Sin duda alguna que nuestros
profesores en la escuela en los primeros años influyeron decididamente y entre
ellos en particular nuestro Director el Dr. Rafael Darricarrere, el Champa
Daboud, Rolando Merino, Jorge Peña Delgado y varios otros. Por esos años la
Escuela de Medicina, bajo la batuta de Darricarrere y del Dr. Gustavo Molina de
la Universidad de Chile, iniciaba un gran viraje. Se trataba de formar médicos
para la realidad chilena. Es decir profesionales que comprendieran e hicieran
suyos los profundos problemas que vivía la sociedad chilena. Poco a poco fui
entendiendo las cosas que mis tíos socialistas me habían tratado de explicar.
En el Tercer año mi vida cambiaría definitivamente. El joven campesino
conservador del sur entró en otra etapa.
Por aquellos tiempos los estudiantes contaban
con representación formal en los Consejos de Facultad y en el Consejo Superior
de la Universidad y en nuestro caso se elegía todos los años en Asamblea de
estudiantes de la Escuela el Delegado Estudiantil ante la Facultad. En general
se elegía para el cargo a algún alumno de cursos superiores, es decir de cuarto
para arriba. Cuál no sería mi sorpresa cuando en la asamblea citada para el
efecto el Presidente de nuestro Centro de Estudiantes, el “Loro” Rivera me
propuso como candidato. Lo hizo de manera inconsulta y desconozco hasta hoy las
razones que tuvo. Yo era un imberbe que a lo mejor era un buen estudiante pero
nada más. Tanto fue mi susto que ni siquiera fui capaz de negarme. Estaba
aterrorizado, pero mis compañeros de curso presentes me zamarrearon y animaron.
Gané por lejos y fui de manera brusca propulsado nada menos que a la oficina
del Decano el temible Prof. Dr. Ivar Hermansen Pereira. El hecho llamó la
atención de mis compañeros y desde luego de los grupos políticos universitarios
que eran tremendamente activos. Pronto comenzaron a conversar conmigo y de
manera rápida aterricé en la Brigada Universitaria Socialista que era lejos la más
chuchoquera con el “Potello “Tapia”, el “Cara de Gallo” Quintana y el “Chifilo”
Rosales a la cabeza. Los tres grandes oradores y curaguillas empedernidos.
Señores absolutos de la bohemia penquista. Grandes camaradas que jamás he
olvidado.
Mi gran amigo y
camarada Luis Enríquez -Administrador Municipal cuando ejercí por seis años la Alcaldía
de Concepción- y en aquel tiempo miembro de la directiva regional de la FJS fue
quien me hizo la ficha de ingreso. Así me lo recuerda siempre. Ya ingresado a
la familia comenzaría a escuchar las historias de sus grandezas y sus grandes
batallas contra los “beatos” que así llamaban despectivamente a los jóvenes DC
que desde hace años dominaban sin contrapeso en todas las federaciones
universitarias de Chile. Por las aulas universitarias de Concepción pasaron
grandes figuras del socialismo regional y nacional y que dejaron huella
duradera. Salomón Corbalán gran senador y cuya muerte prematura nos llenó de
congoja, Fernando Vargas, Galo Gomez, Hugo Zemelmann, Pablo Dobud, todos
presidentes de la FEC hasta que nos arrasó la ola falangista en 1955, Gerardo
Espinoza, diputado y Ministro del Interior de Allende, María Elena Carrera,
Luis Jerez, Fernando Ilhe “el maestro”, Rafael Darricarrere, Rolando Merino
Sanchez y muchos otros. Ellos eran los inspiradores de nuestra juventud
militante.
Llegaron luego las Escuelas de Cuadros. Necesarias absolutamente en nuestra formación como
“cuadros políticos”, título que nos llenaba de orgullo pero que era el escalón
anterior al del “revolucionario profesional”, categoría leninista a la que solo
la entrega total permitía llegar. Jamás aspiré a aquello y sólo recuerdo que un
camarada de la BUS aparentemente llegó hasta ese altar revolucionario, Luis Cruz. Cierta vez se me acercó y con aire
de superioridad y misterio me hizo el anuncio, “dejo la universidad para
entregarme a la revolución”. Nunca más le vi.
El Partido nos grabó a fuego en nuestros corazones juveniles su carácter
de partido revolucionario, latinoamericanista, internacionalista y no alineado
además de su condición de marxista. En
cuanto a las normas de vida interna había que respetar el carácter colectivo de
la dirección política, la democracia interna y la capacidad de crítica y autocrítica
de sus militantes. Así nos formamos y muchos nos mantenemos fieles a tales
principios devenidos a menos producto de un
pragmatismo exagerado y las necesidades de un proceso de
redemocratización del país que han llevado al partido al oportunismo más
grosero. Todo esto sin necesidad, por cuanto para renovarse no era necesario
renegar de nuestra historia, raíces y menos de nuestros sueños. La caída de los
muros fue un pretexto por cuanto en este Partido nunca respetamos y menos
levantamos o nos escondimos tras muros y menos dogmas. Siempre fuimos un
partido sin vaticanos y resistimos con fuerza a los entrismos de todo tipo. Hoy
las cosas son diferentes y ni siquiera defendemos con fuerza las ideas laicas y
republicanas que inspiraron a Allende. Bueno, veremos que ocurre en el futuro.
En mis años de
juventud ciertamente que hechos y procesos externos influyeron y mucho en
nuestra condición de jóvenes revolucionarios. Era la época de la guerra fría y
el enemigo principal era el imperialismo. La Revolución de Octubre nos llegó al
corazón de nuestros sueños. Es claro, poco o nada conocíamos de los proceso de Moscú
pero si sabíamos y admirábamos a los gloriosos combatientes del Ejército Rojo
que dieron al traste con el nazismo y sus afanes de dominio mundial. Luego la Revolución
Cubana y sus barbudos que desde la Sierra Maestra pusieron en jaque a las burguesías
dominantes no solo en la Isla sino en toda América Latina. Junto a Miguel Enríquez,
Bautista Van Schowen, el “bombita” Gutierrez, Taty Allende, Claudio Sepúlveda y
otros militábamos en el núcleo Sierra Maestra y no podía ser de otra manera.
Fidel y sus compañeros eran nuestro faro y brújula. Raúl Ampuero y Aniceto Rodríguez
nos trajeron la influencia yugoeslava, árabe y tercermundista. Vivimos en su
momento pendiente de la lucha de Liberación del pueblo argelino. Los nombres de
Ahmed Ben Bella y Houari Boumediene pasaron a formar parte de nuestro acervo y también
de nuestro encendido discurso en la asambleas universitaria. Hubo núcleos y
Seccionales que tomaron su nombre. Allende y otros muchos nos hicieron mirar
con atención la Revolución mexicana, Pancho Villa Y Emiliano Zapata eran tema
obligado en nuestras publicaciones. Nosotros, jóvenes socialistas que soñábamos
con alcanzar el cielo con la mano, nos inspirábamos en todos ellos. Luego vino el
Che y su muerte heroica en el Camiri boliviano a quien muchos jóvenes
socialistas, entre ellos Taty Allende, Arnoldo Camú, Elmo Catalán y otros-, siguieron
en su lucha por la libertad de Bolivia. Algunos cayeron en el intento de Teoponte. Vendría el 68 francés con miles de jóvenes
que en las calles de París rayaban muros con consignas curiosas pero inteligentes
y profundas al fin, “seamos realistas,
exigimos lo imposible”. En estos 80 años es bueno que recordemos estas cosas.
Es nuestra historia, pero también es la historia de muchos sueños hoy dejados
de lado en nombre del orden y el realismo. Es precisamente por eso que la juventud nos ha abandonado entregándose a las ideas vacías
de un anarquismo sin sentido o, lo que es peor, al llamado “nihilismo”.
En Octubre de 1962
perdimos la elección de la FEC con Domingo Claps, lo sentimos mucho pero las
derrotas frente a la JDC no eran novedad. Resulté elegido Secretario de
Educación de aquella directiva y por lo tanto pasé a ser Delegado estudiantil al
Honorable Consejo Superior de la Universidad. Llegaba así a las ligas mayores y
asomaba la cabeza al liderazgo máximo estudiantil. Eran los tiempos en que el
Partido activaba a las masas con su política de Frente de Trabajadores con Raúl
Ampuero a la cabeza. La BUS había llegado a unos 200 militantes activos y
vociferantes y no estaba mal en una Universidad de 3000 estudiantes. La política
de Frente de Trabajadores restringía seriamente nuestra política de alianzas y
nos impedía todo acercamiento hacia los jóvenes radicales afincados desde
siempre en la Escuela de Derecho. Sus 250 votos eran vitales para ganar la
presidencia estudiantil. Miguel Enríquez
y su grupo proveniente del Liceo Enrique Molina y con quien militábamos en el
núcleo Sierra Maestra se había transformado poco a poco en el adalid de las
políticas anti-radicales. El obstáculo entonces para ampliarnos no era
menor. Beatriz Allende y Jorge “bombita”
Gutiérrez -verdadero ideólogo del futuro MIR- editaban la revista oficial de la
BUS, Revolución. Con el tiempo la incidencia de las posiciones pro-chinas de
Miguel y compañía ganarían un peso mayor en esa revista. Pedro Santander y sus
compañeros de Medicina editaban por su parte la voz del equilibrio, Horizonte.
Era un hecho que 1963 se presentaba promisorio desde el punto de vista
electoral, pero había que acercarse a la juventud radical, de lo contrario no
alcanzaba. Así se hizo. Sería mi futura polola Alejandra Tesser de la filas de
la JJCC la que se ganaría el apoyo de los radicales y en particular de los
leguleyos. Ella es hasta hoy mi esposa. Ganamos por 50 votos en la elección de
Octubre y fue el éxtasis. Nunca olvidaré esos días, viajaron desde Santiago
todos los principales dirigentes del Partido a conocer a los nuevos líderes
juveniles que alzábamos el puño cerrado en una mar de jóvenes DC que campeaban
en todas las federaciones estudiantiles. Recorrimos las calles de la ciudad
encabezados por Allende, Ampuero, Oscar Núñez, Salomón Corbalán, Galo Gómez y
tantos otros. Ya se vislumbraba la presidencial de 1964 y nuestra victoria
ayudaba en la futura batalla de Allende.
Eran otros tiempos.
Recuerdo que Raúl Ampuero decía “Este Partido tiene la rara particularidad de
ser de todos y no ser de nadie”.
Desgraciadamente hoy constituimos un archipiélago de islas fraccionales
con capos de lote a la cabeza. Hay que luchar para volver a ser lo que fuimos.
Ferrilo : te aclaro que el JORGE GUTIÉRREZ CORREA,el Bombita,fue un infiltrado fascista hasta el último momento. Yo lo contacté en Stgo cuando él era regalón del profe Armas Cruz y me prohibió que lo tratará de compañero, porque acá desconocían su pasado activista.Si puedes contacta a la Mirna Troncoso Muñoz,hermana de DD Ricardo Aurelio, grande amigo mío que sabe de su verdadero historial.
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