Angel Hoces Salas
08 de Noviembre 2011
Quizás tenía 7 u 8 años, cuando conocí a Sergio. ¿Cuál Sergio? Sergio, el que hizo grande a
Puente Alto, el que creció socialista y que murió ayer como socialista, cargado
con las medallas que le entregó su
pueblo.
Un domingo del 49’ fuimos con mi padre hasta el parque Bustamante para
tomar el trencito del Llano de Maipo que recorrió interminablemente la ciudad
bordeando las faldas cordilleranas para después abordar los campos de La
Florida, los viñedos de Tocornal y llegar finalmente a Puente Alto en cuya
estación nos esperaba Sergio.
Debo confesar que después de escuchar a mi padre durante todo el
recorrido hablando del prócer de Puente Alto me decepcioné al conocer a un
hombre nada de circunspecto y serio como suelen ser los personajes
importantes. Don Sergio era un hombre
alegre, entusiasta, juvenil, con cara de
bueno para los combos, de porte gentil y cara europea como sus ancestros,
optimista y luchador. Fuimos a su
farmacia, la principal si no la única del pueblo y me regaló unas pastillas de
eucalipto.
En 1956 ingresé a la Juventud Socialista y pude conocer más de cerca a
Sergio Roubillard González y escucharlo contar sus peripecias y dirigirse a su
pueblo con un lenguaje claro y preciso y con una elocuencia que entusiasmaba
hasta al más renuente de los pusilánimes.
Esta opinión la ratifiqué en 1963 cuando acompañando a Raúl Ampuero en la campaña municipal,
después de pasar a la farmacia por mis gomitas de eucalipto, fuimos con Sergio
a los campos de Casas Viejas, a las
viñas de Santa Rosa, a las Vizcachas y parece que hasta El Manzano y otros
muchos barrios de Puente Alto.
Sergio Roubillard, ágil y entusiasta,
contagiaba emoción y ganas de reivindicar los derechos de los
campesinos, de los obreros que diariamente iban a Santiago en busca del pan
familiar, de los estudiantes pobres que entonces no podían –como hoy- acceder a
la educación superior. Comprobé que
Sergio era un líder de verdad, como ahora no los hay, que sembraba razón,
optimismo social y entusiasmo por exigir lo propio.
Esta madrugada, tan lejos de Puente Alto, añoré esos días en que
luchábamos por recuperar las riquezas de Chile, esos días en que nos decíamos
compañeros y camaradas, esa época de oro en que éramos socialistas y nos
llenaba de orgullo cantar La Marsellesa con el puño apretado. Cerré los ojos y vi a Sergio erguido frente a
su farmacia, mirando hacia las cumbres listo para modular, con esa carraspera
de siempre un nuevo llamado a los valores de la humanidad.
Sergio Roubillard: pasaron muchos años; el aparato dueño del timbre de
goma simulará congoja, pero aquí quedamos tus camaradas verdaderos, prontos
para seguir la huella y reconocer tu entrega.
Grande, Sergio, Grande.
En el año 1971 fui a oficina de don Sergio con mi madre yo necesitaba una recomendación para un trabajo en Cia.de Teléfonos , él confió en mi y me lo dio, estuve en ese trabajo 34 años , mis hijos se educaron gracias a ése trabajo y a mis padres no les faltó nada.GRACIAS
ResponderEliminarTuviste mucha suerte.
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